2.
Las obras de Shakespeare como mapas, y algunos "sherpas"
Quizás
se pudiera definir a un escritor clásico, como alguien capaz de escribir una
obra tal que esta contribuya de un modo relevante y significativo a encontrar
un sentido a la vida (al modo de Viktor Frankl), y a desarrollar una “visión
del mundo” coherente y consistente. Los mejores son como “sembradores de trigo”.
Los enfoques que nos aportan, nos hacen ver a nuestras vidas como "obras
en construcción”, nos ayudan a encontrar el sentido, a ampliar el horizonte, a
buscar nuevas perspectivas más allá “de uno mismo”, como cuenta Saint-Exupéry
de aquellos que buscan el mar.[1]
Los
escritores "clásicos" nos invitan y ayudan a llegar a las cimas del
conocimiento humano y de la perfección moral. Las huellas que dejan marcadas en
sus obras los que han recorrido ese camino nos ayudan a ascender con más
facilidad a picos que -sin su auxilio - nos serían inaccesibles. Cada escritor
que haya alcanzado la categoría de "clásico" nos invita a
"su" montaña, y nos presenta sus desafíos particulares, de
características, riqueza y dificultades específicas. En cada obra vamos
descubriendo un nuevo mapa, que nos muestra nuevas vías de acceso y accidentes
a recorrer en nuestro camino personal hacia la cumbre.[2]
No
recorremos todos los mismos caminos. Cada ascenso es diferente, a la medida de
los medios, las fuerzas, la capacidad, y el estado físico de cada uno. Los
planteos de los "clásicos" siempre son de envergadura, y pueden ayudar
a elevarse tanto al intelectual de fuste como al lector no especializado, inspirando en ambos los sentimientos de
superación que expresaba un gran montañista al referirse a su atracción por el
Everest: "deseo escalarlo, simplemente porque está ahí". La necesidad
del ascenso es imperativa, como lo es el llamado a la santidad, que está,
siempre ahí, esperando. Y las invitaciones de los clásicos, como un auxilio
adicional, nos ayudan a ver el camino con mayor claridad... Hay que leerlos
"porque están ahí..."
Solo
se trata de ponerse en marcha, “con criterio”. Si hay una necesidad que clama
al cielo en nuestra época para que nuestro mundo adquiera o retome un sentido,
es la de muchas “almas de criterio”. San José María hablaba de “los diversos
aspectos de la vida cristiana: carácter, apostolado, oración, trabajo, y
virtudes”. Reza el prólogo de “Camino”, un
moderno “clásico” con más de cuatro millones de ejemplares vendidos, y
traducido a más de cuarenta idiomas: "No te contaré nada nuevo. Voy a
remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te
hiera: y así mejores tu vida y te metas por caminos de oración y
de Amor. Y acabes por ser alma de criterio"
Los
"clásicos" nos ayudan a que encontremos nuestro camino en las
complicaciones de la vida, un sentido al modo de Frankl, y que las nuestras se
conviertan en "almas de criterio".
Otro clásico, por ejemplo, como Dante
Alighieri nos invita: “Ponte de pie ‑me dijo mi maestro‑: la ruta es larga y el
camino es malo, y el sol ya cae al medio de la tercia. (…) Mi guía y yo por esa
oculta senda fuimos para volver al claro mundo; y sin preocupación de
descansar, subimos, él primero y yo después, hasta que nos dejó mirar el cielo
un agujero, por el cual salimos a contemplar de nuevo las estrellas” [3]
Y
otro clásico contemporáneo, Alexander Solzhenitsyn, en su “Disertación sobre la
literatura”, [4]señala
que “…la literatura universal posee el
poder de ayudar a la humanidad en estas horas de angustia.”… “Aparte de las
antiquísimas literaturas nacionales, siempre existió, aún en eras pasadas, el
concepto de la literatura universal como una antología que emanaba de las
cumbres de las literaturas nacionales a modo de suma total de las influencias
literarias mutuas. Pero solía existir una discontinuidad temporal: lectores y
escritores llegaban a conocer a escritores de otras lenguas sólo después de un
lapso de tiempo, a veces sólo después de siglos, de modo tal que las
influencias mutuas también se demoraban y la antología de las cumbres
literarias nacionales quedaba revelada solamente a los ojos de los
descendientes y no ante los contemporáneos. Pero hoy, entre los escritores de
un país y los escritores y lectores de otro, hay una reciprocidad poco menos
que instantánea.” (…) “…la literatura universal ya no es una antología
abstracta, ni una generalización inventada por los historiadores de la
literatura. Es más bien un cuerpo común y un espíritu común, un sentimiento
