Entender la revolución
Por Pablo López Herrera (*)
La revolución es el opio de los intelectuales.
Jean-François Somcynski
Jean-François Somcynski
¿Qué es una revolución?
A medida que avanza la historia del hombre
y llegados a una altura del conocimiento y de la experimentación de múltiples
formas de organización social, desde el clan y la tribu hasta la democracia y
el comunismo, debería el hombre estar en condiciones de extraer conclusiones
para elegir una dirección determinada y poner los medios para avanzar
resueltamente. Como mínimo, deberíamos claramente saber hacia donde no ir y por
que razones.
Las sociedades, en el mar de la historia,
del mismo modo en que los barcos aceptan las leyes físicas y las hacen jugar a
su favor en su diseño, sistema de propulsión, y forma de acomodar la carga,
deberían estar en condiciones de conocer y aceptar las leyes impresas en la
naturaleza humana y hacerlas jugar a su favor. Sin embargo, no solamente esto
no es así sino que las ignoran o se llega a negar su misma existencia.
A nadie se le ocurriría pensar en navegar
con el palo mayor y el velamen sumergido, y la quilla al viento. Menos se le
ocurriría afirmar que es la mejor y más eficiente manera de navegar. De hecho,
los cascos y la forma de las cubiertas se diseñan de tal modo que al producirse
una vuelta de campana, el propio barco tienda a recuperar la vertical y ponerse
derecho. Y logrará hacerlo o no. Pero lo que a nadie se le ocurrirá es intentar
continuar la navegación invertido.
Una revolución, es la sociedad dando una vuelta de campana. Y los mismos
hombres que no se animarían a plantear la hipótesis de una supuesta normalidad
en navegar con un barco o un avión invertidos, han sido capaces de diseñar,
proponer y llevar a cabo formas de organización social
"revolucionarias", contrarias a la naturaleza humana.
Y lo siguen haciendo, luego de
transcurrido el siglo que mayor cantidad de víctimas y destrucción ha
producido, siguiendo la fantasía utópica de vivir la revolución.
De allí la importancia del conocimiento de
las revoluciones en la historia, para analizar las diferentes formas en las que
el hombre ha pretendido dar vuelta a la organización social y los resultados y
catástrofes acaecidos cuando ha tenido "éxito" al hacerlo. Resulta
prácticamente útil e instructivo, en estos tiempos de convulsiones de una
profundidad y amplitud como nunca se dieran, echar una mirada a la historia
para poder analizar con la mayor perspectiva posible las transformaciones que
se siguen produciendo en nuestro propio país y en el mundo.
La revolución en la historia
Me sirvió prácticamente para estas
reflexiones un libro de Martín Malia (**) publicado recientemente. El autor,
fue profesor en la Universidad de Berkeley, California, desde 1958 hasta 1991.
Luego de escribir varios libros sobre su especialidad: Rusia, dejó antes de
morir en noviembre de 2004 una obra que fue editada en 2006 por Terence Emmons
, profesora emérita de la Universidad de Stanford, con el nombre de
"Locomotoras de la historia – las revoluciones y la realización del mundo
moderno" (***).
Sostiene Malia con razón que las
revoluciones tienen sus raíces en la historia europea y que tienen
características comunes. Que son momentos más o menos largos que forman parte
de procesos nacionales e internacionales. Y que estos procesos se han ido
radicalizando desde el siglo XV hasta el XX, con énfasis es Francia en 1789 y
en Rusia en 1917. Sostiene que lo que hizo única a la revolución de octubre fue
que la ideología determinó la estructura política (hegemonía del partido), la
estructura política determinó el orden económico, y no hubo "sociedad
civil" independiente, quedando todo subordinado a los objetivos y al
control del partido, y estando a su vez el todo justificado por la construcción
y la defensa del socialismo. Este modelo posibilitó el
"congelamiento" de la historia y la eliminación de la libertad desde
1917 hasta 1989-91.
Malia sostiene que el caso ruso "es también la culminación lógica aunque
extrema de la larga tradición revolucionaria de la civilización europea como un
todo". Y hace siete consideraciones:
1. La revolución es un fenómeno europeo en su origen.
2. La revolución debe ser estudiada más
bien históricamente que estructuralmente o "transculturalmente".
