lunes, 9 de diciembre de 2019

Breve historia (y geografía) de la revolución



4.2.   La revolución en el tiempo y el espacio

-  Una concepción de la historia

La historia es como un enorme océano de tiempo y espacio en el que circulan diversas corrientes. Actúan en ella las ideas que la informan , los hombres que luchan por el poder y los procesos que estos desencadenan. Todo hombre es de algún modo el resultado de su época, e influye también sobre ella y su posterioridad. Y por encima de todo, y al mismo tiempo está presente en los mínimos aspectos, el Creador y Sostenedor del mundo.

De un modo semejante al que se sugiere en la parábola del trigo y la cizaña, en la historia y en cada momento de la evolución del hombre siempre hay dos movimientos, uno ascendente y otro descendente. Afirmaba el filósofo Jacques Maritain en unas conferencias pronunciadas en un seminario en la Universidad de Notre Dame en 1955[1], que “la parábola del trigo y la cizaña tiene un significado universal válido tanto para el mundo como para el reino de la gracia”. Precisaba en esas conferencias algunas fórmulas axiomáticas o leyes funcionales, “fórmulas o sentencias (más universales) que manifiestan la estabilidad, en el curso de la historia, de ciertas relaciones básicas o características fundamentales.” Y entre estas una “ley del doble movimiento que podría ser llamada la ley de degradación por un lado y de la revitalización por el otro de la energía de la historia, o del revoltijo de la actividad humana del cual depende el movimiento de la historia.”… “Hay cambios en la historia humana que son necesarios. Pero (…) no es necesaria la manera o modo como suceden estos cambios: depende de la voluntad y de la libertad del hombre. En otras palabras, el cambio necesario en cuestión puede producirse de un modo o de otro; modos completamente diferentes por lo que hace a su significado racional o espiritual. (…)  El mismo cambio puede producirse en forma esclavizadora y degradante o en forma genuinamente racional y liberadora. Y eso no depende de ninguna necesidad de la historia sino del modo como interviene el hombre, sobre todo los grandes hombres, las grandes figuras de la historia.”

Así,  continúa Maritain, “para un tomista, la fórmula “el hombre hace la historia y la historia hace al hombre” significa que la historia posee una dirección, que es determinada con relación a ciertas características fundamentales por la inmensa masa dinámica del pasado que la impele hacia adelante, pero que es  indeterminada con relación a las orientaciones específicas y al espíritu o la manera como un cambio, necesario en otros respectos, ha de cobrar existencia. El hombre está dotado de una libertad mediante la cual, como persona, puede, con más o menos dificultad, triunfar sobre la necesidad en su corazón. Sin que, por todo esto, sea capaz de torcer arbitrariamente la historia, según su deseo o su capricho, el hombre puede originar nuevas corrientes históricas, que chocarán y se combinarán con otras corrientes, con fuerzas y condiciones preexistentes, de donde resultará la orientación específica – no fijada por la evolución – de un determinado período de la historia.” …“… el desarrollo de las técnicas materiales aparece, por un lado, como haciendo caer con mayor peso el determinismo histórico sobre el hombre; y, por el otro, ese mismo desarrollo proporcionará al hombre insospechados medios de libertad y emancipación. Cuál de estos dos aspectos predominará finalmente depende de la libre voluntad y la libre elección del hombre.”

-  La revolución ¿locomotora de la historia?

La revolución es un concepto, pero también un proceso que se repite corregido y aumentado a lo largo de la historia y que tiene como característica fundamental la íntegra y radical reformulación de la vida social. La revolución siempre se lleva a cabo con la formación paulatina de un estado dentro del estado, con sus propias normas jurídicas que entran en ruptura con las vigentes en la sociedad. Las revoluciones, como los procesos cancerosos, se toman su tiempo. Los cambios pueden ser lentos. La sociedad no toma conciencia de la radicalidad de los cambios a medida que se producen y cuando lo hace se da cuenta que ya es tarde. Los largos procesos revolucionarios preparan el terreno para el golpe de mano, el enfrentamiento decisivo, que precipita (como un proceso químico) un nuevo “sistema” que acentúa la radicalidad de las reformas, y les da una “legitimidad” de derecho que hace más difícil volver a revertir “legítimamente” los procesos que las sociedades han admitido consciente o inconscientemente.

¿Hay que hablar de la revolución en la historia o de una historia en la que la revolución opera como un agente de cambio más? Puesto que la historia no ha terminado  y están vigentes de algún modo los problemas planteados hace un siglo en Rusia, puede afirmarse que la Revolución es un asunto no resuelto aún.

La revolución rusa comienza cien años antes de Solzhenitsyn, como veremos, y debe ser  integrada a un gran movimiento de rebeldía muy anterior que continúa hasta nuestros días. 

El caso ruso es entonces “la culminación lógica aunque extrema de una larga tradición revolucionaria de la civilización europea como un todo".  Las revoluciones tienen sus raíces en la historia europea y ostentan características comunes. Son momentos más o menos largos que forman parte de procesos nacionales e internacionales. Y estos procesos se han ido radicalizando desde el siglo XV hasta el XX, con énfasis en Francia en 1789 y en Rusia en 1917. 

La revolución rusa agregará elementos que la harán más radical y duradera. Sostiene Malia que lo que hizo única a la revolución de octubre fue que la ideología determinó la estructura política (hegemonía del partido). La estructura política determinó el orden económico, y no hubo "sociedad civil" independiente, quedando todo subordinado a los objetivos y al control del partido, y estando a su vez el todo justificado por la construcción y la defensa del socialismo. Este modelo posibilitó el "congelamiento" de la historia y la eliminación de la libertad desde 1917 hasta 1989-91.

