viernes, 25 de mayo de 2018

5. Las virtudes del gobernante en Macbeth

5. Las virtudes del gobernante en Macbeth


5.1. La intemperancia y la codicia en los dirigentes políticos tiene efectos sociales

El "factor moral" y la conducta pública de los dirigentes no pertenecen a la esfera del ámbito privado en la medida que los criterios con que guían su actividad repercuten en la vida social. Sus cualidades morales deben ser tema de análisis como lo son sus cualidades profesionales. En "la era del conocimiento", es esencial el que tiene como objeto el análisis de la naturaleza humana de los que dirigen, puesto que su actividad condiciona nuestra manera de vivir y de morir. En particular, cuando se trata de posibles tiranos respecto de los cuales la pasividad no es una opción: "¡Ah, sangra, sangra, pobre patria! No temas tiranía, pues no se atreve el bueno a combatirte...". [1]

Macbeth nos proporciona algunas guías para esa reflexión. La psicología de los personajes de la obra, la utilización de malas artes para la construcción de poder, y las inevitables consecuencias del nefasto accionar de Macbeth se acumulan a lo largo de la historia. El problema, es que toda "carrera de poder" construida de esa forma, termina en el desequilibrio y la derrota. Y el precio de esa locura y de ese revés se carga siempre en la cuenta de los gobernados y arrastra a los países a la ruina. Para muchos gobernantes, el origen del poder lo constituyen sus conquistas y victorias. Decía Napoleón: "Mi poder está basado en mi gloria, y mi gloria en las victorias que he logrado. Mi poder caería si yo no le diera como sustento más gloria y nuevas victorias. La conquista me hace ser lo que soy; solo la conquista me puede mantener."

Shakespeare nos ayuda a interrogarnos sobre los límites entre el manejo prudente de un poder legítimamente obtenido y el uso arbitrario de los instrumentos de gobierno para los fines propios del gobernante, y las consecuencias que se derivan: "Lo que el mal emprende, con mal se refuerza." El mal pide más mal. En la búsqueda y el uso del poder, es fácil deslizarse por la pendiente y avanzar alegre y largamente sobre los límites y las barreras del decoro y del sentido común. Y si la realidad y el sentido común colisionan con los intereses, tanto peor para la realidad y para el sentido común. Eso es lo que nos muestra Macbeth. Pocos personajes tan ricos como Macbeth y Lady Macbeth para analizar un caso basado en la ambición y el mal uso del poder.

En un interesante diálogo, Malcom y Macduff tratan acerca del futuro de Escocia, una vez que fuera muerto Macbeth. Analizan la conducta que sería "recomendable" para el rey destinado a reemplazarlo, en contraposición a las virtudes y vicios del propio Macbeth.

Malcolm, heredero legal de Duncan, quiere ver la reacción de Macduff y se presenta a sí mismo como un libertino sin corazón. Enumera sus propios vicios y defectos, y las tentaciones a las que se verá expuesto como rey, y manifiesta tener temor por su propia lujuria y por su codicia, describiendo que tampoco su reino va a ser mejor que el de Macbeth para Escocia. Se refiere a sí mismo como alguien “...en quien está tan injertado todo género de vicios que, cuando se destapen, el negro Macbeth parecerá más blanco que la nieve y el pobre país le tendrá por un cordero, comparado con mis vicios infinitos (…) Es cierto que Macbeth es sanguinario, lascivo, codicioso, pérfido, falsario, violento, malicioso, con tintes de todo pecado que tenga nombre... pero mi lujuria no tiene fondo, ninguno (…) Además, crece en mi carácter mal compuesto codicia tan insaciable que, si yo fuera rey, acabaría con los nobles por tener sus tierras, desearía las joyas de éste, la casa de aquél, y tener más sería como una salsa que más hambre me diera, haciéndome emprender injustos pleitos contra fieles y leales para hundirlos por sus bienes (...) Soy fecundo en variaciones sobre cada delito, que practico de muchas maneras. Si tuviese yo el poder, echaría la miel de la concordia a los infiernos, turbaría la paz del mundo, destruiría la unidad de la tierra."[2]

Prudentemente Macduff le aclara que la intemperancia y la codicia sin límites llevan a la tiranía: "la intemperancia sin freno es tirana de la vida: ha causado la prematura pérdida de tronos y la caída de muchos reyes (…) La codicia arraiga hondo y crece con raíces más perversas que la lujuria, flor de verano; fue la espada que dio muerte a muchos reyes nuestros."[3] Y le recuerda también que la virtud es la fuente de equilibrio entre las solicitaciones que se presentarán al rey, dado que las decisiones que tome van a afectar vidas y haciendas: "Damas complacientes no escasean y en vos no puede haber tal buitre que devore a cuantas se ofrezcan a la soberanía al verla en tal disposición. Escocia es pródiga en recursos que colmarán vuestro deseo, y sólo en vuestras propias tierras. Todo eso lo equilibran las virtudes." [4]

Cuando Macduff se horroriza al ver lo que significaría Malcom como reemplazante de Macbeth, el heredero desmiente sus dichos aclarando que realiza esta descripción tan desfavorable de sí mismo  para ver la reacción del propio Macduff y finalmente se rectifica: "Desde ahora, poniendo por testigo al Dios del cielo, me entrego a tu guía y me retracto de las acusaciones que me hacía: me desdigo de los vicios y defectos que me he imputado por ser estos extraños a mi ser. Todavía no conozco mujer, nunca he perjurado, apenas codicié lo que era mío, nunca he sido desleal, jamás traicionaría al diablo con los suyos y amo tanto la verdad como la vida. ... El que soy realmente tuyo es, y al servicio de mi patria." [5]