íntimo común que refleja la creciente unidad de la humanidad.” ( ...) “…la
literatura universal posee el poder de ayudar a la humanidad en estas horas de
angustia. Ayudar a que se vea a si misma tal como realmente es, a pesar del
adoctrinamiento de personas y partidos prejuiciosos. La literatura universal
posee el poder de aportar experiencia concentrada, de un país a otro, para que
dejemos de estar escindidos y confundidos; para que las diferentes escalas de
valores puedan ponerse de acuerdo y cada nación aprenda correcta y concisamente
la verdadera historia de la otra, con tal intensidad de reconocimiento y de
punzante conciencia como si ella misma hubiera experimentado lo mismo, para que
pueda liberarse de cometer los mismos errores. Y quizás, bajo esas condiciones,
nosotros los artistas estaremos en condiciones de cultivar en nosotros mismos
un campo de visión que abarque a todo el mundo: colocándonos en el centro para
observar como cualquier otro ser humano lo que está cerca, comenzaremos a
integrar en la periferia aquello que está sucediendo en el resto del mundo. Y
correlacionaremos y respetaremos las proporciones universales.”
Como las de
otros clásicos, las obras de Shakespeare constituyen una preciada ayuda para
emprender -o continuar- el ascenso intelectual y espiritual a las cumbres más
exigentes. Su guía nos puede facilitar el camino de ascenso a la cima. Las
obras de este autor universalmente traducido y apreciado a través de diferentes
épocas y culturas alcanzan y sobran al hombre de nuestro tiempo para ayudarlo a
penetrar los meandros de la naturaleza humana en funcionamiento, y las vicisitudes
de las diferentes experiencias de la humanidad en el ámbito más amplio de la
creación y de la revelación. Al lector inquieto, los textos de Shakespeare le
servirán -de un modo ágil y ameno- para encontrarse inmerso en un escenario de
humanidad y trascendencia, particularmente en un siglo XXI sometido al desafío
existencial de "ser espiritual o no ser". Hay quien opina que debería
ubicárselo a la altura y como complemento de Dante Alighieri.
Vamos
a recorrer tres etapas en nuestro camino. En la primera avanzaremos en el
terreno de la antropología natural. Lego ascenderemos incorporando los
elementos de una visión del mundo inspirada en el cristianismo. Finalmente
intentaremos el asalto a la cumbre.
Veremos si de la mano de Shakespeare podemos encontrar las pistas para
que nuestro camino sea seguro, y si nos lleva efectivamente a donde debemos
llegar. Al promediar el camino, nos detendremos a prestar atención a algunas
indicaciones que el autor hace a los gobernantes, y que sirven -por extensión-
a quienes tienen la responsabilidad de dirigir.[5]
Comenzaremos
por ver lo qué pasa cuando entre el bien y el mal se opta por este último.
Macbeth es como un espejo donde es posible ver reflejada la conducta humana y
las consecuencias inevitables de los actos relacionados con la ética. Nos
muestra el camino de la virtud y el pecado, el impacto que este tiene en la
vida individual y social, y los necesarios atributos virtuosos del buen
gobernante. Veremos luego el caso de Hamlet, en su inquieta búsqueda de su
misión, "del mejor bien", recorriendo el camino difícil hacia su
propia cumbre... Ambos casos, nos plantean la alternativa siempre presente
entre el sempiterno "no serviré" (non
serviam) y la confiada entrega a la Providencia en el medio de las tentaciones,
la tribulación y la prueba.
Dejamos
a los estudiosos la precisa, meritoria, exigente y erudita tarea literaria,
porque buscamos herramientas concretas para resolver los desafíos del hombre
común, que busca llegar a la cima de su propia montaña, lo que requerirá una
aproximación más parecida a la del explorador que del académico y del científico.
Nos
aproximaremos primero desde una visión fundamentalmente antropológica, y
recorreremos el camino de búsqueda de la belleza, de la verdad y del bien, para
incorporar luego una visión sobrenatural.[6]
Seremos testigos así de una pedagogía que se las ingenia para destacar a través
de las situaciones, personajes, expresiones, diálogos, o de la misma acción, la
presencia de los tres obstáculos que se interponen en la búsqueda de la
perfección humana y de la santidad de todos los hombres: el demonio, el mundo y
la carne, de cuyas manifestaciones Shakespeare siembra múltiples ejemplos que vemos
repetirse en las vidas concretas de todos los hombres desde el inicio de los
tiempos.
