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domingo, 10 de marzo de 2013

¿Y que hace usted, lector, por la victoria? ¿Es usted un rebelde? ¿Es usted un transgresor? ¿Un iconoclasta acaso?

Contra el Imperio del Bien





La obra del escritor francés Philippe Muray (1945-2006) es de tal importancia (y tan poco conocida en nuestros lares) que justifica sobradamente la atención que le concedemos mediante la publicación de dos largos artículos de Rodrigo Agulló, uno hoy y el siguiente mañana. ¿Por qué es tan importante Philippe Muray? Por la sencilla razón de que es el primero que ha visto y entendido que el Homo Sapiens ya ha sido sustituido por el Homo Festivus…

“Imagina a toda la gente […] viviendo al día, sin países y sin religiones, sin nada por lo que luchar o morir, una hermandad del hombre compartiendo todo el mundo, y el mundo vivirá como uno solo.” Nada mejor que John Lennon y su pastelosa balada para saludar a la nueva era, una era cuyo umbral probablemente hace ya tiempo hemos traspasado. Bienvenidos al mundo rosa-bombón del futuro: la utopía más espantosa, porque todo indica que es realizable.

Caminamos, sin duda, hacia un mundo mejor. Un mundo que en el que la democracia y los derechos humanos reinarán sin alternativa posible. Un universo pacificado donde todas las voces serán oídas, todas las creencias reconciliadas, todas las contradicciones evacuadas, donde la solidaridad y la transparencia serán la norma en un presente eterno liberado de las rémoras y atavismos de épocas anteriores. Pero es preciso no bajar la guardia. Todo lo contrario. Hoy más que nunca es preciso elcompromiso. La ingerencia humanitaria. La lucha. Contra las exclusiones, contra los populismos, contra el sexismo, contra el racismo, contra las discriminaciones en todas sus formas, contra la xenofobia, contra la polución, contra el maltrato a los animales, contra el tráfico de marfil y de pieles, contra las responsables de las lluvias ácidas, contra la masacre del paisaje, el tabaquismo, el colesterol, el sida…

¿Y que hacer del pasado? ¿Qué hacer de esa historia de exclusiones, de genocidios, colonialismos, sexismos, racismos? El pasado es culpable, es preciso arrojarlo como pasto de revisiones, autoinculpaciones y desagravios, o bien reacondicionarlo, asearlo y pasteurizarlo en un parque temático ejemplarizante y progresista, porque de lo que se trata es que la humanidad sea transformada, reeducada y readaptada en esta vasta empresa de mejora del mundo.

Vivimos en la era del azúcar sin azúcar, de las guerras sin guerra, del té sin té, de los debates en que todo el mundo está de acuerdo. Más modernización. Más globalización. Más Europa. Más transparencia. Más pluralismo. Más mestizaje. Más igualdad. Más paridad. Más de más. Lo esencial es la tolerancia, mucha tolerancia, tolerancia del respeto, respeto de la tolerancia, ¡delatemos y sancionemos a los enemigos de la tolerancia! La paz eterna pasa por una civilización universal donde ya no habrá racismo, porque ya no habrá razas; donde ya no habrá sexismo, porque ya no habrá sexos. Ideal supremo: un mundo poblado de suecos socialdemócratas en celofán, plácidos, higiénicos, participativos y ecocompatibles.[1]

Pero esta cruzada necesita de todos sus combatientes, porque se trata de una lucha titánica y de dimensiones cósmicas. Es el combate de los partidarios de la emancipación individual y de la tolerancia universal, de la sociedad abierta y sin fronteras, de la universalización derechohumanista y de la igualdad de géneros, frente al oscuro pasado de un mundo hecho de dogmas, de prejuicios grupales y religiosos, de un orden social jerárquico, conflictivo, intolerante y desigualitario.

Y cada victoria de la innovación contra la tradición es una conquista radiante de la humanidad. Es por ello lógico que los “inconformistas” –esos que asumen el grave riesgo de enfrentarse a las fuerzas “conservadoras, inquisitoriales y homófobas” – vean coronados sus esfuerzos con nombramientos institucionales, y que los subversivos sean subvencionados, y que los anarquistas reciban encargos ministeriales.

