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martes, 23 de febrero de 2016

Para sostener en el tiempo la virtud nacional, las relaciones comerciales por sí solas son insuficientes


Crítica de Shakespeare al Régimen Norteamericano: Una Respuesta a John McGinnis

por Josh Craddock


Dado que para entender la naturaleza humana es esencial la comprensión de la vida política, y que es la señal de un poeta magistral revelar la naturaleza humana, una gran poesía como la de Shakespeare refleja necesariamente principios políticos.

En un reciente debate entre los profesores Robert George y John McGinnis (1), este último argumentó que nuestra Constitución es la adecuada para el gobierno de un pueblo sin religión. ("Public Discourse", publicó un ensayo de George, planteando el argumento contrario, sobre la base de sus declaraciones de apertura, que usted puede leer aquí (2). Dice McGinnis que "la Constitución crea una república comercial para asegurarse de que el propio interés del hombre lo ayude a promover la virtud, en lugar de confiar en la religión para obtener de ella las virtudes necesarias para la vida cívica."

De acuerdo con esta línea de razonamiento, una sociedad basada en el comercio fomenta el autocontrol, los tratos honestos, y la autosuficiencia entre sus ciudadanos. A su vez, estos valores promueven un gobierno limitado y el crecimiento de las asociaciones civiles. Pero ¿es suficiente el comercio en sí mismo para promover la virtud cívica?. Y en primer lugar algo aún más importante ¿puede una comunidad política sobrevivir sin creencias ampliamente compartidas sobre lo que constituye la virtud cívica ?

Shakespeare ofrece una respuesta en El mercader de Venecia . Así como Homero fue un tutor para los antiguos griegos, ayudándolos a conformar sus nociones sobre la comunidad política, el coraje y el cosmos; así tambien Shakespeare ha sido y sigue siendo un maestro esencial para los pueblos de habla inglesa. Dado que la comprensión de la vida política es esencial para la entender la naturaleza humana, y revelar la naturaleza humana es la marca de un poeta magistral, la gran poesía refleja necesariamente los principios políticos. Indirectamente, Shakespeare nos informa acerca de las cualidades de los buenos gobernantes, el destino de los tiranos, las obligaciones de los ciudadanos, e incluso sobre la naturaleza de un régimen justo, tanto como se este se puede establecer, dada la fragilidad humana.

El espíritu comercial de Venecia

Venecia fue una república comercial rica, una potencia mediterránea dominante que construyó su comunidad sublimando las diferencias entre los hombres a través de los enlaces del intercambio. En general, se considero como un lugar en el que podían mezclarse y convivir cortesmente hombres que nunca habían compartido un estilo común de vida.

Escribe Allan Bloom en "Sobre cristianos y Judios" en un capítulo de la Política de Shakespeare en el que analiza los temas políticos en El mercader de Venecia: "no se creía posible educar a los hombres en la tolerancia, o superar el poder de las religiones establecidas refutandolas" ... "la única manera era sustituir los intereses y las preocupaciones propias de las pasiones de los hombres por otro objeto tan poderosamente atractivo como la religión." En este caso, ese sustituto fue el deseo de ganancia material. Y este espíritu comercial creó un barniz de tolerancia que hizo que la vida en Venecia fuera posible, pero sólo por un tiempo.

A pesar de que ambos hombres son religiosos, tanto Antonio el cristiano como Shylock el judio se basan en primeros principios muy diferentes, y estos principios dan forma a la naturaleza y al alcance de su pertenencia a la comunidad política. Shylock sigue la ley mosaica, negándose a comer, beber, o rezar con los gentiles. Para él, la justicia significa la adhesión estricta a la ley. Antonio, inspirado por la generosidad de la misericordia del Dios de los cristianos, irradia su gracia -extravagante a los ojos de otros- y espera que ellos hagan lo mismo con él. Lo que es la virtud para uno es vicio para el otro.

Sobre la base de los destinos de Shylock y Otelo -el sujeto nacido en el extranjero de otro drama veneciano de Shakespeare- parece razonable concluir que Shakespeare era pesimista sobre la habilidad de una república comercial en mantener la paz cívica a largo plazo. Como dice Bloom, "las leyes no son suficientes; deben ir acompañadas por las buenas disposiciones de las partes que conviven por debajo de ellas." A falta de una visión común del Bien, los diversos venecianos concurrieron inevitablemente a encallar la nave del Estado.

La comunidad política en la era posmoderna

Cuando los ciudadanos no comparten principios fundamentales, ¿en qué sentido constituyen una comunidad? Para que una comunidad política tenga éxito, los ciudadanos deben compartir un entendimiento común de lo que es noble o básico.

En una era posmoderna, el mundo occidental se enfrenta aún mayores diferencias. Ya no compartimos un concepto común de lo que significa ser humano, mucho menos hay una idea común acerca del matrimonio, o lo que significa ser hombre o mujer, o incluso sobre cómo uno se convierte en un ser humano virtuoso. No podemos ni siquiera ponernos de acuerdo en que estos conceptos existan, en cualquier realidad que signifique algo, o que pueda y deba ser compartida.

Esta división no es sólo moral, sino metafísica. El mundo posmoderno piensa a la humanidad y al mundo material como algo infinitamente maleable, sujeto a los individuos que modelan a su voluntad la propia realidad. Los cristianos y otros pre-modernos creen que todas las cosas, incluyendo la humanidad, poseen una naturaleza esencial, y existen en virtud de ella. En otras palabras, la realidad no es opcional, es objetiva. El resultado de esta brecha es que los ciudadanos de los Estados Unidos no sólo no llegan a las mismas conclusiones a partir de lo que observan, sino que para empezar, ni siquiera ven las mismas cosas, debido a sus diferentes presupuestos acerca de la propia naturaleza de la realidad.

