La fuerza de la verdad
Por Pablo López Herrera
Marzo
de 2019
A fines de 1973 está a punto de culminar el período
de veinte años desde la muerte de Stalin. En 1970, a los cincuenta años, ha
fundado su familia con Natalia Svetlova, veinte años menor, matemática,
disidente, dactilógrafa y entregada totalmente al escritor desde el primer
encuentro. De esa unión han nacido sus tres hijos, Ermolai (19719, Ignat (1972)
y Stepan (1973).
Solzhenitsyn ha realizado
su inserción social luego de su paso por el Gulag y del exilio interior, y ha
pasado del anonimato al otorgamiento del premio Nobel de literatura en octubre
de 1970, constituyendo una verdadera molestia para el régimen comunista.
En su camino de entrega personal a la vocación
“político literaria” y como parte de ella, Solzhenitsyn participa en el
circuito del “samizdat”, donde circulan sus escritos. Entre ellos se cuenta el texto
terminado en septiembre de 1973, pocos meses antes de su destierro, que publicará
el Washington Post el 18 de febrero de 1974: Vivir sin mentira, que tiene un mensaje que sigue vigente,
transcurrido ya casi medio siglo. En él, destaca la importancia de la lucha
contra la mentira como método de lucha contra la violencia, que quizá sea un más
profundo enemigo de la paz que la propia guerra.
Ya en el discurso escrito con motivo del
otorgamiento del premio Nobel analiza el escritor esta relación entre violencia
y mentira: “la violencia no vive en soledad y no es capaz de vivir sola:
necesita estar entremezclada con la mentira. Entre ambas existe el más íntimo y
el más profundo de los vínculos naturales. La violencia halla su único
resguardo en la mentira y el único soporte de la mentira es la violencia.
Cualquier persona que ha hecho de la violencia su método, inexorablemente debe
elegir a la mentira como su principio. En sus inicios, la violencia actúa
abiertamente y hasta con orgullo. Pero, ni bien se vuelve fuerte y firmemente
establecida, siente la rarefacción del aire que la circunda y no puede seguir
existiendo si no es en una neblina de mentiras revestidas de demagogia. No
siempre, no necesariamente aprieta abiertamente los cuellos; es más frecuente
que exija de sus súbditos solamente un juramento de lealtad a la mentira;
solamente una complicidad en la falsedad.”
Pero el arte tiene su función y el artista, especialmente
el escritor, siempre que asuma esa responsabilidad con valentía, desempeña en
la lucha contra la mentira el rol de “causa eficiente”: “¡El simple paso de un
simple hombre valiente es no participar de la falsedad, no apoyar falsas
acciones! Que la mentira ingrese al mundo, que incluso reine en el mundo – pero
no con mi ayuda. No obstante, los escritores y los artistas pueden lograr más:
¡pueden vencer a la falsedad! ¡En la lucha contra la falsedad el arte siempre
ha vencido y siempre vence! ¡Abiertamente, irrefutablemente para todo el mundo!
La falsedad puede ofrecer resistencia a muchas cosas en este mundo, pero no al
arte.”
“Vivir sin mentira” es equivalente a “vivir en la
verdad”, lo que por un lado es coherente con el “realismo ontológico y
filosófico” del escritor, pero también le suministra el marco de referencia
adecuado a todo el que elija ese “camino de la verdad”, para estar bien
“ubicado” en la vida y que la aguja de su brújula señale siempre al norte… En
el terreno puramente político, es un buen punto de partida para participar en
la sustitución del régimen comunista sobre bases sólidas, objetivas y pacíficas,
que es la inquietud permanente del escritor.
Para el escritor se trata de poner en marcha un
proceso. ¿Cómo? Lo primero –como siempre- es ubicarse en la situación y sus
causas: ¿dónde estamos?, pues ni más ni menos que casi tocando el fondo… “hemos
sido adoctrinados en cursos políticos, y de la misma manera se fomentó la idea
de vivir cómodamente, y que así todo vaya bien para el resto de nuestra vida.” Pero
con todo lo que sucedió las consecuencias del error comunista son claras y evidentes:
“Ahora que las hachas han hecho su trabajo, cuando todo lo que se sembró ha
brotado de nuevo, vemos cómo se equivocaron aquellos jóvenes presuntuosos que
creyeron que a través del terror, de la rebelión sangrienta y de la guerra
civil harían de nuestro país un lugar digno y feliz.”
Pero el proceso no es muy atrayente para un hombre
deshumanizado, necesitado de “permanecer
en la manada” (hoy diríamos en la corrección política) por temor a explorar
nuevos caminos en soledad y carente de fuerzas. Se pregunta Solzhenitsyn: “¿carecemos
de fuerza? nos han robado la esperanza, y hemos sido tan deshumanizados que por
una modesta ración de comida diaria estamos dispuestos a abandonar todos
nuestros principios, nuestras almas, así como todos los esfuerzos que
realizaron nuestros predecesores y todas las oportunidades para nuestros
descendientes. No queremos que molesten a nuestra frágil existencia. Carecemos
de firmeza, de orgullo y de entusiasmo. No tememos ni a la muerte universal por
las bombas nucleares ni a una Tercera Guerra Mundial, y ya nos hemos refugiado
en las grietas. Sólo tememos a los actos de valor civil. Sólo tememos
separarnos de la manada y dar un paso solos, y encontrarnos de pronto sin pan
blanco, sin calefacción y sin estar empadronados…”
En 1973 faltan veinte años todavía para el cambio de
sistema. En ese contexto Solzhenitsyn se interroga si es posible hacer algo en
la Unión Soviética con el comunismo. Y si se puede hacer algo, qué es lo que se
puede hacer. Su respuesta es que luchando contra la mentira es posible “hacerlo
todo”, aunque todavía “no hayamos madurado lo suficiente como para dirigirnos a
las plazas a gritar la verdad o a expresar en voz alta lo que pensamos.” Sabemos
que los actos de coraje externo y visible no son necesarios siempre y para
todos, pero también somos conscientes que
“…nada sucederá mientras sigamos reconociendo, alabando y fortaleciendo… el más
perceptible de sus aspectos: la mentira.”
