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miércoles, 5 de octubre de 2016

«Sufriremos mucho tiempo el golpe infligido por la revolución intelectual y moral de los 60-70»


Jean Sévillia, un historiador contra lo políticamente correcto y 
un baluarte de la resistencia contra una visión de la historia marcada por la corrección política.

ReL



El historiador Jean Sévillia es también redactor jefe adjunto de Figaro Magazine. Acaba de publicar en ediciones Perrin Écrits historiques de combat [Escritos históricos de combate], que recoge tres ensayos suyos: Historiquement correct [Históricamente correcto], Moralement correct [Moralmente correcto] y Le terrorisme intellectuel [El terrorismo intelectual].

Con ese motivo ha concedido a Le Figaro una entrevista en la que vuelve sobre esos conceptos, que pesan más que nunca sobre nuestra sociedad, y apunta su certeza de que nos aguarda «un futuro renacimiento».



-Usted ha publicado una recopilación de tres ensayos históricos y políticos:Historiquement correct, Moralement correct y Le terrorisme intellectuel. Comencemos por el último, publicado por primera vez en el año 2000. Dieciséis años más tarde, el terrorismo intelectual ¿ha desaparecido? Si no lo ha hecho, ¿cuáles son sus nuevas formas?

-Como hago en el prólogo de este volumen, que reúne algunos textos reeditados y actualizados en distintas ocasiones, basta recordar algunas de las recientes manifestaciones de terrorismo intelectual para constatar que el fenómeno no sólo no ha desaparecido, sino que causa más estragos que nunca. ¿Es necesario recordar los ataques que han sufrido en estos últimos años, por ejemplo, los filósofos Alain Finkielkraut o Michel Onfray, el periodista Éric Zemmour, el actor Lorànt Deutsch o el novelista Michel Houellebecq? ¿Es necesario recordar las condiciones en las que se desarrolla el debate -o, más bien, la falta de él- acerca del matrimonio homosexual y en el que se plantea, por principio, que quien lo defiende demuestra un espíritu abierto y moderno y, por el contrario, quien se opone demuestra una mentalidad intolerante y retrógrada?

»En una sociedad democrática, en la que el debate de ideas se supone que es libre,parece ser que hay determinadas ideas que están prohibidas, que algunos temas son tabú y que algunas voces son menos legítimas que otras porque se oponen al pensamiento dominante, que es el de las élites políticas, culturales y mediáticas. El mecanismo del terrorismo intelectual no ha cambiado. Consiste en vilipendiar a quienes se oponen a este pensamiento dominante colgándoles, explícita o implícitamente, una etiqueta cuyo objetivo es silenciarles desacreditando sus personas y sus fines. Estas etiquetas se traducen en palabras -reaccionarios, racistas, fascistas, homófobos, etc.- que ya no tienen un significado objetivo: pueden aplicarse a cualquier cosa y a cualquiera según el principio de la amalgama y de la reductio ad hitlerum.

»Lo que cambia, en compensación, es el objeto del terrorismo intelectual, puesto que éste se ajusta a la ideología dominante. Hace cincuenta años, cuando el marxismo triunfaba entre los intelectuales, ser anticomunista equivalía a ser considerado un «perro» por Jean-Paul Sartre. Hoy, el antirracismo y el multiculturalismo son considerados imperativos categóricos, por lo que afirmar que el origen y la dimensión de los flujos migratorios plantean un problema para Francia y para Europa en general equivale a ser acusado de racismo.

-En su obra Historiquement correct, usted recupera un determinado número de verdades que la historia para el gran público no ha difundido. ¿Cree usted que están desapareciendo las leyendas negras de la Historia de Francia?
-Me gustaría creerlo, pero estas leyendas -que, por cierto, tienen que ver con toda la historia de Occidente, y no sólo con la historia de Francia-, tienen una vida mucho más difícil porque son transmitidas y difundidas por múltiples canales, desde los libros escolares hasta los juicios lapidarios que plagan las tertulias de café.


Una de las obras de Jean Sévillia traducidas al español: Históricamente incorrecto.

»Lo que yo he llamado histórica y políticamente correcto en relación a la historia viene de lejos. Tiene su propia historia, que podemos reconstruir, porque mezcla el proceso contra la Europa católica por parte de los enciclopedistas con la visión negativa que se tenía del mundo anterior a 1789 y la leyenda dorada de la Revolución francesa, el legado de la escuela republicana de los siglos XIX y XX, el rechazo a la historia evenemencial y la lectura socio-económica del pasado, herencia de la escuela marxista y, por último, con la historia analizada bajo el prisma de los derechos del hombre, fruto del individualismo del ambiente. Restablecer la verdad es un trabajo arduo que necesita tiempo y paciencia, oponiendo los hechos a las leyendas; es necesario, sobre todo, que no haya leyendas invertidas, lo que causaría lo contrario del razonamiento histórico. A medida que la investigación ha progresado se han conseguido resultados.

»Las guerras de la Vendée de 1793-1794, por ejemplo, se conocen mejor ahora que hace medio siglo porque algunos historiadores han llevado a cabo investigaciones serias acerca de este dramático episodio, y son pocos ya los que niegan que la población civil vandeana de la época fue víctima de un plan de exterminio.



La obra de Alberto Bárcena sobre la guerra de la Vendée rescata una documentación apabullante sobre el genocidio decidido por las autoridades de la Revolución Francesa contra la resistencia católica y monárquica.

»Otro ejemplo: se empieza a reconocer que la trata de negros era un sistema que veía implicados no sólo a los europeos; de hecho, algunas tribus africanas vendían a sus hermanos de color. Existía una trata interafricana en la que hombres esclavizados eran vendidos en África Oriental por traficantes árabes musulmanes.

-¿Cómo se puede explicar la diferencia entre la seriedad de las publicaciones históricas y la superficialidad con la que el cine y las series de televisión abordan esta misma historia?
-En sí mismo, esta diferencia no es nueva. Los folletines del siglo XIX, cuando ambientaban su intriga en el pasado, se tomaban algunas libertades con la historia real. Lo mismo ocurría en el teatro y el cine. Y lo mismo vale para la televisión cuando ésta estaba naciendo. Las grandes series televisivas de los años 1960 y 1970 ya no seguían los cánones universitarios, pero por lo menos tenían un espíritu, una ambición. DesdeChevalier de Maison-Rouge (1963) a Vidocq (1967) y Cathares (1966), pasando por Rois maudits (1972), una generación entera se aficionó a la historia, aunque la veracidad de estas películas fuera discutible.

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