Los conflictos sociales han sido causa necesaria pero no suficiente de una revolución mayor. Para que esta suceda, debe darse el marco de un "estado unitario" que focalice todas las formas de protesta política, social, o de otras clases en un único conjunto de instituciones. Esta focalización transforma las estructuras del estado. El concomitante desafío a la legitimidad estatal existente es lo que da a una revolución general su carácter de explosivo y su naturaleza político-ideológica.

En la historia, las revoluciones no repiten exactamente el mismo modelo. Cada una “aprende” de la experiencia de la precedente y eleva un paso más el "modelo" hacia un nivel más extremo de radicalización. La tradición revolucionaria occidental fue desplazando sus contenidos desde la primacía de las libertades políticas hacia la eliminación de las desigualdades sociales; desde las formas desde una relativa moderación hacia el extremismo; y geográficamente desde las sociedades más avanzadas en los países del Atlántico occidental hacia el este en dirección a Prusia, Austria y Rusia, para luego expandirse en el siglo XX al resto del "tercer mundo", dando en este siglo el lugar protagónico a la revolución universal en la historia de todo el mundo. Esto incluye China, Vietnam, Cambodia, África y América-latina en los procesos inducidos de “descolonización” y de “liberación”…

Repasaremos –a grandes trazos- algunas partes significativas de la historia de esa rebelión.