Leer aquí: www.elmanifiesto.com



RODRIGO AGULLÓ

Contra el Imperio del Bien


Tal como habíamos anunciado, proseguimos hoy la publicación de la segunda y última parte del artículo que nuestro colaborador Rodrigo Agulló ha dedicado a presentar al público español la obra del escritor francés Philippe Muray.


 Cuando los castradores pasan por liberadores
Las sociedades post-históricas se caracterizan por un odio –rayano en lo patológico– por el Patriarcado como configuración arquetípica de los tiempos históricos, que se identifica además con el orden arcaico de diferenciación entre los sexos. Una diferenciación que se ve asimilada a los vestigios de la soberanía masculina y del antiguo régimen machista. La supresión de todo principio de contradicción exige eliminar ese antagonismo básico, esa vieja distinción sexual que era “demasiado ofensiva, demasiado constatable, demasiado cargada de sentido”. Homo Festivuscultiva un ideal unisex. Y en los tiempos hiperfestivos la figura del Paterfamilias no tiene otra asignación que la de convertirse en residuo naftalinoso o clown irrisorio, abocado a su reeducación por las Madres y por los Niños –dos figuras dominantes en el orden simbólico de los tiempos post-históricos.
 
Las formas hegemónicas de producción de lo social concurren a realizar un ideal andrógino conforme a la idea de que todo sujeto porta en sí una “bisexualidad variable”, y de que en cualquier caso el ser “hombre” o “mujer” son roles socialmente inducidos, susceptibles de ser re-fijados en cualquier estadio de la vida. La invención estadounidense de la ideología de género acude al rescate para decir que la vieja humanidad estaba equivocada al creer que sus miembros podían definirse en función del sexo. Lo que procede es definirse en función del género, masculino o femenino a gusto del consumidor. ¡Basta ya de ese insoportable escándalo de naturaleza que consiste en no poder elegir el sexo! Los transexuales son portadores de un mensaje de esperanza para la humanidad. La liquidación de los viejos roles sexuales no puede reducirse al ámbito de lo social –maternalización de los padres, virilización de las mujeres–, sino que debe extenderse al plano psicosomático: la nueva moral impele a los hombres a “dejar hablar al lado femenino”, el mercado les anima a repulir su aspecto, y el sacrosanto principio de transparencia les exhorta a “reconocer la bisexualidad latente” cuando no a “salir del armario”. La “bisexualidad psíquica infantil” será cuidada como delicada planta por una pedagogía que se apresurará a erradicar cualquier brote considerado “homófobo”, y los juguetes considerados “sexistas” serán prohibidos. Tal vez, al cabo de una o varias generaciones, se habrá conseguido olvidar de una vez por todas la antigua y maldita división de sexos.
 
Esta abolición de la distinción sexual –en realidad una des-sexualización en toda regla– se acompaña de dos fenómenos a los que Muray reserva sus críticas más acerbas: la feminización y la infantilización del cuerpo social. El niño es el Rey de los tiempos post-históricos. Desde el momento en que el pasado se condena en su conjunto, la ventaja del adulto sobre el niño desaparece, y es el niño, la inocencia, el que pasa al primer plano. En la publicidad y en el cine es el niño el que siempresabe lo que hay que hacer, el adulto –sobre todo el padre– aparece como “un imbécil inadaptado al que sólo se tolera si se pliega a las reglas de los niños que evolucionan bajo el ojo tierno de las mamás-todo amor.”[1] Toda la post-historia es una regresión a la infancia, y Homo Festivus es un niño consentido al que hay que organizar distracciones para que no se aburra. Los niños viven en un eterno presente, son los mejores consumidores y tienen todos los derechos. La maternidad-mundo –señala Muray– se encarga de convencernos de que somos niños irresponsables rodeados de programas higienistas, caritativos, humanitarios, protectores, y de que no tenemos otra cosa que hacer que flotar como fetos andróginos en la música delhiperfestivismo como en el baño matricial de los orígenes.
 
 Lo más curioso es que, para algunos cerebros hibernados en la mitología sesentayochista, esta des-sexualización inducida todavía se considera una sublevación heroica, una batalla a muerte contra el puritanismo y la reacción. 
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El progresismo y sus cipayos

  • El rebelde
  • El artista
  • El turista
  • El gay
  • El progre
 
¿Hay salida?
 

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