Los operadores comerciales materialistas no perciben ninguna necesidad de participar en hacer una ponderación filosófica rigurosa; y les parece suficiente la filosofía recibida de oráculos culturales como Drake o Disney. Sin embargo, la Declaración de la Independencia, en la afirmación de que "todos los hombres son creados iguales", significa que la hermandad de los hombres existe incluso hasta en el nous, la parte más alta del alma. Esta es una declaración política y filosófica, y no simplemente una declaración científica sobre nuestra especie compartida. Sin embargo, si no hay una base filosófica común, esta hermandad sólo puede existir en su denominador común más bajo.

Esto es precisamente lo que pregunta Shylock lastimosamente:
¿O no tiene un judío ojos? ¿No tiene un judío manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos; no se alimenta con la misma comida, no es herido por las mismas armas, no está sujeto a las mismas enfermedades, no es curado por los mismos medios que el cristiano, calentado y enfriado por el mismo verano e invierno? ¿Si nos pinchas, ¿no sangramos? (III.i)
Este tipo de hermandad no se extiende más allá de los hechos corporales de nuestro ADN. Las partes superiores del alma-que forman opiniones sobre lo bueno, lo verdadero y lo bello, divergen y compiten con tanta fuerza que los ciudadanos de la república no se convierten solo en meramente partisanos, sino en enemigos políticos.

Esta enemistad es transversal a la guerra cultural y a sus pequeñas escaramuzas. En la sociedad moderna, se considera anacrónica e intolerante cualquier cosa que sea menos que la entusiasta celebración de "Caitlyn" Jenner, de "la igualdad en el matrimonio", y "del derecho de la mujer a elegir". Los casos de Barronelle Stutzmann y los Pasteles Dulces de Melissa muestran que el progresismo posmoderno no permite la disidencia. Los puntos de vista opuestos -y los que los sostienen- deben ser perseguidos y obligados a pagar "su libra de carne". Claramente, el espíritu comercial de los Estados Unidos es insuficiente para frenar la licencia, salvaguardar la libertad de creencia, o crear un lenguaje moral común.

Advertencia de Shakespeare

Afortunadamente, en El mercader de Venecia , Portia es capaz de proporcionar un buen juicio, evitando la tragedia posible. Pero la advertencia de Shakespeare para Venecia, y por extensión, los Estados Unidos, está clara. Bloom escribe:
En Venecia y en el pensamiento moderno, hubo un intento de cortar el nudo gordiano y unir a los hombres, no en el nivel de la misma identidad humana, sino en el de lo que fuera políticamente beneficioso- una unidad expresada en el deseo universal de los hombres en obtener beneficios. Las consecuencias de esto deben ser o el conflicto, o la bastardization de todo lo que es noble y verdadero respecto de cada uno de los puntos de vista diferentes. Venecia tenía la belleza adornada de una prostituta. Shakespeare no estaba dispuesto a sacrificar la única verdadera belleza por esta ilusión, que se encuentra para los pocos afortunados en algún lugar más allá de los cielos .
James Madison también entiendió que Portia no siempre estará disponible para mediar en esos enfrentamientos entre las facciones. Escribió en Federalista No. 10: "Es en vano decir que los estadistas iluminados serán capaces de ajustar estos intereses que chocan, y hacer que todos ellos se subordinen al bien público. No habrá siempre a la cabeza estadistas iluminados".

Si ese es el caso, ¿cual es el origen y el destino de la república americana? Shakespeare revela la respuesta en la tierra de Belmont de Portia. Allí, Bloom escribe, "la armonía final de los hombres es una armonía, no en el nivel de su vida diaria, sino en el nivel que los trasciende, indiferente de ellos, en una asimilación a los movimientos de las esferas".

Esa armonía no se puede siempre encontrarse en una nación de comerciantes a no ser que su punto de vista se eleve a través de la vida religiosa y filosófica. Debe ser refinado y ampliado por sabios estadistas como Portia, o por grandes poetas como Shakespeare. John Adams reconoció que el gobierno estadounidense no podía competir contra "las pasiones humanas, sin el freno de la moral y la religión." Esta es la razón por la que Adams dijo que nuestra Constitución podría solamente gobernar, eficazmente, "a un pueblo moral y religioso."

Y aunque el profesor McGinnis es correcto cuando afirma que el comercio tiende a promover los bienes civiles y particulares y que coincide con un gobierno limitado, para sostener en el tiempo la virtud nacional, las relaciones comerciales por sí solas son insuficientes. Sin la restricción y la fuerza de unión que provee un lenguaje moral compartido, el concepto mismo de la virtud es ininteligible, y mucho menos alcanzable. La religión, y la religión cristiana en particular, es un elemento útil, si no necesario, para el cultivo y el sustento de la virtud cívica.

Para ser elevada al nivel de Belmont, nuestra comunidad política debe recibir la educación moral adecuada. Sólo aprendiendo de guías como las Escrituras y Shakespeare, pueden los norteamericanos comienzan a reclamar las cualidades que, en primer lugar, los hacían capaces de auto-gobernarse.

Josh Craddock es estudiante en la Escuela de Derecho de Harvard. Vive en Cambridge con su esposa e hijo.

(Traducido por Pablo Lopez Herrera)

(1) http://www.fed-soc.org/multimedia/detail/eighth-annual-rosenkranz-debate-resolved-the-constitution-is-designed-for-a-moral-and-religious-people-and-its-wholly-unsuited-for-the-government-of-any-other-event-audiovideo - https://youtu.be/PViRSy0xKyc

(2) http://www.thepublicdiscourse.com/2015/11/16037/

Source: http://www.thepublicdiscourse.com/2016/02/16313/

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