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domingo, 26 de septiembre de 2021

¿Cómo sucede la libertad?

 Sobre el deseo

Por Glenn Hughes (*)

Debido a que hemos aparecido, emergido, en una situación, es que podemos pertenecernos a nosotros mismos, al cosmos y al fundamento del ser. Corporalmente fui concebido, gestado y salí del útero: en un tiempo y en un lugar. Soy un continuo físico con el mundo; y soy una unidad física discreta dentro de ella misma. El mundo a mi nacimiento fue floreciendo vivo a mis sentidos, ligero, frío y aromático; luego lo recibí a través de líquidos y sólidos. Y fui haciéndome más grande.

Siendo humano, crecí hacia y en la comprensión.

Desde el principio se fue extendiendo mi cuerpo, en esa combinación de exigencia física y curiosidad que nos define, un alcance que siempre fue sucediendo en relación: en relación con el resto del cosmos físico, pero más importante en relación con otras personas, otros sujetos. Como diría Heidegger, ser humano es siempre un "ser-con". Y como un “ser-con”, desde el principio anhelaba que mi físico fuera tocado, visto y amado—en mi repentinamente discreta separación como cuerpo— de modo de poder encontrarme cómodamente adaptado a mi vida humana.

Siendo humano, crecí también en y hacia la comprensión.

Debido a que un ser humano es corporal y tiene una ubicación, algunos pensadores de mayor o de menor nivel, llegan a la conclusión de que el comportamiento de un individuo está absolutamente determinado. Agregue usted todos los impactos de la ubicación, afirman, y todos los comportamientos se producen inevitablemente. Pero la verdad extraordinaria es que llega a desempeñar su parte en el drama individual de cada uno, a medida que nos vamos desarrollando, la libertad genuina —la libertad de atención, de reflexión, de elección. Así que me doy cuenta, en algún momento del camino, que formarme me corresponde a mí, que la historia de mi vida no está ya establecida, no está ya predestinada, sino que es también autodirigida. Como escribe Martin Buber: el destino más la libertad es igual al destino.

¿Cómo sucede esta libertad? No me refiero en el sentido de su "fundamento" (la inimaginable libertad de la que toda libertad ubicable se deriva), sino en términos de su aparición en mí, la libertad que uno podría decir: ¿es el crucial y supremo “yo”?

Esta es una forma de pensarlo. Ya de niño una iluminación está presionando en mí hacia la percepción de las cosas: un deseo de comprender y conocer las cosas, que es diferente de la experimentada por cualquier animal que sea meramente animal. Este deseo, incluso en el infante, es ya una noción incipiente de la realidad, del ser. Quiero desde el principio el tipo de descubrimiento que es la aprehensión de los significados. En la curiosidad más temprana del niño este ya tiene instinto de conocimiento; la potencia de descubrir ya está presente en el infante. Y durante mucho tiempo, mientras soy joven, la maravilla de la comprensión me impulsa hacia adelante. Bien podría estar afligido, disuadido e incluso a veces castigado por los descubrimientos; pero sigue alimentando el deseo de comprender la alegría nativa de ser una participación creada en una luz aún no creada.

Sin embargo, ¿qué hay de todos los demás deseos, empezando por los de las necesidades corporales y emocionales, sobre las cuales es mucho más fácil de discutir que acerca de nuestro deseo de aprehender significados? Un ser humano es una multitud sumamente compleja de deseos precisos, muchos de los cuales nos llevan a la comunión con lo verdaderamente bello y lo verdaderamente sublime, cumpliendo la trayectoria de los objetivos sensoriales y emocionales. Sin embargo, el deseo distintivamente humano de convertirse en una historia personal y humana, que se despliega junto con nuestros otros deseos, es el deseo de comprender; ese es el anhelo que conduce a la comprensión y que se sigue constantemente para buscar una mayor comprensión. Los miedos y las atracciones, los impulsos, los sentimientos de todo tipo son humanos sólo porque se refractan en el prisma de la comprensión (aunque sea levemente). Es encontrar y hacer significados en lo que consiste el métier humano.

Los significados se acumulan para nosotros, conforman nuestro mundo humano, y como todos saben, cuanto más significados llegamos a conocer, más significados reconocemos que están más allá de nosotros. En nuestra orientación más pura y atenta a aquello en lo que estamos situados, el cosmos, deseamos que todo tenga sentido, queremos comprender qué es el ser, qué es ese todo del que estamos hechos. Después de todo, ¡sólo conociendo el significado del todo, podría conocer el significado de la parte del todo que soy yo mismo!

