Piketty: la obsesión con la desigualdad que mantiene vivo al socialismo
por PRISCILA GUINOVART
Toda generación tiene su cantante de moda, su actor de moda, su escritor de moda y, quizás de una forma un tanto menos evidente, su economista de moda. Éste es un economista del que todos han escuchado hablar (todo un logro en tal profesión) y al cual todos discuten, con mayor o menor desacierto. Thomas Piketty es el economista de esta generación, ocupando el cuestionado trono que dejase Paul Krugman, o quizás, dada su afinidad política, compartiéndolo con él.
El francés rompió récords de venta con su libro “El capital en el siglo XXI” – que hasta en la estética de su carátula pretende imitar a “El capital” de Karl Marx – pero no logró que todo aquél que adquirió su obra, en efecto la leyese: hasta sus simpatizantes (fanáticos, en algunos casos) me han confesado no ser capaces de leer el libro en su totalidad. Sí, Piketty es denso de leer, combina supuestos postulados económicos con una literatura afrancesada del siglo XVIII. Como si fuese poco, es extensísimo, o, como afirmara la BBC ‘’un mamotreto de 650 páginas”.
Y quizás resida allí su gran ventaja, el público no siempre admite que no entendió algo, y, en la duda, se aplaude.
Pero ojalá las críticas a Piketty fuesen meramente literarias. El economista francés es el nuevo abanderado del “si hay pobres es porque hay ricos” y su mamotreto (con permiso de la BBC) ha sido musa de Bernie Sanders, de Pablo Iglesias, de Kicillof y de todas las izquierdas económicamente resentidas, revanchistas y anti-progreso. En fin, musa de la izquierda en sí, porque Piketty representa a la esencia misma de la izquierda.
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