3. La revolución occidental es en primera instancia una transformación política
e ideológica –no social- que comienza en Europa con la redefinición de la
esfera de lo espiritual; esto es, con la herejía. En este sentido, Malia
menciona y estudia los casos de la Bohemia hussita 1415-1436, la Alemania
luterana 1517-1555, la Francia hugonote 1559-1598 y la revuelta holandesa
1566-1609.
4. Los conflictos sociales son causa necesaria pero no suficiente de una
revolución mayor. Para que esta suceda, debe existir el marco de un
"estado unitario" que focalice todas las formas de protesta política,
social, o de otras clases en un único conjunto de instituciones. Esta
focalización en la transformación de las estructuras del estado, y el
concomitante desafío a la legitimidad estatal existente, es lo que da a una
revolución general su carácter de explosivo y su naturaleza
político-ideológica.
5. Una "gran revolución" europea, es una revuelta generalizada contra
el Viejo Régimen, particularmente contra el de las dos espadas: secular o
temporal y espiritual; y contra el de los tres órdenes: de los que rezan, de
los que luchan y de los que trabajan.
6. Cada revolución aprende de la
experiencia de su predecesora, y sube una escala el "modelo" hacia un
nivel más extremo de radicalización.
7. La tradición revolucionaria occidental
se fue desplazando en los contenidos desde la primacía de las libertades
políticas hacia la eliminación de las desigualdades sociales; en las formas
desde una relativa moderación hasta el extremismo; y geográficamente desde los
países del Atlántico occidental hacia el este en dirección a Prusia, Austria y
Rusia, para luego de su corporización en Rusia expandirse en el siglo XX al
resto del "tercer mundo", haciendo del siglo el lugar histórico de la
revolución en la historia del mundo.
El método utilizado por Malia compara
casos desde la misma cultura y contiguos en el tiempo, generalizando de algún
modo la visión del impulso democrático hacia delante y hacia atrás en la
historia, ampliando de algún modo la visión de Tocqueville y aplicando la
sensibilidad de Weber a los problemas tratados por aquel respecto del rol
social de la Cristiandad.
Esto "significa ligar el contenido doctrinal de la doctrina de la
Cristiandad y su estructura institucional a los procesos políticos y sociales
de la "escalada" democrática. Para ello es necesario ir de nuevo al
punto de partida de Tocqueville en el año 1000, y relacionar la teología y la eclesiología
con el feudalismo y los sucesos tempranos del Antiguo Régimen, esfuerzo que por
supuesto no intentó el mismo Weber". En esta perspectiva, el radicalismo
europeo se fue moviendo desde la sedición religiosa contra la Iglesia en épocas
en que aún no existían los estados, para ir escalando desde la sedición
religiosa a la política y luego a la revolución abierta. Luego de las
revoluciones políticas de los siglos XVII y XVIII se pasó al milenarismo
científico de la revolución social del siglo XX.
Sostiene Malia que después de haber sido
un problema de la "historia política" en el siglo XIX y un problema
de la "historia social" en el siglo XX, "se ha vuelto claro
ahora que la revolución debe ser considerada en primera instancia un problema
de la "historia de las ideas"... porque la historiografía revela que los
contenidos políticos y sociales de los diferentes casos estudiados han sido
fundamentalmente moldeados por ideas".
En efecto. Entre las conclusiones a las
que arriba Malia, una es que "una gran revolución no es esencialmente un
fenómeno socioeconómico, sino uno del tipo político constitucional y
cultural-ideológico. En otras palabras, ese tipo de revolución no delimita la
transición de un modo de producción a otro - como por ejemplo de uno feudal a
otro burgués - o de una ola de desarrollo económico a otra ola - como por ejemplo
de una mercantil a otra capitalista o de una tradicional a otra moderna -
aunque ese tipo de transformaciones están de algún modo involucradas en una
revolución. Sin embargo, una gran revolución es esencialmente la crisis general
de la totalidad de un sistema nacional".
Las revoluciones "apropiadamente
descriptas como guerras internas", "reordenan las coordenadas de la
legitimidad en la res publica, sellan el final de antiguos regímenes e
inauguran nuevos órdenes, y marcan el pivote de una era a otra". Como las
guerras, las revoluciones "precipitan la competencia política en violencia
abierta, legitimando de esta manera métodos que normalmente son la antítesis de
la existencia civilizada. Y los momentos revolucionarios fundadores... fueron
todos actos violentos presagio de una coerción continua".