Dos
guías ingleses nos ayudarán a acercarnos a la comprensión de ese mensaje humano
y espiritual: Theodore Dalrymple y Joseph Pearce serán nuestros sherpas. Cada
uno tiene una visión del mundo diferente. Ambos nos plantean el desafío de una doble
aproximación a sus obras: con el primero, intentaremos un enfoque simplemente
antropológico; con el segundo planteamos la posibilidad de que Shakespeare esté
aportando también una visión del mundo a la luz de la moral cristiana tradicional.
Veremos finalmente si es compatible con la de nuestro autor, la visión salvífica
del cristianismo en general y del catolicismo en particular.
Theodore
Dalrymple, médico psiquiatra muy experimentado y excelente escritor contemporáneo,
nos acerca a Shakespeare como si este mismo fuera un gran observador del
funcionamiento de la naturaleza humana y de las consecuencias de nuestras
elecciones de vida. Sin tener fe él mismo, nos sugiere la importancia de impulsarnos por
los caminos de la "antropología filosófica" y la "antropología
teológica" a quienes tenemos la gracia de la fe, y afirma: "yo no
creo que Dios exista, o al menos, no tengo evidencia para sugerir que Dios
exista; pero me gustaría muchísimo creer en Dios porque soy muy consciente de
que la vida sin Dios es problemática". Probablemente sin saberlo, aplica
el consejo de Benedicto XVI que es mejor y más fácil -aun sin ser creyente-
asumir como verdadera la existencia de Dios. Así, la visión de Theodore
Dalrymple nos ayuda a llegar en la mejor forma al campamento base, para, desde
allí, intentar el asalto a la cumbre.
Dalrymple
nos ayudará en una primera etapa de la ascensión a un estadio superior que va a
incluir el mundo sobrenatural, comenzando por destacar que como señalara Orwell,
“se requiere esfuerzo y determinación para ver lo que está delante de la cara
de uno. Y entre los esfuerzos que son requeridos, uno es descartar las lentes
de una teorización excesiva o falsa".
¿Son
cristianas las obras de Shakespeare? Joseph Pearce, conocido escritor católico,
está expresa y particularmente interesado en una visión
"sobrenatural" de Shakespeare, y explora "las claves católicas
de su literatura". Nos muestra al autor bajo esta dimensión, y profundiza
el contexto histórico, en el marco de la persecución que sufrían los católicos
en la Inglaterra de su tiempo, que los llevaba en no pocos casos al martirio.
Pearce asume el riesgo de interpretar al Bardo a partir del análisis de los
textos y del contexto histórico, y realiza inferencias y plantea significados
que no osamos poner en duda, aunque para algunos las conclusiones a las que él
llega podrían ser discutibles.
Si
el hombre se restringe a lo que esta solo a su alcance, le falta la eternidad. El
hombre vive en un universo que va mucho más allá de sus capacidades. El mundo
trascendente y sobrenatural se abre a un orden en que la revelación ha ampliado
el horizonte humano, pero al mismo tiempo le ha dado a conocer un mundo en el que
tiene leyes que obedecer y cumplir, que son para el hombre pero que no son
impartidas por el mismo. Tom Jay cita al gran filósofo católico Etienne Gilson:
"Tan pronto como el universo se reduce a las leyes de la mente, el hombre,
ahora convertido en creador, ya no tiene ningún medio de elevarse por encima de
sí mismo. Legislador de un mundo al que ha dado a luz su propia mente, es a
partir de ahora el prisionero de su propio trabajo, y nunca, nunca más, se
escapará de ello... si mi pensamiento es la condición de ser, nunca seré capaz
de trascender los límites de mi ser por el pensamiento, ni mi capacidad de
infinito será jamás satisfecha."
