Marx, Chávez y la tragedia de América Latina
por Manuel Hinds
Una de las tragedias más grandes de la América Latina es nuestra incapacidad de llamar a las cosas por lo que son y así aprender de nuestros errores. Víctimas de una incurable cursilería intelectual, preferimos hablar con eufemismos y evitar los hechos y los razonamientos que nos pueden enfrentar con nuestras realidades. No es extraño, entonces, que repitamos nuestros errores una y otra vez, no año con año sino siglo con siglo.
Este es el caso de nuestra tendencia a caer bajo la férula de ridículos caudillos que a través de extraer para su propio beneficio la riqueza existente en la región y bloquear la generación de nueva riqueza han asegurado por dos siglos que seamos siempre pobres. Por dos siglos desde nuestra independencia, la región ha criado tirano tras tirano a todo lo largo y ancho del continente. Todos —desde Juan Manuel Rosas y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia que gobernaron por décadas en Argentina y Paraguay en los primeros años después de la independencia, hasta Rafael Carrera, Anastasio Somoza, Juan Domingo Perón, Getulio Vargas, Fidel Castro y Hugo Chávez— todos han escalado el poder y han justificado su tiránico control de la sociedad pintándose a sí mismos como los abanderados de los pobres, de la democracia y de la dignidad latinoamericana. Todos, todos, han prometido un milagroso salto hacia el desarrollo, logrado sin ningún esfuerzo de la población.
Ninguno ha cumplido con lo que ha prometido. Sus legados económicos han sido países quebrados por las políticas populistas que han aplicado por décadas enteras. Sus legados políticos han sido sociedades resquebrajadas por las políticas divisivas que les han permitido a los tiranos dominar al pueblo, poniendo a los pobres contra los ricos, a los empresarios contra los trabajadores, a los de izquierda contra los de la derecha. Esto ha pasado tantas veces que da vergüenza que siga pasando.
En cualquier parte del mundo uno esperaría que si algunos ciudadanos cayeran ante los engaños de algún estafador populista, los otros ciudadanos aprenderían rápidamente a no caer ellos mismos en la misma trampa. No en Latinoamérica. Aquí la gente sigue cayendo siglo tras siglo en la misma estafa, adorando a los caudillos hasta ser totalmente esquilmados, para luego adorar al siguiente que, igual que el anterior, promete e incumple sus grotescas promesas.
Nada más claro que el caso de Hugo Chávez, que acaba de morir dejando a Venezuela en una profunda crisis política y económica a pesar de que el país ha sido beneficiario de un extraordinario boom en los precios del petróleo. Para tener una idea de lo que ha sido el boom que benefició a Chávez, sólo note que los ingresos por exportaciones de petróleo en los cuarenta y un años de 1962 a 2003 totalizaron 464 mil millones de dólares, mientras que en sólo ocho años, de 2004 a 2011, totalizaron 474 mil millones, 10 mil millones más. El promedio anual de 1994 a 2003 fue de 19 mil millones por año; de 2004 a 2012, 59 mil millones.
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