Elecciones, ley de medios y después
por James Neilson
Hace apenas un año, los kirchneristas querían tirar por la borda la Constitución nacional y apoderarse de la Justicia, “democratizándola”, pero los tiempos han cambiado y, con ellos, el clima político. Hoy en día, para la presidenta Cristina y sus soldados, la Constitución es una tabla de salvación que, en teoría por lo menos, les asegura dos años y pico más en el poder, ya que en la Argentina moderada y dialoguista que el domingo pasado votó masivamente en contra de la prepotencia K escasean los dispuestos a arriesgarse asumiendo una postura destituyente. Si los kirchneristas se manejan con cautela, la fase final de la gestión de Cristina podría transcurrir sin convulsiones; caso contrario, pronto se verán en dificultades.
Puede que Amado Boudou y compañía exageraran al festejar los resultados electorales como si se tratara de un triunfo glorioso, pero al lograr conservar por ahora la mayoría en ambas cámaras del Congreso, la situación formal en que se encuentran dista de ser tan tétrica como muchos opositores quisieran creer. Por lo demás, un par de días más tarde, la Corte Suprema de Justicia les dio un premio consuelo al convalidar la Ley de medios.
De ser el kirchnerismo un movimiento político “normal”, aprovecharía los más de dos años que en principio le quedan para intentar reconciliarse con los millones que lo han abandonado pero, huelga decirlo, no lo es. Antes bien, se ha rebelado contra la ya mítica normalidad. Sus militantes más fervorosos se suponen revolucionarios convocados por un destino amable para hacer de la Argentina un país a su imagen y semejanza. Van por todo; no se conformarán con un tercio aun cuando ninguna otra agrupación tenga tanto.
¿Cómo reaccionarán, pues, ante el revés doloroso que acaban de sufrir?
Muchos dan por descontado que procurarán “profundizar el modelo”, ya por imaginar que, a pesar de todo, podría funcionar, ya por estimar que sería de su interés que el próximo gobierno que, nos advierten, sería forzosamente de la derecha oligárquica y neoliberal, reciba una bomba de tiempo que esté a punto de estallar. Para los ultras, una estrategia de tierra abrasada tendría sus méritos.
¿Y Cristina?
¿Y Cristina?
El futuro político nacional aún depende menos de la voluntad colectiva que de la evolución del relato que está escribiendo la Presidenta del que es la protagonista casi absoluta. Sin proponérselo, la Corte Suprema, le ha proporcionado otro pretexto para retirarse del escenario. Al asestar un golpe feroz contra “el monopolio” Clarín y al príncipe de la tinieblas Héctor Magnetto, sus señorías le han dado lo que habrá tomado por una victoria épica mucho más valiosa que una meramente electoral.
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