Una oportunidad para revertir la decadencia
POR ORLANDO FERRERES
La decadencia de la Argentina lleva más de 85 años, desde que se inició con el golpe de estado de 1930, aunque se pueden detectar síntomas anteriores a esa fecha.
Nuestro problema es un problema moral dado que nuestra moral es muy acomodaticia, una moral de conveniencias, sin principios ni convicciones firmes.
El problema se fue acentuando con el paso del tiempo y la inflación terminó por engendrar un tipo de persona, el argentino, que quiere resultados inmediatos, resultados ya, es infantil en este sentido, no tolera esperar.
De las algo más de 602.000 empresas que funcionan como tales en nuestro país, una parte es prebendista o extractiva, o sea se acercan a cualquier gobierno, aunque sea malo para el desarrollo del país, con tal de obtener migajas inmediatas a costa de la comunidad.
El sindicalismo, creado y manejado desde arriba por los gobiernos, la columna vertebral de un movimiento político, logra por distintos mecanismos de recaudación compulsiva a la población financiamiento para sus tareas sindicales aunque también para ellos mismos, individualmente.
Los argentinos han tenido que enviar sus ahorros al exterior, como protección contra los políticos (sea del Ejecutivo o del Legislativo) que cada tanto le cambian por un bono estatal a 10 años sus ahorros en el sistema financiero. Llamamos ahorro a lo que les va quedando en los bancos a los argentinos pues el poder adquisitivo de ese dinero se lo va comiendo una inflación que fue de 75 % promedio anual desde 1944 hasta ahora.
La Justicia convalidó casi todo desde 1930 y se adaptó a la forma de proceder de los argentinos. Podría haber sido una barrera para lo que ocurrió pero no logró ese objetivo.
Para simplificar todo en una sola cosa podemos resaltar que la pobreza, según la UCA, se calcula ahora en 29 %, lo cual es la consecuencia de todas las políticas aplicadas sin pensar en el país, sin pensar en invertir en infraestructura o en generar más empresas formales que son las que ocupan productivamente a los argentinos.
Todos y cada uno en lo suyo tenemos responsabilidad en esta decadencia y es el momento de poner el hombro para revertir esa situación. Esta recuperación será gradual, como fue gradual nuestra decadencia, pero ya hoy esta decadencia es evidente, sobre todo comparándonos con los países vecinos o con aquellos que eran iguales a nosotros hace 100 años: Canadá, Australia, Nueva Zelanda.
Espero que no nos confundamos, el problema no es económico, éste es sólo una manifestación evidente de nuestro problema. El verdadero problema es moral y es desde ahí donde tiene que venir el reconocimiento del daño que hemos hecho y el cambio que debemos impulsar, es decir, la reparación del desorden y de la decadencia que hemos causado.
Orlando J. Ferreres
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