Malia repasa, analiza y critica diversos
estudios acerca de la revolución, deteniéndose en los análisis de Crane Buton,
Charles Tilly, Banington Moore, Theda Skopol y Georges Lefebvre, y resaltando
los aportes de los análisis de Tocqueville y Weber. De este último rescata
particularmente que "la cultura, y en particular la religión, es la
primera base de la unicidad europea". Su análisis ayuda a relacionar
personajes, acontecimientos, procesos históricos, y sobre todo la importancia,
la fuerza y el impacto de la lucha de las ideas.
El muro cayó, la revolución continúa
Lejos de ser la revolución un objeto de
estudio o análisis meramente académico, sobre todo a partir de la
"caída" del imperio soviético, la expansión geográfica hacia China,
Corea, Vietnam, Camboya, Cuba, Nicaragua, etc. nos muestran que está lejos de
haberse extinguido del curso de la historia. El entusiasmo de Chávez en
Venezuela (****) y de Morales en Bolivia, aplicados en destruir la sociedad democrática
para reemplazarla por un "socialismo del siglo XXI" así lo muestran.
El avance más importante y más difícil de revertir quizás sea el de la
revolución cultural, consistente en el abandono paulatino de los fundamentos de
la sociedad occidental, y su reemplazo por un sistema de valores invertidos en
los que el velamen queda sumergido, la quilla al viento, y la humanidad
encerrada en el casco.
Esto se percibe claramente si se pasa del
análisis de Martín Malia a la visión desarrollada desde la cárcel por Gramsci,
no mencionado en el libro de Malia sobre la revolución.
Gramsci de algún modo
"actualiza" el marxismo leninismo clásico desarrollando sus teorías
sobre la "hegemonía cultural", que lleva al dominio del hombre no
solo mediante la fuerza, sino a través del consentimiento. Así como para Lenin
la revolución cultural y la reforma intelectual y moral de las masas sucede
luego de conquistado el poder, para Gramsci sucede antes, y se transforman
primero las conciencias para luego tomar el poder. De este modo, la fuerza pasa
no solo a través de los partidos y movimientos revolucionarios, sino también a
través de las organizaciones populares, "que representan como las
"trincheras" y las fortificaciones permanentes de la guerra de posiciones".
(Cuadernos, III)
Más allá de convertir al gramscismo en
tema específico de análisis, queda claro que para los cultores de la revolución
el principal problema pasa a ser la revolución en las creencias, y la
demolición de un orden creado a lo largo de los siglos sobre la sólida base
judeo cristiana que se fundió con lo mejor de la herencia intelectual griega e
institucional romana para formar lo que fue el mundo occidental.
Desconstruyendo la religión, las
instituciones, el orden jurídico, las costumbres, la familia, se habrá dominado
el corazón del hombre. Y dominado el corazón del hombre, la revolución habrá
ganado la guerra.
Luego de Gramsci, el proceso revolucionario continúa en lo que se denomina la
"radicalización de la democracia" a través de la generación y
capitalización de los conflictos llevados a cabo mediante reivindicaciones
diversas, movimientos populares de masas, asambleas y diversos organismos, y a
través de la constitución de redes globalizadas que internacionalizan los
conflictos y logran el poder desde adentro y desde afuera de los propios
países. Cuando los contornos de la república se desdibujan, cuando la
democracia se vacía de contenido, cuando se vacían las instituciones, se está
en presencia de victorias de la revolución. Cuando a una demanda antinatural
como la solicitud el cambio de sexo de una mujer nacida con todos los atributos
de mujer, la sociedad responde con una operación de cirugía
"estética" legalmente efectuada, se puede proceder a cambiar su sexo
"legal" en el registro civil, se puede efectuar su
"casamiento" con otra mujer, y se le permite que adopte un hijo como
"padre", ("cada demanda genera un derecho y el estado tiene la
obligación de satisfacerla", especialmente si proviene de la "comunidad"
gay-lesbica-travesti-transexual-bisexual-intersexual ), también se está en
presencia de victorias de la revolución.
La violencia, y aún la violencia extrema a veces solo es necesaria en el
momento de la toma completa del poder, pero es mucho mas fácil ir demoliendo al
adversario en una lucha en la que ni el mismo sabe contra quién está luchando
ni quienes son sus verdaderos aliados y sus verdaderos enemigos. Una lucha en
la que el mismo se desarma; abandona sus "trincheras", y entrega sus
"fortificaciones" en una retirada continua y desordenada.