-  Las etapas que desembocan en la gran revolución del siglo XX
Hace algunos años, en mayo de 2007, tomé consciencia  de la continuidad histórica del gran proceso revolucionario al leer el libro de Malia[2] “Las locomotoras de la historia – revoluciones y realización del mundo moderno”. Sin tener aún en mente la escritura de este ensayo, escribí un artículo que titulé “¿Qué es una revolución?  Entender la revolución” en el que describía el concepto y el proceso histórico revolucionario y afirmaba que: “a medida que avanza la historia del hombre y llegados a una altura del conocimiento y de la experimentación de múltiples formas de organización social, desde el clan y la tribu hasta la democracia y el comunismo, debería el hombre estar en condiciones de extraer  conclusiones del pasado para elegir una dirección determinada y poner los medios para avanzar resueltamente. O como mínimo, deberíamos claramente saber hacia dónde no debe ir la sociedad y porqué no avanzar en determinada dirección. En el mar de la historia, las sociedades deberían estar en condiciones de conocer y aceptar las leyes impresas en la naturaleza humana y hacerlas jugar a su favor, del mismo modo en que los barcos aceptan las leyes físicas y las hacen jugar a su favor en su diseño, sistema de propulsión, y forma de acomodar la carga.
Sin embargo, en pleno siglo XXI,  no solamente los hombres no conocen ni aceptan las leyes de la naturaleza, sino que las ignoran o se llegan a negar su misma existencia. A nadie se le ocurriría pensar en navegar con el palo mayor y el velamen sumergido, la quilla al viento, ni se le ocurriría afirmar que sería esta la mejor y más eficiente manera de navegar. De hecho, los cascos y la forma de las cubiertas se diseñan de tal modo que al producirse una vuelta de campana, el propio barco tiende a recuperar la vertical y ponerse derecho. Y logrará o no hacerlo, pero a nadie se le ocurriría intentar proseguir la navegación invertido.  La imagen de una revolución, es la de una sociedad que da una vuelta de campana. Los mismos que no se animarían a plantear la hipótesis de la supuesta normalidad de navegar con un barco o un avión invertidos, han sido capaces de diseñar, proponer y llevar a cabo formas de organización social “revolucionarias”, totalmente contrarias a la naturaleza humana, y lo siguen haciendo, luego de transcurrido el siglo que mayor cantidad de víctimas y destrucción ha producido, siguiendo la fantasía utópica de vivir la revolución. De allí la importancia en conocer y profundizar el conocimiento de las revoluciones acaecidas en la historia, analizar las diferentes formas en las que el hombre ha pretendido dar vuelta de campana a la organización social y los resultados y catástrofes provocados cuando ha tenido “éxito” al hacerlo. Sería útil e instructivo, en estos tiempos de convulsiones de una profundidad y amplitud como nunca antes se dieran, echar una mirada a la historia y analizar con la mayor perspectiva posible este tipo de transformaciones que se siguen produciendo en nuestro propio país y en el mundo.”
Con esta idea en mente, y siguiendo a Martin Malia, en la crisis de Occidente que desemboca en la revolución rusa conviene resaltar algunas etapas del proceso:
·         Surgimiento de la cristiandad, y organización del orden medioeval (1000-1400)
·         La guerra de los Cien Años y la gran depresión
·         El intento de re cristianización combinado con la “mundanización” en la Iglesia
·         Las herejías (cátaros, husitas)
·         El Renacimiento y la Reforma que secularizan la historia y dividen la Cristiandad
·         La Revolución Científica (S XVII) con el abandono de la Revelación, y su reemplazo por la Razón y por la Ciencia.
·         La Revolución militar que va desembocando en un absolutismo centralizador, que luego se denominará “antiguo régimen”, que curiosamente tiene como característica una participación muy elevada del gasto militar dentro de los gastos del estado, con la consiguiente deformación del sistema económico
·         El sistema estatal unitario absolutista del SXVIII (“desde el Atlántico a los Urales”)
·         El Iluminismo que dará luz al sistema “revolucionario-republicano” demoliendo “el absolutismo real con el poder de raíz divina” y proclamando al individuo como ciudadano en el centro de la política.
·         La elevación de la libertad, la igualdad y la fraternidad a la categoría de “dogmas fundantes”, ya completamente aislados del orden sobrenatural.
Malia considera que la revolución en su origen es un producto propio de la cultura europea, de sus instituciones y de su sistema normativo. Una "gran revolución" europea, es una revuelta generalizada contra el “ancien régime”, particularmente contra el de las dos espadas: secular o temporal y espiritual; y contra el de los tres órdenes: de los que rezan, de los que luchan y de los que trabajan. Las revoluciones occidentales son en primera instancia una transformación política e ideológica más que social. Se producen “contra” un estado centralizado. Las monarquías feudales, formadas entre 1100 y 1300 se “centralizan” y se convierten en lo que fueron las monarquías absolutas del  “ancien régime” en el siglo XVI.
Malia analiza -con erudición- las principales revoluciones, que comienzan en Europa con la redefinición de la esfera de lo espiritual; esto es, con la herejía. Son varios los ejemplos, como el de la Bohemia husita 1415-1436, de la Alemania luterana 1517-1555, de la Francia hugonote 1559-1598  la revuelta holandesa de 1566-1609 y la revolución inglesa o puritana (1640-1660) (“la revolución de los santos”)
Luego se producen las revoluciones ideológico-político-militares: la revolución americana, la revolución francesa (1789-1799), la de la Comuna de Paris (1871) y la revolución rusa (1917).