Preguntémonos: como forma distintiva de participar en el todo, ¿qué es este querer saber todo sobre todo aquello que me define como humano? Convertirse en todo lo que la mente toca a través de la comprensión es una potencia. "Convertirse" aquí no es una metáfora. La mente humana se convierte, de hecho, en aquello que comprende. 

Para nosotros esta extraña verdad de la cognición, primero articulada sistemáticamente por Aristóteles, ha sido oscurecida por varias influencias. Primero, la del cartesianismo simplista; segundo por las lúgubres consecuencias de cada variedad del Departamento del Reduccionismo Materialista, y tercero, por la propensión -por todos y en todas partes- de imaginar que cualesquiera sean los objetos sobre los que el sujeto podría estar investigando y se está preguntando, estos mismos por el otro lado se enfrentan unos a otros como objetos físicos en el espacio. 

El sujeto es imaginado estar "aquí" (en algún lugar de la cabeza), y a todo lo demás se lo imagina como estando "ahí fuera", o con respecto a los objetos que de alguna manera también están "dentro" del yo, como estando "también en aquí." Todo este tipo de pensamiento está basado en la suposición de que la mente y todo lo demás son simplemente objetos espaciales que existen uno al lado del otro, uno fuera del otro.

Pero la realidad respecto de la mente y sus operaciones es por el contrario sorprendente, divertida y emocionante. Aristóteles planteó la cuestión de manera sucinta: la inteligencia en acto y lo inteligible en acto son una y la misma cosa. ¿Por qué? Porque un objeto comprendido (ya sea una manzana, un hecho o una emoción), en la medida en que de hecho se comprende, constituye un patrón de significado inteligible; lo que posee la inteligencia a través del discernimiento es ese mismo patrón de significado; y esta "forma" (como la llamaron Platón, Aristóteles y Tomás de Aquino) es idéntica en el entendimiento y en lo entendido. Así se actualiza el potencial de la mente para convertirse, digamos, en la manzana. La manzana material existe sobre la mesa; pero la forma de la manzana no es menos real en mi mente que en ella, y una forma es idéntica a la otra. Nada de esto es incompatible con la independencia real de la manzana física respecto de mi concepción de ella.

Entonces: ¿qué quiero finalmente llegar a ser a través de la comprensión? Todo. Ese es el deseo natural de toda persona. Y este anhelo irrestricto no carece de emoción. Es un anhelo , un cuestionamiento saturado de anhelo, que se manifiesta más libremente en los ojos del infante y en el desenfrenado entusiasmo del niño pequeño.

El flujo corporal de "otros deseos" —impulsos, instintos, posesividad, compulsiones, tiranías de la lujuria por el placer y la comodidad, el retroceso de los miedos y las repulsiones— todos estos rodean, contextualizan e interfieren con el deseo de comprender. Pero estos otros deseos también se encuentran entre los animales. Aunque es solo humano el deseo de comprender y conocer, y luego amar conscientemente —el proyecto más elevado y el propósito último del conocimiento, de todo conocimiento—. Su presencia es la personalidad, y su cumplimiento, en su incrementalidad, es la realización del espíritu.

Usando el término en este sentido, ¿es el "espíritu" —siempre en marcha como el flujo de un cuestionamiento irrestricto basado en mi ser situado corporalmente— lo que es más que nada el “yo mismo”? ¡Ciertamente! ¿Qué soy yo"? ¡Soy un espíritu individual situado!

El resurgir de mí mismo como espíritu, sin embargo, no fue obra mía. La personalidad humana, aunque soy yo mismo, es también la base del ser mismo, emergente dentro del desbordamiento del ser creado, a la búsqueda consciente de sí mismo.

Esta búsqueda, tal vez sea innecesario decirlo, puede extraviarse. Los deseos descarriados pueden alejarme de la personalidad. (Es decir: se puede decir que son deseos “descarriados” los deseos que me alejan de la personalidad). Para ser más específico: hay deseos que permito que me alejen de la comprensión, del conocimiento, de la elección bien y del amor. Cuando sucumbo a tales deseos, ¿es esa "mi" elección? ¿Estoy convirtiéndome en “yo” también a través de ellos?

La respuesta es complicada. Digamos simplemente que el espíritu puede elegir la falta de espíritu. Y lo hace.

Glenn Hughes es profesor de filosofía en St. Mary's University en Texas. Es autor de varios libros, entre ellos Trascendencia e Historia (Missouri, 2003); Una pregunta más hermosa (Missouri, 2011); y coeditor, con Charles Embry, de The Eric Voegelin Reader: Politics, History, Consciousness (Missouri, 2017).

(*) Traducción de Pablo López Herrera


Leer más aquí (Fuente: https://voegelinview.com/)

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