5.2. Shakespeare destaca las virtudes de un buen rey

Las virtudes cristianas son las que se esperan en un buen rey. Según Macduff, "la intemperancia sin freno es tirana de la vida: ha causado la prematura pérdida de tronos y la caída de muchos reyes. ... pero a todo eso lo equilibran las virtudes."[6]

La imagen del rey Duncan y de la reina, que se plantean como modelos es descripta en términos inequívocos: "Vuestro augusto padre era un rey sacrosanto, y vuestra madre, la reina, más veces de rodillas que de pie”[7]. Para Shakespeare parece clara la vinculación entre sí de las diferentes virtudes y vicios. Un rey para quién "esposas, hijas, madres y doncellas" constituyeran trofeos de caza, sería un rey a quien el estado de pecado y la transgresión simultánea de tres o cuatro mandamientos quitaría la objetividad necesaria para gobernar, lo impulsaría a rodearse de colaboradores en su mismo estado y le impediría la visión de un recto orden social. Y a todo ello lo equilibran las virtudes. Malcom enumera como al pasar las virtudes que convienen al rey: "justicia, verdad, templanza, constancia, largueza, perseverancia, clemencia, humildad, entrega, paciencia, valor, fortaleza". [8]

Todas estas virtudes pertenecen a la cultura de la cristiandad:

-      "Verdad y humildad" soportan la prudencia en el actuar, el criterio para discernir, el orden de las prioridades, y la ubicación a cada momento respecto de los fines y de los desvíos que se producen.
-      "Entrega y valor" refuerzan la entrega a la vocación de servicio y la ausencia de temor para enfrentar las contradicciones y las innumerables piedras en el camino.
-      "Justicia, fortaleza y templanza" garantizan la ecuanimidad, la capacidad de encarar desafíos y la probidad personal.
-      "Constancia, perseverancia y paciencia" se requieren para "pelear el buen combate" sin aflojar hasta el final, sin dejarse acobardar por los innumerables reveses que se encontrará en el camino y teniendo benevolencia respecto de amigos y adversarios.
-      Finalmente, "largueza y clemencia" son necesarias para fundamentar un espíritu generoso, con juicios ecuánimes y una clara conciencia de la obligación moral de asistir a los necesitados.

5.3. La fe estuvo alguna vez en las consideraciones de los dirigentes

Hay también otras manifestaciones del espíritu cristiano de Shakespeare en Macbeth.

Los nobles ponen en manos de Dios sus acciones, tanto en la investigación como luego en la lucha contra el asesino de Duncan. Como afirma Dalrymple, "los hombres de bien, comprometidos en una empresa común, se fortalecen en los valores compartidos", como el sentido del honor y la obediencia al deber, y pueden llegar hasta con el sacrificio de la propia vida para eliminar a los tiranos.

Hay dos casos en especial para destacar

1 - Una vez muerto Duncan, Banquo -en nombre propio- y el resto de los nobles, se encomiendan a Dios para la subsiguiente investigación: Dice Banquo "reunámonos y examinemos tan salvaje fechoría para mejor conocerla. Nos turban temores y sospechas. Me pongo en manos de Dios por combatir todo oculto propósito de pérfida maldad." Ratifica Macduff: "Y yo". Y el resto confirma: "Y todos".[9]

2 - Al organizar el derrocamiento de Macbeth, vuelven a afirmar en su diálogo que son hombres de fe: "El primogénito de Duncan, cuyo derecho detenta el tirano, reside en la corte inglesa. Allí le acogió el piadoso Eduardo con tal benevolencia que su gran infortunio no le resta en nada el alto respeto que merece. Y allí ha ido Macduff a rogar al santo rey que apoye su causa y mueva a Northumberland y al bélico Siward, para que, con su ayuda y la sanción del Altísimo, podamos de nuevo dar comida a nuestras mesas, sueño a nuestras noches, liberar los festines de puñales sangrientos, rendir acatamiento y recibir honores, todo lo cual añoramos (...) ¡Que vuele un santo ángel a la corte de Inglaterra y anuncie su mensaje antes que él llegue, para que una bendición venga pronto a nuestra tierra, que padece bajo una mano infame! ... Vayan con él mis plegarias."[10]

De cualquier modo, lo que es claro es que es necesario elevarse. Afirma Josh Craddock que la armonía social "no puede siempre encontrarse en una nación de comerciantes a no ser que su punto de vista se eleve a través de la vida religiosa y filosófica. Debe ser refinado y ampliado por sabios estadistas como Portia, o por grandes poetas como Shakespeare", que además "nos informa acerca de las cualidades de los buenos gobernantes, el destino de los tiranos, las obligaciones de los ciudadanos, e incluso sobre la naturaleza de un régimen justo, tanto como este pueda ser posible, dada la fragilidad humana." [11]







[1] Macbeth IV-3
[2] Macbeth IV-3
[3] Macbeth IV-3
[4] Macbeth IV-3
[5] Macbeth IV-3
[6] Macbeth IV-3
[7] Macbeth IV-3
[8] Macbeth IV-3
[9] Macbeth II-3
[10] Macbeth III-6
[11] http://www.thepublicdiscourse.com/2016/02/16313/ 




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