Eugenismo, contracepción, revolución sexual: las tres victorias del transhumanismo
Por Grégor
Puppinck
El proyecto de ley sobre bioética "PMA
para todos", más allá de su medida emblemática, introduce una serie de rupturas todavía más
fundamentales: separa completamente la procreación de la sexualidad al
introducir la PMA no terapéutica; hace independiente de la edad a la capacidad
de procrear, legalizando la auto conservación de los gametos; fomenta la
eugenesia a través de la extensión del diagnóstico prenatal y previo a la implantación;
libera la explotación y la modificación genética de embriones humanos; favorece
el aborto al eliminar el período de reflexión y el permiso de los padres a los
menores; elimina el límite entre el hombre y el animal al autorizar el
trasplante de células humanas en embriones animales; sustituye la voluntad a la
biología como fundamento de la filiación.
La brutal supresión de las protecciones
y prohibiciones pacientemente establecidas por las leyes anteriores deja sin
palabras. Es como si el dique bioético se derrumbara delante de nuestros
ojos, arrastrado por la perspectiva progresista que anima a la mayoría
parlamentaria. Por lo tanto, para comprender la filosofía que subyace a este
proyecto de ley, y que le da coherencia, es necesario ir a las raíces mismas de
este progresismo-cientista, que hoy se denomina transhumanismo y en cuya huella se inscribe el diputado Jean-Louis
Touraine, relator de la ley, también un militante activo de la GPA y de la
eutanasia.
A este respecto, es importante comprender que
todas estas medidas son parte de un vasto proyecto de transformación del hombre
que tiene profundas raíces en el pensamiento de la Ilustración, en particular
en Condorcet. que creía "que no se
ha mencionado ningún límite a la perfección de las facultades humanas”, y
que "la perfectibilidad del hombre
es realmente indefinida" (1795). Ese progresismo ha encontrado las
bases científicas de su visión filosófica acerca del destino de la humanidad,
en la extrapolación de la teoría de Darwin, y haciéndolo, también de una nueva
moral. Según esta visión, el hombre es un ser espiritual (es decir,
dotado de inteligencia y voluntad) cuya conciencia provendría de la vida, y la
vida de la materia. Así, el hombre sería un mutante involucrado en un
proceso constante de evolución - y elevación - por la emancipación primero de
la materia inerte y luego de la vida animal, para alcanzar una forma de vida consciente,
una vida "humana". Por lo tanto, nuestra humanidad no quedaría
fija en un estado dado, natural, sino que progresaría a medida que avanza el
proceso de dominación de la materia, que culmina en la dominación de la
voluntad individual sobre su propio cuerpo. El progreso, como un proceso
de espiritualización, se convierte así en la condición y en la medida de
nuestra humanidad. El cuerpo, en el proceso, se devalúa, se reduce a
simple materia animal; y la vida solo es un material. Esto explica,
por supuesto, la eugenesia, pero también la valoración contemporánea de las
diversas formas de sexualidad no fecundantes. Porque estas formas de
sexualidad prueban que incluso en este aspecto particularmente animal de
nuestro ser, el espíritu individual puede escapar de lo que se da naturalmente,
y trascenderlo. Menos animales, estas sexualidades serían por lo tanto más
humanas.
La eugenesia y la sexualidad están así íntimamente
ligadas. También lo están dado que el control de la sexualidad es una
condición y una herramienta de la eugenesia. A través del control de la
sexualidad, se busca el control de la procreación, y más aún, el de la
"vida". Puesto que el control de la vida es una forma completa
de dominación de nuestra inteligencia, no solo sobre nuestro cuerpo natural,
sino también sobre el proceso general de evolución de la humanidad. Solo
el control biológico de la vida permitiría al hombre trabajar conscientemente en
la búsqueda y en la aceleración del progreso de la evolución de la especie
humana. Este es el programa del transhumanismo, que se ha
implementado progresivamente a medida que las tecnologías le proporcionan los medios.