En los Siglos XII y XIII la organización feudal no había  fomentado el desarrollo integral de la sociedad y el poder pasa a las monarquías centralizadas, con el equilibrio que podía aportar la formación de asambleas representativas de los estados y de las «jerarquías feudales»
En los Siglos XIV y XV se produce la Guerra de los cien años,  la gran crisis y hambruna provocada por la gran depresión, los Papas de Avignon, el Gran Cisma y las herejías de cátaros y husitas.
En el Siglo XVI tenemos el Renacimiento y la Reforma “…intentos de “renovación” del cristianismo que alimentaron la secularización.” El Renacimiento, “recupera la cultura “no-cristiana” de la antigüedad clásica y la Reforma, “divide el cristianismo al que buscaba purificar”. De modo que a fines del Siglo XVII “ya era claro que la unidad religiosa del Cristianismo no sería restaurada”.
En el Siglo XVII, la Revolución científica ofrece una “fuente de verdad radicalmente nueva”, que “deriva enteramente de la razón y de la verificación empírica” y que no debe nada a la “revelación divina”, y que se constituye tanto en una cultura alternativa a la cristiandad com en la herencia del clasicismo, y en la garantía de una “ciencia racional del hombre y de la sociedad por la que el hombre podría hacer su propio mundo”. Al mismo tiempo, la revolución militar “transforma la monarquía feudal en un absolutismo centralizado” militarmente, en lo que luego de 1789 se llamo L´ancien regime. Para entonces, “la tecnología militar y la movilización de los ejércitos consumían “el 80/90 % de los ingresos monárquicos” y “El absolutismo militar utilizó la nueva ciencia y el racionalismo filosófico que la acompañaba para promover un estado mas coherentemente organizado, una sociedad más ordenada políticamente y una economía mejorada” y produjo una única “cultura secular y un sistema estatal unitario que para el siglo XVIII se extendía del Atlántico a los Urales”
En el Siglo XVII, “Entre la revolución científica y el absolutismo real, el iluminismo “reduce al polvo el ethos de la vieja Europa”, preparando el camino para el advenimiento de lo que Tocqueville llamó más tarde democracia. En 1789 la unidad básica de la sociedad es el individuo como ciudadano y la igualdad entre los ciudadanos se vuelve en el fundamento de la política”.
Las revoluciones deben ser estudiadas históricamente más que estructuralmente o "transculturalmente".
El método utilizado por Malia es comparar los casos desde la misma cultura y contiguos en el tiempo, generalizando de algún modo la visión del impulso democrático hacia delante y hacia atrás en la historia, ampliando de algún modo la visión de Tocqueville y aplicando la sensibilidad de Weber a los problemas tratados por aquel respecto del rol social de la Cristiandad. Esto "significa ligar el contenido doctrinal de la doctrina de la Cristiandad y su estructura institucional a los procesos políticos y sociales de la "escalada" democrática. Para ello es necesario ir de nuevo al punto de partida en el año 1000, y relacionar la teología y la eclesiología con el feudalismo y los sucesos tempranos del Antiguo Régimen, esfuerzo que por supuesto no intentó el mismo Weber". En esta perspectiva, el radicalismo europeo se fue moviendo desde la sedición religiosa contra la Iglesia en épocas en que aún no existían los estados, para ir escalando desde la sedición religiosa a la política y luego a la revolución abierta.
 Luego de las revoluciones políticas de los siglos XVII y XVIII se pasa al milenarismo científico de la revolución social del siglo XX. Sostiene Malia que después de haber sido la revolución un problema de la "historia política" en el siglo XIX y un problema de la "historia social" en el siglo XX, "se ha vuelto claro ahora que la revolución debe ser considerada en primera instancia un problema de la "historia de las ideas"... porque la historiografía revela que los contenidos políticos y sociales de los diferentes casos estudiados han sido fundamentalmente moldeados por ideas".
Una de las conclusiones a las que arriba Malia, es que "una gran revolución no es esencialmente un fenómeno socioeconómico, sino uno del tipo político constitucional y cultural-ideológico. En otras palabras, ese tipo de revolución no delimita la transición de un modo de producción a otro - como por ejemplo de uno feudal a otro burgués - o de una ola de desarrollo económico a otra ola - como por ejemplo de una mercantil a otra capitalista o de una tradicional a otra moderna - aunque ese tipo de transformaciones están de algún modo involucradas en una revolución. Sin embargo, una gran revolución es esencialmente la crisis general de la totalidad de un sistema nacional".
Las revoluciones "apropiadamente descriptas como guerras internas", "reordenan las coordenadas de la legitimidad en la res publica, sellan el final de antiguos regímenes e inauguran nuevos órdenes, y marcan el pivote de una era a otra". Como las guerras, las revoluciones "precipitan la competencia política en violencia abierta, legitimando de esta manera métodos que normalmente son la antítesis de la existencia civilizada. Y los momentos revolucionarios fundadores... fueron todos actos violentos presagio de una coerción continua".
Malia repasa, analiza y critica diversos estudios acerca de la revolución, deteniéndose en los enfoques de Crane Buton, Charles Tilly, Banington Moore, Theda Skopol y Georges Lefebvre, y resaltando los aportes de los análisis de Tocqueville y Weber. De este último rescata particularmente que "la cultura, y en particular la religión, es la primera base de la unicidad europea". Su análisis ayuda a relacionar personajes, acontecimientos, procesos históricos, y sobre todo la importancia, la fuerza y el impacto de la lucha de las ideas.