La relación personal con la verdad y la mentira constituyen
entonces el fondo de este mensaje que destaca la responsabilidad de todos en la
lucha por la verdad: “la violencia… nos pide obedecer a la mentira y participar
diariamente en la mentira– Toda la lealtad exigida descansa en esto. Y la
salida más simple y más accesible a la liberación de la mentira descansa
precisamente en esto: ninguna colaboración personal con la mentira. Aunque la
mentira lo oculte todo y todo lo abarque, no será con mi ayuda. Porque cuando
los hombres renuncian a mentir, la mentira sencillamente muere.”
La perspectiva que presenta Solzhenitsyn muestra hacia
el futuro no es un camino de rosas, pero es el que hay que recorrer: “es
peligroso, pero déjennos negarnos a decir lo que no pensamos. Este es nuestro
camino, el más fácil y accesible, el que tiene en cuenta nuestra arraigada,
inherente cobardía.” Para “Vivir sin mentira”, “….cada uno, en su intimidad,
debe realizar una elección: o seguir siendo siervo de la mentira voluntariamente…
o despreciar la mentira y volverse un hombre honesto y digno de respeto tanto
para los hijos como para los contemporáneos.”
Su programa mínimo incluye una guía tentativa de
instrucciones que no incluye “todas las desviaciones posibles y necesarias de
la falsedad, pero una persona que se vaya purificando fácilmente sabrá
distinguir otros supuestos.”
Así, a partir de ese momento, (quien se pliegue a la
lucha)
- No escribirá, firmará o imprimirá por ningún medio
una sola frase que, en su opinión, deforme la verdad.
- No dirá esa misma frase ni en público ni en
privado, ni por sí mismo ni por instigación de otro, ni como agitador,
profesor, educador, ni siquiera como actor.
- No representará, adoptará o difundirá una sola
idea que considere falsa, o que distorsione la verdad, ya sea a través de la
pintura, la escultura, la fotografía, la técnica o la música.
- No citará fuera de contexto, ni oralmente ni por
escrito, sólo por complacer a alguien, o para enriquecerse, o por lograr éxito
en su trabajo, una idea que no comparta o que no refleje con precisión el
asunto en cuestión.
- No se obligará a asistir a manifestaciones o a
reuniones contra su voluntad, y tampoco levantará ningún cartel o eslogan que
no acepte completamente.
-No levantará la mano para votar a favor de una propuesta
con la que no simpatice sinceramente, ni votará públicamente o en secreto a
quien considere indigno o dude de sus capacidades.
- No se obligará a asistir a una reunión en la que
quepa esperar una discusión forzada o distorsionada de una cuestión.
- Abandonará inmediatamente cualquier reunión,
sesión, conferencia, representación o película en la que el orador mienta,
distribuya estupideces ideológicas o propaganda desvergonzada.
- No se suscribirá ni comprará ningún periódico o
revista en los que la información sea deformada o donde los hechos principales
sean ocultados.”
Y una vez más, el escritor reitera que la libertad
no es gratis. Hay un costo para ser libres y los resultados no serán inmediatos:
“… al principio no será igual para todos. Algunos, al principio, perderán sus
empleos. Los jóvenes que quieran vivir en la verdad tendrán, al principio,
muchas complicaciones, porque se exigen declaraciones llenas de mentiras, y es
necesario elegir.” El cambio tiene un precio y exige coraje. La necesidad y la simultánea
carencia de coraje serán uno de los temas sobre los que se ocupará en pocos
años más en su famoso discurso de Harvard, refiriéndose más al mundo occidental
en esa oportunidad.
El punto central y el problema es que si el hombre
contemporáneo no está dispuesto a pagar el precio, quizás no merezca la
libertad: “si nos amedrentamos, incluso después de haber dado este paso,
entonces es que somos inútiles e indignos, y se nos podrá lanzar a la cara el
desprecio de Pushkin: “¿Por qué debería tener el ganado los regalos de la
libertad? Su herencia, generación tras generación, es el yugo y el látigo”… “no
hay ninguna escapatoria para alguien que quiera ser honesto. Todos los días,
cualquiera de nosotros tendrá que enfrentarse con al menos una de las
situaciones que acabamos de mencionar, incluso si es investigador en la más
exacta de las ciencias. Verdad o falsedad: libertad o servidumbre espiritual.”
Pero si lo paga, el hombre hará posible que reine la
verdadera paz. En el discurso escrito con motivo de la recepción del premio Nobel,
Solzhenitsyn expresa su esperanza en este final: “Y, ni bien la mentira sea
expulsada, quedará revelada la desnudez de la violencia en toda su fealdad – y
la violencia, decrépita, caerá.”
No puedo decir otra cosa más que: fascinante, enriquecedor, altamente humano,
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