Por
esto cabe suponer que sin poder definirse a las obras de Shakespeare como "espirituales",
se ve claramente que abarcan al mundo trascendente, si buscamos esta dimensión
en las expresiones, diálogos y monólogos que el autor ha distribuido a lo largo
de sus obras. ¿Porque le damos importancia al posible catolicismo del Bardo? Si
no hubiéramos tenido en cuenta este aspecto, nuestro ascenso al "Mount
Shakespeare" hubiera sido como participar de un espejismo. Si el análisis
de Pierce es acertado y Shakespeare ha sembrado efectivamente sus textos con
pistas a ser interpretadas en el marco del catolicismo -en tiempos de persecución-,
el análisis literario de Shakespeare está llamado a ser muy diferente al
realizado por siglos en el marco del anglicanismo. Por algo destaca Pierce la
diferencia del análisis según se trate de un lector "protestante" o
"anglicano". Y porque queremos concentrarnos en el ascenso, no
analizaremos si se encuentran en las obras del Bardo críticas más o menos
veladas a la Iglesia Católica de Inglaterra como causantes del cataclismo
espiritual de su tiempo.
Sin
embargo queremos resaltar, como afirmara Hilaire Belloc, que “para un hombre
familiarizado con la Iglesia Católica y la sociedad que es su producto, nada
resulta más claro que el hecho de que las obras de Shakespeare fueron escritas por un hombre evidentemente católico en
sus hábitos mentales, y para
audiencias de mentalidad igualmente católica.” … “… Hamlet fue escrita muy poco antes de la muerte de Isabel. Pero Rey Lear es del año de la Conspiración
de la Pólvora, y el gran final, La
Tempestad, es aún posterior.” [7]
Los
diversos autores constituyen auxilios que brindan visiones complementarias. Pero
de lo que no cabe ninguna duda, es que de la mano de Shakespeare podemos acercarnos
a las crestas del conocimiento humano.
[1] "Conozco a los que buscan el mar al paso lento de
sus caravanas, y que necesitan el mar. Y cuando llegan se maravillan. Y sus
corazones son lavados de la esclavitud de las cosas pequeñas. Entonces cargan
provisiones de inmensidad y traen a su casa la felicidad plena que han encontrado.
Y la casa se cambia porque existe en algún lugar la salida del sol en la
llanura, y el mar. Porque todo se abre a algo más amplio que uno mismo. Todo se
hace camino y ventana sobre algo distinto de uno mismo." Antoine de Saint
- Exupéry, Ciudadela
[2] Afirmaba Isaías: "Sucederá al fin de los tiempos
que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las
montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán
hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: « ¡Vengan, subamos a la
montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas.» (Lectura del libro del profeta Isaías 2,
1-5)"
[3] Dante Alighieri, Fin del Infierno
[4] Entregada a la Academia Sueca con motivo del otorgamiento
del Premio Nobel en 1970
[5] El ascenso no es "en solitario". No estamos
solos en el camino, ni nos dirigimos todos al mismo lugar. En un mundo en el
que se está convirtiendo en algo difícil ponerse de acuerdo acerca de lo que es
un hombre o una mujer, o la familia, o la educación, o la verdad, o las maneras
de conseguir el bien de la sociedad, a suponer que ya estemos de acuerdo en que
la verdad y el bien existen y pueden conocerse, es importante encontrar caminos
que contribuyan a la vida en común. Afirma Josh Craddock que la armonía social
"no puede siempre encontrarse en una nación de comerciantes a no ser que
su punto de vista se eleve a través de la vida religiosa y filosófica. Debe ser
refinado y ampliado por sabios estadistas como Portia, o por grandes poetas
como Shakespeare", que además "nos informa acerca de las cualidades
de los buenos gobernantes, el destino de los tiranos, las obligaciones de los
ciudadanos, e incluso sobre la naturaleza de un régimen justo, tanto como este
pueda ser posible, dada la fragilidad humana." (http://www.thepublicdiscourse.com/2016/02/16313/ )
[6] Nos podemos preguntar también si en el discurso de
Macbeth no hay además de una visión antropológica, una
"sobrenatural", y si así fuera, si en la intención del autor existía
la voluntad de manifestarla. Como afirmara el Cardenal Newman en una
conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras, el discurso, y por lo tanto
la literatura, es esencialmente un trabajo personal -la expresión de ideas y
sentimientos de la propia persona a la que le pertenecen- y expresa la
"verdad subjetiva" y no la objetiva; nos manifiesta los pensamientos
del autor y no las cosas en sí mismas: "sus puntos de vista de las
realidades externas; sus juicios sobre la vida, las costumbres y la historia,
sus propios ejercicios de ingenio, de humor, de profundidad, de
sagacidad".
[7] Así ocurrió la Reforma, Hilaire Belloc, Ediciones Thau, 1984
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