En una primera etapa, antes del descubrimiento
del ADN (1953), este programa se centró por primera vez en la especie humana y
sobre las razas, y se llamó eugenesia.
Sus promotores más radicales provienen todos del mundo del libre pensamiento y
la masonería. En Inglaterra, el filósofo Herbert Spencer agrega a la ley general
de la evolución la de "supervivencia
del más apto" (1864). Estima que el medio por el cual la
selección natural se lleva a cabo dentro de la especie humana es la competencia
entre personas, sociedades y razas, asegurando la eliminación de los más
débiles y el triunfo de los más aptos, y así se da el progreso. Su
trabajo se complementa con el de Thomas Huxley, el abuelo de Julian y Aldous,
que desarrolla una filosofía monista en torno al evolucionismo. En este
esfuerzo lo acompaña el biólogo alemán Ernst Haeckel, eugenista radical,
favorable al suicidio y la eutanasia. Haeckel fue uno de los miembros más
eminentes de la Federación Internacional
de Libre Pensamiento, así como de la Liga
Pan-Alemana y la Sociedad Alemana de Higiene Racial, las que contribuyeron
significativamente a la doctrina nazi.
En Francia, la eugenesia radical fue
introducida en 1862 por Clemence Royer, fundadora de la obediencia
masónica Droit Humain, que hizo preceder
su traducción de El origen de las especies de Darwin por una diatriba progresista
que denuncia a los "representantes descartados
o degenerados de la especie". Es seguida por Paul Robin, cercano
a Bakunin y Ferdinand Buisson, quien fundó en 1896 una Liga para la
Regeneración Humana cuyo propósito es promover la anticoncepción, el aborto y
la libertad sexual. Eugenista, el desea trabajar para el surgimiento de
una "nueva raza, científicamente
mejorada" que haría desaparecer delante de ella todos los "residuos
de una falsa civilización". Para él, el respeto "de la castidad, de la pureza, es el
último colgajo más resistente a la destrucción de las doctrinas metafísicas que
siempre han oprimido a los humanos". Charles Richet, Premio
Nobel de Medicina en 1913 y vicepresidente de la Sociedad Francesa de
Eugenesia, aboga por "la eliminación
de las razas inferiores" y "anormales".
Los ejemplos podrían multiplicarse. Todos están convencidos de haber
descubierto la verdad del progreso humano y odian el cristianismo, del cual
denuncian (con Nietzsche) el carácter antinatural de la caridad hacia los
débiles.
Los movimientos neomalthusianos y
eugenésicos rápidamente se dieron cuenta de que su programa solo podía
implementarse efectivamente a condición de separar la sexualidad de la
procreación, si fuera posible con el consentimiento de los interesados (aunque
no necesariamente). Margaret Sanger, fundadora de Planificación familiar, lo
dijo muy claramente en 1922: "ninguna
esperanza de progreso es posible mientras no alcancemos una nueva concepción
del sexo, que no sea simplemente un acto procreativo, un necesidad
biológica para la perpetuación de la raza, sino un modo de expresión psíquica y
espiritual”. El control de la procreación, por lo tanto, tiene un
doble propósito. Su objetivo es, por un lado, "evitar el nacimiento de quienes transmiten su imbecilidad a sus
descendientes" (propósito eugenésico); pero también es, e incluso "primero, un instrumento de
liberación y desarrollo humano" (finalidad espiritual). Para
ella, "a través del sexo, la
humanidad puede alcanzar la mayor iluminación espiritual que va a transformar
el mundo, que va a iluminar el único camino hacia un paraíso terrestre".
Julian Huxley, hermano de Aldous y
primer director de la Unesco, también milita para la difusión de la
anticoncepción y del aborto como medios de limitación de los nacimientos de los
seres "inferiores".