No alcanza para enfrentar semejante
desafío un mero análisis pragmático de la economía y de la política. Hay que
entender el fenómeno de la revolución, que va mucho más allá de las explosiones
históricas que son las que mas impresionan y llaman la atención. La memoria de
más de cien millones de víctimas que perdieron la vida en el siglo XX debería
pesar en nuestras conciencias.
En la medida en que el hombre occidental -que son de hecho cientos de millones
de personas- vaya perdiendo sus principios y convicciones milenarias, no sepa
porqué vive, no esté seguro acerca de la esencia del matrimonio y de la
familia, no asuma la educación como responsabilidad que los padres no pueden
delegar al estado, no tenga conciencia de sus responsabilidades morales y
cívicas, no se plantee con seriedad el fin del uso de su propia libertad, habrá
debilitado y abandonado sus "trincheras" y sus
"fortificaciones". En síntesis, habrá perdido la guerra, en el marco
de una paz aparente y de una violencia esterilizada.
Frente a este panorama tampoco alcanza la
llamada « contra-revolución », puesto que un tipo de sociedad no se define
existencialmente en contraposición a otro. De allí la necesidad de volver una y
otra vez sobre aquellos aspectos constitutivos de identidad que están siendo
erosionados. Los principios y valores que inspiraron nuestra Constitución de
1853 siguen siendo válidos. La verdad existe y puede ser alcanzada por la recta
razón. El bién común puede ser definido. La naturaleza humana no es moldeable como
la masilla y cuando no se respeta su esencia las consecuencias se dejan ver
rápidamente.
Pese a todo lo expuesto, un futuro mejor
es posible. Sólo requiere el desarrollo de una visión adaptada a las
necesidades de la época, y estar dispuesto a pagar el precio que implica ir
detrás de ella. Es un problema a resolver. Un desafío urgente que debe ser
asumido, so pena de dejar avanzar aún más el fermento revolucionario, y sufrir
las consecuencias, o aún evitándolas para nosotros mismos, dejarles un mundo
peor a quienes nos sucedan.
(**)Malia obtuvo su licenciatura en francés de Universidad Yale en 1944 y un
Master y Doctorado en Filosofía en historia de la Universidad de Harvard en
1947 y 1951. Fue profesor de historia ayudante en Harvard a partir de 1954
hasta 1958 y ayudante especial para adquisiciones de libros rusos en la
Biblioteca de Congreso en Washington, D.C., antes de afiliarse a la facultad de
Berkeley UC en 1958. Los trabajos principales de Malia incluyen "Rusia
bajo Ojos Occidentales," (1990), que la Revisión de Libros del New York
Times llamó "el libro más profundo publicado en cualquier lengua hasta
ahora sobre el lugar de Rusia en la historia intelectual y política
europea." Sus otros trabajos incluyen "la Tragedia soviética: una
Historia del Socialismo en Rusia, 1917-1991" (1994) "y Alexander
Herzen y el Nacimiento de Socialismo ruso 1812-1855" (1961), considerado
como una obra maestra. Carlos
Semprún dirá de el: " Malia fue anticomunista, y por lo tanto
antimarxista, como Dios manda, o sea, en nombre de la libertad y de la
democracia".
(***) History's Locomotives, Revolutions and the making of the
modern world, por Martin Milia, Yale University Press, 2006
(****) "Durante el programa semanal Aló Presidente, el pasado domingo 22
de abril, el Presidente Hugo Chávez invitó a los venezolanos a estudiar los
escritos del revolucionario ruso León Trotsky, y especialmente lo expresado por
éste en el folleto El Programa de Transición, programa de acción elaborado por
Trotsky y aprobado en el Congreso Fundacional de la Cuarta Internacional en
1938 en Chile, el cual es una de las bases fundamentales de la corriente
trotskista." : "Bueno, aquí están dadas las condiciones, yo creo que
ese pensamiento o esa reflexión de Trotsky es útil para el momento que estamos
viviendo, aquí las condiciones están dadas, en Venezuela y en América Latina. No
me voy a meter con Europa en este momento, ni con Asia. Ahí hay otras
realidades, otros tiempos, otras dinámicas, pero en América Latina están dadas
las condiciones, y en Venezuela pero por supuesto, para hacer una verdadera
revolución."
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