-  La revolución protestante

Política y religión - La herencia de Carlomagno

Si la revolución consiste en el remplazo violento de un régimen por otro, podría decirse que la Reforma Protestante fue una “cuasi revolución”. Afirma Malia: “La Reforma fue revolucionaria porque dividió de modo permanente la Cristiandad Latina en dos bloques antagonistas. En este sentido, conjuntamente con la Revolución Francesa tres siglos después, constituye una de las dos grandes cisuras en la historia de esa Europa que tomó forma alrededor del año 1000”, y aunque “el final del proceso revolucionario en Alemania no significó el final de la Reforma como revolución” y “se produjeron sucesivas explosiones como respuesta a los ejemplos germano y suizo”, por lo que terminó “siendo un movimiento radical pan-europeo y una serie de sublevaciones locales”, y “claramente, el movimiento marcó una crisis en el sistema europeo entero”.
“A finales del siglo XV, Alemania –todavía más que Italia, Francia o Inglaterra- está en plena crisis” … “El mundo feudal se desmorona y desaparece. Sea que se considere la política, la ciencia, o la piedad, la “Cristiandad Medioeval” no existe más”. En el terreno político, se plantea el conflicto entre política y religión, y como detalla Joseph Duhr[3], la “confusión de la política con la religión contiene en germen los conflictos entre el papa y el emperador. Los verdaderos herederos de Carlomagno no serán sus pálidos sucesores, incapaces y desunidos, sino los papas, guardianes supremos de la justicia y de la paz de Cristo. Y como tales, reivindicarán el derecho de aprobar, aconsejar, amonestar, y en el caso necesario deponer a los soberanos. Ese derecho de control está subyacente en las declaraciones de Inocencio III, de Bonifacio VIII o de Juan XXII. “El poder de la Iglesia –escribe el último- confiada a Pedro, es más grande y más universal que el poder imperial” “La misma confusión de ideas que había suscitado el César-Papa, creó igualmente el tipo de Papa-César”.  En esas condiciones el conflicto no podía dejar de explotar.
Cuando los emperadores germánicos, luego de un largo período de decadencia de la dignidad imperial, van a pretender la antigua herencia religiosa y política de Carlomagno, encontrarán el lugar ocupado. La lucha será inevitable y se convertirá en encarnizada sobre todo cuando el “derecho romano” haya acentuado la oposición entre los dos jefes. Puesto de moda desde el siglo XI, es adaptado por Federico Barbarroja y sus sucesores. Y fue una desgracia para la sociedad medioeval que se suplantara la legislación más humana de la edad media, por un derecho abstracto, inadaptado, creado para condiciones sociales diferentes y que confería a los soberanos los derechos ilimitados de los antiguos emperadores romanos. En nombre del derecho romano Federico II llevará un combate sin merced contra Inocencio IV, que Felipe el Hermoso perseguirá a Bonifacio VIII, y Luis de Baviera se rebelará contra Juan XXII. Marsile de Padoue, en 1934 en su Defensor Pacis, formulará las consecuencias que se desprenden directamente del derecho romano y preparará de lejos el absolutismo del cual se va a inspirar Luis XIV y que se va a expandir por todas partes en el siglo XVIII. La escisión debía ser el resultado de ese conflicto prolongado.
La Bula de Oro (1356) elimina tácitamente la intervención del papa en la elección del emperador, confiándola exclusivamente a siete electores. A partir de ese día, la “Cristiandad Medioeval” no fue más que un recuerdo. En el terreno de la razón y de la fe, el “nominalismo racionalista inaugurado a su pesar por Duns Scoto y elaborado plenamente por el franciscano inglés Guillermo de Occam “golpea al gran pensamiento teológico de la edad media.  La razón pierde el derecho de aventurarse en “el reino de lo invisible”, con lo que Dios, el alma y la moral serán en adelante el terreno exclusivo de la fe”, y “Lutero extraerá del Occamismo, con respecto a la razón, una desconfianza que irá hasta el desprecio” y en el terreno de la piedad, “el humanismo pagano, enamorado de la ciencia y de la belleza antigua, destronará a la fe”, y algunos, aún “glorificando al hombre , mantendrán la voluntad de mantener a Dios en el mismo lugar”, mientras que otros se “volcarán al paganismo y profesarán el epicureísmo más cínico”

