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lunes, 4 de enero de 2016

Hemos visto “por activas y por pasivas” que el laicismo de nuestro tiempo aspira a dominar y dirigir la sociedad en la que se impone


El laicismo, ideología totalitaria




por Vicente Alejandro Guillamón

Con maneras más sutiles -aunque tampoco es un paradigma de sutileza-, su objetivo está bien claro: extirpar de la vida pública el menor asomo de expresión religiosa, especialmente si se trata de expresión católica.


El laicismo que padecemos ahora -seguramente como en otras épocas anteriores- tiene una clara tendencia totalitaria, igual que otras ideologías que también pretendieron y aún pretenden abarcar la totalidad del cuerpo social. Por ejemplo, el fascismo, el nazismo y el comunismo.

Cierto que el laicismo de nuestro tiempo no alcanza la ferocidad y la violencia cainita de los grandes totalitarismos del siglo XIX (los tres citados anteriormente), pero aspira, igual que aquéllos, a dominar y dirigir la sociedad en la que se impone. Con maneras más sutiles -aunque tampoco es un paradigma de sutileza-, su objetivo está bien claro: extirpar de la vida pública el menor asomo de expresión religiosa, especialmente si se trata de expresión católica.

Lo hemos visto “por activas y por pasivas” en estas fiestas que están a punto de concluir. Fiestas básicamente de carácter religioso, aunque algunos, en su espíritu belicoso laicista, quieran hacernos creer que son las antiguas fiestas paganas del solsticio de invierno, de las que se apropió el cristianismo, “bautizándolas”. Por cierto, eso mismo decía al padre Llanos, en su época final de fervor comunista y entrañable amistad con La Pasionaria.

El hecho más significativo, entre los muchos que hemos tenido que sufrir estos días, han sido los “sermones” con motivo del año nuevo que nos han endilgado todos los presidentes autonómicos, hasta los más insignificantes -territorial o personalmente-, sin ninguna referencia al hecho religioso, como si “España y sus regiones”, fuera ya un Estado con sus estaditos totalmente laicos, si no ateos. Hasta el Rey se permitió el desahogo de ningunear totalmente a la Iglesia, a la que la Corona tanto debe. Como dice el dicho, “cría cuervos...”

Conste que creo, sin necesidad de ser monárquico, que basta haber estudiado un poco las dos malhadadas repúblicas precedentes para decir, como el tullido que fue a Lourdes y vio el panorama que tenía alrededor: “Virgencita, que me quede como estoy”. Pues, como dice el adagio ligeramente retocado, “más vale malo conocido, que peor por conocer”.

Bien, pues hacia esa situación de hostilidad o indiferencia nos dirigimos, merced a la acción antirreligiosa de comunistas (los viejos en proceso de extinción y los nuevos de pelaje chavista-castrista), socialistas desnortados, peperos acomplejados, ciudadanos indefinidos, masones bien situados (su especialidad) y unos reyes que... en fin, que Dios nos pille confesados.

El triunfo absoluto de un laicismo agresivo en fase de expansión está servido, ya a la vista.



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