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jueves, 18 de septiembre de 2014

Lech Walesa analiza el futuro de Europa


EL ELECRICISTA QUE CAMBIÓ POLONIA


Al frente del sindicato Solidaridad, Lech Walesa se convirtió en uno de los iconos del final de la Guerra Fría. Llegó a ser presidente de su país y consiguió el Nobel de la Paz. Hoy, alejado de la política, analiza el futuro de Europa del Este bajo la amenaza del nuevo zar ruso: Vladímir Putin

Pocos hombres vivos pueden presumir de haber cambiado el rumbo de la historia sin que una vocación política les animara a ello. Pero, a veces, la desesperación es más constructiva que la noble ambición y se produce una especie de milagro. 

Lech Walesa representa eso. Un obrero electricista perteneciente a un astillero de Polonia que descontento y aterrado, rabioso de indignación y ciego de fe en una lucha justa, fue capaz de poner en jaque a esa máquina siniestra encarnada por el poder soviético. 

Quizás el muro era de barro y pese a que se lo advirtieron –“no podrás”–, fue fundamental para derribarlo y configurar el mundo tal y como lo conocemos hoy. 

Andrzej Wajda ha relanzado el ‘biopic’ que dedicó a contar su vida, lo han reestrenado en el festival de Karlovy Vary (República Checa), donde Walesa acude a presentarlo con dos obsesiones que no está de más reivindicar. Sobre todo cuando antiguas sombras se ciernen bajo la amenaza de Putin y su idea de la gran Rusia acechando antiguas fronteras. 

El premio Nobel de la Paz tiene un antídoto: Europa y democracia.

¿Le gusta el retrato que le ha dedicado Andrzej Wajda en el cine?

No quise participar en el proyecto, aunque siempre supe que si había alguien adecuado para llevar a la pantalla mi vida sería él. La película es lo que es. Estos días he estado contando las horas que he vivido y son más de 600.000. En dos horas, apenas se puede hacer un apunte. He tenido experiencias detectivescas y romances. En esta versión aparezco como un hombre de familia, pero también se aprecia la tensión que he sufrido en mi vida, mis problemas con las autoridades, la solidaridad de la gente. Yo la he sentido, a pequeña y a gran escala. He comprobado cómo, si me montaba en un autobús y no tenía dinero para el billete, al pedir me encontraba con suficientes monedas como para viajar en transporte dos meses.

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