-  La revolución francesa

“La Revolución Francesa pronto se volvió tan caótica que a la mayoría de la gente le pareció un retorno a la cordura nombrar emperador a Napoleón”
The sensate culture, Harold O.J. Brown, 1996

Como cambiaron en la historia todos los regímenes de este mundo, también el llamado “ancien régime” debía hacerlo. El problema con la revolución francesa en particular, fue que la revolución no pretendió ser simplemente un cambio, sino que pretendió ser “el” cambio.  En este contexto histórico e historiográfico se inserta la obra de Claude Quétel[4], que escribió una historia de la Revolución francesa. En la que muestra cómo esta no fue más que una caricatura de los derechos "naturales, inalienables y sagrados del hombre" proclamados por la Asamblea nacional en 1789. “La tesis de Quétel es que la Revolución fue una orgía de sangre desde el principio y que no mantuvo ninguna de sus promesas. No inventó los derechos del hombre, defendidos (aunque no con este nombre) desde los comienzos de los tiempos por el cristianismo; no fue la primera en ponerlos por escrito en la ensalzada Declaración del 26 de agosto de 1789, puesto que la Declaración de independencia americana ya los había proclamado en 1776. Y, sobre todo, no los aplicó ni durante sus diez años de vida convulsa y mortal, ni después. Escribe Quétel en la introducción de su libro de más de 500 páginas: "¿Qué libertad? ¿Qué Igualdad? ¿Qué Fraternidad? ¿Cuándo entraron estos nobles principios en la realidad histórica? ¿A partir de cuándo la proclamación de los derechos del hombre lleva concretamente al respeto de los seres humanos como personas?". El objetivo de Quétel es, por consiguiente, sólo uno: "Descubrir la impostura y reconocer, por fin, que la Revolución francesa fue un episodio execrable de la historia de Francia, una locura mortífera e inútil, una guerra civil. Toda la Revolución fue un deslizamiento  desde los primeros días de los Estados generales, hasta el punto de que para salvar a Francia de la anarquía fue necesaria una dictadura militar”…
Mientras la violencia se intensifica en las calles, los primeros años de la Revolución son elogiados como el triunfo de la democracia. Pero los trabajos en la Asamblea nacional son cualquier cosa  menos democráticos. La ley, según el artículo 6 de la Declaración, "es la expresión de la voluntad general" y así, en las tribunas se admite la participación popular en el nombre de la "transparencia, que es la salvaguardia del pueblo". A cada sesión asisten miles de personas que aplauden "como si estuvieran en un teatro" los discursos de los diputados más radicales y silban a los más moderados,  influyendo así en el debate. Antoine de Rivarol, periodista de origen italiano, recuerda: "Los diputados no tienen libertad de voto. Quien tiene ideas moderadas es silbado y recibe cartas amenazadoras. Los aplausos son sólo para los más violentos".
Se constituye un comité encargado de recibir acusaciones anónimas y el resultado es que, debido al miedo, los más moderados "se callan" para no convertirse en "enemigos del pueblo". Y paciencia si, como establece el artículo 10 de la Declaración, "nadie debe ser molestado por sus opiniones".
Aunque en esos días los jacobinos aún no habían empezado a reunirse, el terror ya se difundía por doquier. Ya se había empezado a aplicar lo que Rousseau teorizaba en El contrato social: "Todo el que se niegue a obedecer la voluntad general, será sometido por todos los cuerpos sociales. Esto significa una única cosa: ¡obligarles a ser libres!"… “Y entre los que están obligados a ser libres están los habitantes de la Vendée. De unas 600.000 víctimas de la Revolución (guerras incluidas), masacradas en el nombre de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, casi 250.000 fueron los insurrectos de la Vandée en favor del rey y del culto católico. Está el que habla de "genocidio", como Reynald Secher; quien sólo se refiere a "crímenes de masa planificados", como Jean-Clément Martin. Pero está también uno de los principales autores de la masacre, el general Westermann, quién hablaba así de ella, en público, en 1793: "La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos. Ha muerto bajo nuestra espada libre, con sus mujeres y sus hijos. Siguiendo nuestras órdenes, he aplastado a los niños bajos los cascos de los caballos y masacrado a las mujeres, que así ya no podrán tener hijos bandidos. No tengo ni siquiera que sentirme culpable por haber hecho prisioneros, ya que los he exterminado a todos". Otras regiones en las que se "exportó la Revolución" no tuvieron mejor fortuna.”[5]
El problema: reforma o revolución
Tocqueville describe el dilema que se planteaba a quienes buscaban una “sana reforma” en una carta del 8 de julio de 1858 a Pierre Freslon[6]: “M Roger-Collard deseaba apasionadamente la destrucción del “ancien régime” y siempre tenía horror que el mismo volviera. Anhelaba con gran ardor la abolición de los privilegios, la igualdad de derechos públicos, la libertad del hombre, su dignidad. Y siempre detestó ese espíritu de aventura, de violencia, de tiranía, de demagogia, que constituyó el prototipo del espíritu revolucionario en todo el mundo. Creía firmemente que se podía derrocar el “ancien régime” sin obedecer a ese espíritu. ¡Aspiraba a que otra cosa que ese espíritu surgiera de la revolución ¡Nunca pensó que se debiera destruir todo de la antigua sociedad francesa, sino solamente romper lo que obstaculizaba al espíritu moderno, una libertad moderada, igualdad de derechos, apertura a las esperanzas de cada persona, de todas las carreras y de todos los destinos.”
Todo sea por “amor a los oprimidos”
En nuestros días, Alain Finkielraut[7] relaciona el amor a los oprimidos como justificación de la violencia y con los fundamentos del “derecho a la revolución francesa”. Los vincula con la lucha de los modernos comunistas de Italia en su lucha subversiva y su “justicia popular”. Al referirse al proceso a Luis XVI, afirma que  “mucho antes de Lenin y su múltiple descendencia, Robespierre fue el primero que fundó el terror en el amor a los desdichados.” Se pregunta “si es posible definir y aplicar una “justicia revolucionaria” –apoyándose en los supuestos derechos del pueblo- sea para matar a un rey y sustituir un régimen milenario, o si hay derecho a matar a una empleada del sistema penitenciario porque los presos que cuidaba eran comunistas revolucionarios”, como se hizo en Italia hace pocos años, transformando a la simple empleada pública en un “enemigo de clase”, o sea en automático merecedor de la justicia sumaria de la vanguardia y el “cadalso subversivo”, como paso con Luis XVI y el resto de víctimas de la revolución francesa.
Es curioso como “el amor por los oprimidos destruye todos los obstáculos y todos los artificios jurídicos que la ley pone en su camino. La creación de un tribunal revolucionario permite obrar con una prontitud inflexible. Omnipotencia del acusador público, nada de defensores para quienes conspiraron contra la patria, ningún testigo si existen pruebas materiales o morales independientemente de la prueba testimonial: en suma, la supresión del derecho por amor a los humildes queda consumada. Lo mismo sucedió en Rusia, y hasta nuestros días “desde Libia a Rusia ahora ya no hay otra tiranía que no sea popular. Al perfeccionarse, el modelo de 1793 proliferó: el poder destroza las constituciones, aliena los derechos inalienables, ahoga la vida social bajo el peso de una gigantesca burocracia e instaura el terror teniendo como referencia y emblema al pueblo, colocando la voluntad colectiva por encima de las libertades fundamentales.”
El progresismo y la desaparición del “anti totalitarismo”…
De hecho, “el progresismo es la idea de que todo es político, y que en efecto, se puede acceder a un mundo mejor por la introducción del desorden radical en las instituciones, a través de la revolución o por la eliminación de “los malos”. “La frase inaugural del progresismo fue escrita por Jean-Jacques Rousseau: “Odio a la servidumbre como la fuente de todos los males de la humanidad". El mal no es más un hecho de la naturaleza, es una realidad política o económica. Y la misión sin precedentes asignada a la política es por lo tanto terminar con el mal”. Alimentada con esta esperanza, la izquierda progresista no quiso ver los horrores que se cometieron en su nombre.” Cuando los vio y terminó condenando al comunismo soviético, fue para volcar su impaciencia mesiánica sobre Cuba o la China. 
La izquierda anti-totalitaria, por el contrario, se inspiró en Solzhenitsyn y en los disidentes para denunciar no sólo la brecha entre el ideal comunista y la realidad, sino también el peligro de idealizar la erradicación final del mal. Uno podría pensar que el muro de Berlín habría arrastrado a las ilusiones del progresismo. Pero lo cierto es lo contrario. El anti totalitarismo desapareció con el sistema totalitario.”
Johan Rivalland enumera los múltiples episodios revolucionarios de Francia repasados por Gaël Nofri: “Étienne Marcel, Caboche, las Guerras de Religión, las Frondas, 1789-1799, 1830, 1832-1834, 1848, 1870, la Comuna, la revolución anti parlamentaria de febrero de 1934 y Mayo de 1968”[8]
Para la línea histórica del partido comunista francés la sociedad comunista triunfará, si insiste en la línea de la tradición de la revolución francesa y de los intentos revolucionarios posteriores de los siglos XIX y XX. Maurice Thorez[9], Secretario General del Partido Comunista Frances (PCF) pronunció en el Estadio de Buffalo el 25 de junio de 1939 un discurso en ocasión del 150 aniversario de la Revolución en el que afirmó que “la sociedad comunista sucederá a la sociedad capitalista, como esta sucedió a la sociedad feudal” … “Y el papel de la revolución es ayudar a ese cambio con sus propias banderas, como lo hicieron los “canuts lyonnais[10]”, los obreros de Paris en 1848, los Comuneros de 1871”.
El fin de la revolución en Francia, para Thorez (insisto, en 1939) es el ruso: “la clase obrera no tiene que terminar lo comenzado en 1789; tiene que culminar en un 1939, 1940, 1945 o 1946 que sea el 1917 del pueblo francés, la toma del poder, la instauración de la dictadura del proletariado con el fin de emprender la construcción del socialismo, para marchar por la vía del comunismo, cierto e inevitable” ¿Seguirá sosteniendo ideas similares, en el siglo XXI, el PCF?