Pero va más lejos y recomienda actuar no solo sobre la sexualidad (mediante la esterilización),
sino también sobre la procreación (mediante la selección). Para él, "podrían surgir todo tipo de
posibilidades" si la sociedad adoptara el sistema recomendado por
Hermann Müller, consistente en la "separación de las dos funciones de
sexualidad y reproducción" y utilizar para la procreación los gametos de "unos pocos machos altamente dotados”.
Esta separación no solo mejoraría la raza humana, sino que también haría que
las relaciones sociales fueran más altruistas, porque estarían menos influenciadas
por la competencia sexual, como las sociedades de hormigas o abejas.
Hermann Muller, ganador del Premio Nobel en 1946, fue el primero en proponer la
creación de un banco de esperma con el propósito de recolectar y diseminar las
semillas de hombres superiores. Propuso a Stalin en 1936 que contribuyera y
lo utilizara para regenerar la población de la URSS.
El vínculo explícito entre la eugenesia
y la revolución sexual aparece claramente en la fundación en 1928 de la Liga Mundial para la Reforma Sexual, que
milita a la vez por la anticoncepción, la eugenesia y la aceptación de las "personas sexualmente anormales".
Margaret Sanger, los herederos de Paul Robin o Julian Huxley se encuentran
entre sus miembros y apoyos. El mismo grupo de personas se une poco
después en la fundación de movimientos que trabajan para la legalización de la
eutanasia. La mayoría proviene de las filas de las sociedades
eugenésicas; son impulsados por el
mismo deseo de dominar la vida.
Más allá de la separación de la sexualidad respecto
de la procreación (a través de la anticoncepción), luego de la procreación respecto
de la sexualidad (la primera fertilización in
vitro de conejos se lleva a cabo en 1934), todavía es posible un tercer
grado de separación: el de gestación respecto del cuerpo. Fue
concebido en 1923 por el genetista británico J. B. S. Haldane, quien prevé la
gestación por útero artificial y lo denomina "ectogénesis".
Este tercer paso no se ha realizado hasta la fecha, pero ya está preparado en
los laboratorios, más aún debido a la difusión de su forma
"artesanal" que es la gestación por terceros.
Julian Huxley, J.B.S. Haldane y
Hermann Muller se conocen bien por haber firmado conjuntamente un
"Manifiesto de Genetistas" en 1939, recomendando a los gobiernos
adoptar "una especie de marco
consciente de selección" para hacer posible la mejora genética de las
generaciones futuras. Julian Huxley le dio un nombre a esta visión prometea de
la humanidad, la llamó "transhumanismo" y la declaró "religión del futuro", en la
misma época en que presidió la fundación de la Unión Internacional Humanista y Ética. Aldous Huxley, hermano
de Julian y nieto de Thomas, estaba por lo tanto en una buena posición para
comprender esta visión y exponerla en el Brave
New World. No necesitaba inventar el contenido del libro, era suficiente
para escuchar a sus familiares.
Desde entonces, estas grandes figuras
han tenido herederos, que se pueden encontrar en Francia principalmente en el
seno de la tradición masónica. Sus nombres incluyen a Pierre Simon, Henri
Caillavet o Jean-Louis Touraine y esencialmente solo repiten e intentan aplicar
un proyecto ya antiguo. Militaron para la legalización de la
anticoncepción, el aborto, la eutanasia, el GPA. En cuanto a la
eugenesia, esta se ha vuelto más eficaz al volverse liberal y sofisticada; pero
su forma primaria todavía se ve a veces, como cuando Henri Caillavet declaró en
2001 que "permitir que un niño
discapacitado venga al mundo es una falta de los padres y quizás incluso el
testimonio de un egoísmo desproporcionado". Para Pierre Simon, como
para Jean-Louis Touraine, el punto de "cambio antropológico" fue la
aceptación de la primera separación entre sexualidad y procreación, es decir, la
anticoncepción. "Todo lo
demás", dice este último, es solo una consecuencia”.
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