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miércoles, 25 de marzo de 2015

La hermana menor del escritor Bernard-Henri Lévy cuenta su conversión al catolicismo: « yo te quitaré tu corazón de piedra y te pondré un corazón de carne »


Verónica Leví, en el camino de la Cruz


Por Astrid de Larminat


La hermana menor del escritor Bernard-Henri Lévy publica un libro donde cuenta su conversión al catolicismo. Relato de un itinerario poco común.

Ese primer domingo de cuaresma de 2012 la nave de Notre-Dame de París estallaba de gente. Una ceremonia presidida por Mons. Ving-Trois convoca a los adultos que serán bautizados cuarenta días después, en la noche de Pascua. De pronto, entre los asistentes, se descubre la presencia de Bernard-Henri Lévy. ¿Qué hace allí, en las filas reservadas a las familias de los catecúmenos? Los tweets se recalientan uno tras otro y diseminan la increíble noticia : Verónica Leví, hermana de una de las figuras de la comunidad judía francesa, se ha convertido al catolicismo.

Cuando le anunció a su hermano que iba a ser bautizada, « BHL » se dio cuenta enseguida de que no era un nuevo antojo de su hermanita, veinte años menor que él y a la que nadie en su familia tomaba en serio. « Por la seguridad y la intensidad con que hablaba comprendí que no se trataba de una niñería sino de una auténtica experiencia interior », dice BHL. « Pronto quedé impresionado por su nivel de conocimientos de teología tanto cristiana como judía, sobre los cuales nunca supo nada anteriormente ». Bernardo, como lo llaman sus allegados, está conmocionado. Ante todo, impresionado por la transformacion de Verónica : era frágil, inestable ; ahora – comprueba y se alegra de ello – la anima una fuerza nueva. Pero una parte de él está entristecida por esa conversión : « ¿Qué habrían pensado nuestros padres? Durante su bautismo, imaginaba, habrían quedado desolados : sin duda, una ruptura así no se había producido jamás en el multimilenario linaje de los Leví. Me embargaba también el sentimiento de haber fracasado en transmitirle algo a esa hermana pequeña que podría ser mi hija ».

¿Quién es esa misteriosa Verónica, que nunca apareció en público? Cuando se la ve por primera vez en la calle, fumando un Malboro, rubia, grácil, diáfana, tiene un aire a la joven Violaine de Claudel que se hubiera escapado de un teatro, con algo infantil en la expresión, aunque los dolores que jalonaron su existencia hayan maracado de gravedad su rostro. Parece temerosa. Pero apenas nos sentamos ante un café y entramos de lleno al tema – y el tema, insiste, es Cristo – se muestra segura y se expresa con facilidad, precisión e incluso con cierta autoridad. Le interesa explicar cómo está articulado el libro que publica, Muéstrame tu rostro, en el que cuenta su aventura con el Crucificado. La explicación no es inútil, fíjense: el corazón del texto es la transcripción de los diálogos interiores que tuvo con Cristo ante el Santo Sacramento, una larga conversación amorosa con su divino amante. Verónica Leví está iluminada por su fe, totalmente nueva pero no alocada. Jean-François Colosimo, dueño de la editorial du Cerf, que publicó el libro, advierte que la literatura de este tipo no tiene nada de extravagante y que es común que las mujeres místicas hablen de su vida interior con un lenguaje amoroso, y a veces con expresiones crudas para evocar el amor que viven con Dios. « Si les sorprende este libro es por ignorar que el cristianismo no es una religión de la ley sino del encuentro con Cristo, que suscita todo lo que hay en nosotros de humano, para convertirlo », agrega. « Hacer la experiencia de la fe es como enamorarse. Cuando uno ama incondicionalmente a una persona, sacrifica todo a ese amor: resulta indiferente el juicio de los demás; sólo se piensa en gozar de la presencia del otro ».

« Sin duda, una ruptura así no se había producido jamás en el multimilenario linaje de los Leví ». Bernard-Henri Leví, filósofo, hermano de Verónica

Al principio, la recién bautizada deseaba publicar únicamente ese diálogo de un alma con su Señor, que da preferencia al Resucitado. Le hicieron ver que sería mejor engarzarlo dentro de un relato biográfico más explícito… y se dejó convencer, porque quiere mostrar cómo se manifiesta Dios en una vida, « en la vida de todo el mundo », insiste con un gesto de su mano que señala la importancia de tenerlo en cuenta. Georgette Blaquière, figura del catolicismo del siglo XX, decía: « Creer en Dios no es creer que Dios existe sino creer que yo existo para Dios ».

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