Argentina: En esta país, a todo gobierno le llega el día en que sus adversarios lo declaran "el más corrupto de la historia"

Atrapados en un orden disfuncional

por James Neilson

A todo gobierno argentino le llega el día en que sus adversarios lo declaran "el más corrupto de la historia". El de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no constituye una excepción a esta regla tan triste. Ni siquiera sus simpatizantes, partidarios ellos de la tesis populista "roban pero hacen", lo toman por un dechado de honestidad. Antes bien, parecen convencidos de que es una cleptocracia benigna que, a pesar de los escándalos que han protagonizado ciertos funcionarios y sus amigos, está obrando con tenacidad para hacer de la Argentina un país mucho más equitativo y más inclusivo, lo que a su entender es más que suficiente como para compensar por los eventuales pecados de sus integrantes más notorios.

En opinión de los muchos que piensan así, importa poco la conducta personal de los gobernantes: con tal que sean progresistas que están resueltos a privilegiar el bienestar de los humildes, lo demás es anecdótico porque, suponen, lo único que quieren los opositores, que son igualmente corruptos, es aprovechar los eventuales deslices de representantes de un gobierno popular con el propósito de reemplazarlos en el poder y disfrutar de las mismas oportunidades para delinquir.

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