-  La revolución rusa de 1917[11]

Cien años de preparación y cien de ejecución
“Después de leer con vivo interés y profunda atención el libro de John Reed[12], Diez días que estremecieron al mundo, recomiendo esta obra con toda el alma a los obreros de todos los países. Quisiera ver este libro difundido en millones de ejemplares y traducido a todos los idiomas, pues ofrece una exposición veraz, escrita con extraordinaria vivacidad, de acontecimientos de gran importancia para comprender lo que es la revolución proletaria, la dictadura del proletariado". Lenin, 1919
Durante mucho tiempo se dijo que los días de la revolución cambiaron el mundo. En realidad, el mundo se fue transformando durante los cien años anteriores, que van desde Napoleón emperador en 1805, hasta la revolución de 1905 cuando detona la revolución en Rusia. Aquí se hará irreversible a partir de tres acontecimientos: la guerra ruso japonesa, la primera guerra mundial y en 1917 la rebelión bolchevique en procura del poder total y del cambio radical del sistema. La revolución colaboró activamente en la ruptura del antiguo régimen en toda Europa, y generó consecuencias que harían imposible la vuelta atrás.
Para analizar el  proceso internacional de los cien años anteriores al que hacemos referencia, quien quisiera profundizar su análisis debería completarlo con la consideración de algunos temas que exceden el alcance de este ensayo, entre los que se incluyen: 
·         el desarrollo del socialismo, del marxismo y del marxismo leninismo,
·         la internacionalización de la praxis revolucionaria,
·         la proliferación y actividad de las sociedades secretas,
·         la utilización del terror como arma de disuasión en una guerra asimétrica que se manifestó en actos de terrorismo, y magnicidios,
·         la “demonización de la represión mediante el uso de la propaganda”, “la propia defensa del statu quo por parte de mi adversario constituye en si misma la represión”, “mi lucha es la liberación de un yugo insoportable y ella misma legitima el proceso revolucionario”
·         el  movimiento decembrista,
·         la historia y participación de “protagonistas del siglo” como Herzen, Bakunin, Kropotkin y Chernyshevsky, cuyas biografías constituyen verdaderas novelas
·         la erosión interna del propio régimen zarista, combinada con una burocracia parásita pero “co-reinante”
·         la falta de adaptación del sistema a los cambios económicos y sociológicos, en particular el surgimiento de una clase de empresarios y de proletarios, que no tenían representación ni participación acorde a la importancia que habían adquirido

Este largo y complejo proceso desemboca en la cristalización, en Rusia, del comunismo como la encarnación de una ideología con toda una extensa gama de recursos. Lenin y la facción bolchevique del socialismo aprovecharon el “equilibrio inestable” del poder zarista para “ir por todo” y cambiar radicalmente el rumbo por setenta años, transcurridos los cuales se produce la transición que termina con la consolidación de Putin en el poder dentro de un nuevo sistema de soportes del poder, de alianzas, actualmente sin la omnipresencia y omnipotencia de un partido cuyas sombras sin embargo todavía se proyectan en los muros del poder, como fantasmas.
En “La civilización soviética”, André Siniavski describe con detalle el rol “civilizador” de la revolución rusa, que se presenta como una “estructura fuerte, sólida y durable que se amplió al espacio del mundo”. Para Siniavski “el término civilización supone, entre otras cosas, la perennidad y la estabilidad de formas constituidas a lo largo de un largo tiempo y afinadas con el tiempo”. Como veíamos más arriba, esa “civilización soviética” empezó un siglo antes, y se consolidó durante todo el siglo XX y se extendió por todo el mundo, incluso durante momentos tan críticos cuando, en el mismo comienzo de la revolución, se produce  el derrumbe económico que llevó a la NEP. En efecto, a los pocos años del fin de la primera guerra y con Rusia en condiciones económicas muy precarias, el gobierno revolucionario se vio obligado a implantar la NEP: Nueva Política Económica de incentivos a la actividad “privada”. Ya para entonces el proyecto comunista era mundial.
Luego de la segunda guerra mundial, cuando los  demoledores efectos producidos en la población, en la economía  y en la infraestructura deberían haber hecho pensar a las autoridades soviéticas que lo “racional” hubiera sido la focalización de Rusia en su propio desarrollo interno. Tampoco prevaleció el sentido común. La revolución asumió una visión imperial y se organizó para la conquista. Con un país todavía no recuperado económicamente, en una estrategia votada en el congreso de partidos comunistas en Moscú de noviembre de 1960, impulsó Kruschev la convivencia pacífica con las grandes potencias de la que  “fueron expresamente excluidos Asia, África y América Latina, con respecto a los cuales quedó establecida la política de fomentar las llamadas “guerras de liberación” así como “apoyar la sagrada causa de los pueblos oprimidos en sus justas guerras antiimperialistas de liberación”. En un discurso del 6 de enero de 1961 en Moscú, Nikita Kruschev precisa la estrategia y reafirma el apoyo a las guerras de “liberación nacional” en África, Asia y América Latina, la formación de frentes con los sindicatos obreros y con todos los partidos de la liberación nacional, aunque estos no estuvieran dirigidos por comunistas, y al uso de estrategias electorales para alcanzar el poder sin necesidad de revoluciones violentas, con la inclusión del “levantamiento armado, si resiste el poder gobernante”.
Acercándonos a nuestros días, el desmembramiento de la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia tampoco incorporan a Rusia al “mundo libre”. Esta considera como  una agresión la búsqueda de protección de los países sometidos por el régimen comunista bajo el paraguas militar de la OTAN y USA, siendo clara y explícita la vocación por mantener y consolidar –como mínimo- la antigua “zona de influencia”. Su “alianza” con China no deja de hacer recordar en el pacto Molotov-von Ribentrop y muestra hasta qué punto llega la flexibilidad del régimen “post-comunista” para mantener las espaldas cubiertas. Dicho sea de paso, es elocuente que el monto del presupuesto militar americano se aproxime a los de Rusia y China sumados.





La sociedad rusa en vísperas de la revolución
No se recuerda tanto hoy el hecho que Rusia era una potencia económica y política mundial y un país en acelerado desarrollo en los terrenos comercial e industrial, y no solo en el agropecuario, aún siendo evidentes los problemas de adaptación del zarismo a las nuevas realidades de finales del siglo XIX y principios del XX,  y a los ataques sufridos por el régimen. .
Con una descripción que nos recuerda las evocaciones nostálgicas sobre nuestra Argentina finisecular, un corresponsal ruso contemporáneo[13] defiende a su país de los ataques contra el zarismo, y de las críticas sobre la “debilidad de Nicolás II”  Las insertamos aquí porque sirve para ampliar este mismo pensamiento de Solzhenitsyn sobre la época y sobre “la debilidad” del zar como gobernante: “A principios del siglo XX, los periodistas occidentales que rivalizaban entre sí escribían sobre el milagro económico ruso. El Imperio ruso estaba en la cima del mundo en términos de crecimiento económico. Gracias al sabio gobierno del emperador Nicolás II, se había logrado el éxito en todas las áreas de la vida del país: economía, ciencia, educación, esferas social y militar. ¿Qué se hizo en su gobierno?: El 90% de la tierra se le dio a los campesinos; se construían por día 5.5 km de ferrocarriles; se logra la mayor exportación de productos agrícolas en el mundo; el rublo era la tercera moneda en el mundo y era convertible en oro; la tasa de natalidad aumentaba en 2,5 millones por año; y para el año 1916, el 85% de los jóvenes rusos sabían leer y escribir.”
“En el nivel de la producción industrial, Rusia ocupaba el 4 ° lugar en Europa y el 5 ° en el mundo, cediendo a los indicadores más importantes solo a EE. UU., Alemania, Gran Bretaña y Francia. En términos del crecimiento del ingreso nacional y la productividad del trabajo, Rusia ocupaba el primer lugar en el mundo. El plan de electrificación del país fue aprobado en 1909, el comienzo de su implementación estaba planificado para 1915, pero debido a la guerra fue trasladado a 1920. Después de la revolución, el plan GOELRO fue apropiado por los bolcheviques. Anualmente se construyeron 2000 km de vías férreas. El Gran Ferrocarril Transiberiano, que entró en el Libro Guinness de los Récords como el camino más largo del mundo y que conectó el Lejano Oriente con la parte europea de Rusia, es de Nicolás II. De 1895 a 1906, la flota fluvial aumentó dos veces. Era la más grande del mundo. En términos de producción de los principales tipos de productos agrícolas, Rusia estaba en primer lugar. Representaba el 2/5 de todas las exportaciones mundiales de productos agrícolas. Gracias a la reforma progresiva de Stolypine, que fue aprobada y promovida en todas las formas posibles por el soberano, en 1916 el 90% de la tierra pertenecía a los campesinos. Según el Censo de toda la Rusia de 1917, los campesinos llevaban a cabo el 89,3% de los cultivos y poseían el 94% de los animales de granja. ¿Qué es, entonces, lo que proclamaba el Decreto de Lenin sobre la Tierra? En el reinado de Nicolás II, el rublo se convertía en oro y no dependía de las monedas de otros estados. El rublo real superaba al marco, el franco y otras monedas extranjeras, solo detrás de la libra esterlina y el dólar. "Rusia está obligada por un recurso de oro metálico exclusivamente al emperador Nicolás II ", escribió el ministro del gobierno zarista Witte. ¡Rusia no era un apéndice de materia prima! El emperador prohibió categóricamente la exportación de Rusia de bosques sin procesar la madera  y la exportación de petróleo crudo. Los productos petrolíferos que Rusia suministraba en el extranjero y el aceite de motor ruso eran los mejores del mundo. ¡La población de Rusia durante 23 años del reinado de Nicolás II creció en más de 60 millones de personas! Después de 1917, la población disminuyó en 65 millones después de la represión, las hambrunas y la Gran Guerra Patria. Hubo enormes logros en los campos de la invención, la ciencia, la educación, la medicina, la cultura y la esfera social. El gasto en educación y cultura creció 8 veces durante los años del gobierno de Nicolás II y más del doble de los gastos de Francia y 1,5 veces el de Inglaterra. La medicina era gratuita, por la cantidad de médicos que Rusia era la segunda en Europa y la tercera en el mundo. En 1908, se introdujo la educación primaria gratuita. Para 1916 sabía leer y escribir en el Imperio: más del 50%, entre los jóvenes, el 85%. En el último emperador, Rusia se convirtió en el pináculo de la civilización rusa, poseyendo poder político, económico, militar, la más alta cultura y ciencia avanzada. ¿Podría suceder esto bajo un gobierno débil?”
De otra fuente rusa también recibimos estos datos: “Durante veinte años del reinado de Nicolás II, la población del imperio aumentó en cincuenta millones de personas - en un 40 %; el crecimiento natural de la población superó los tres millones al año y junto con el crecimiento natural, mejoró el nivel general de salud. Gracias al crecimiento de la producción agrícola, al desarrollo de los medios de comunicación y al suministro adecuado de ayuda alimentaria, los "años hambrientos" ya habían disminuido a principios del siglo XX. La desnutrición en ciertas áreas estaba cubierta por la producción de otras áreas. La cosecha de cereales (centeno, trigo y trigo) pasó desde principios del reinado, en promedio de poco más de dos mil millones de pudov, a superar los cuatro mil millones en 1913-1914. El número de bienes en la cabeza de la población se duplicó La producción de la industria textil rusa aumentó en un cien por ciento, y también aumentó la importación de tejidos del extranjero. Los depósitos en las oficinas de ahorro del estado aumentaron de tres millones en 1894 a dos mil millones de rublos en 1913. La minería del carbón aumentó continuamente. La cuenca de Donetsk, que proporcionó menos de 300 millones de dólares en 1894, en 1913 dio más de mil millones. La minería de carbón en todo el imperio aumentó también. En 1913, la producción de petróleo se acercó a 600 millones de dólares en un año (dos tercios más que al comienzo del reinado). La industria metalúrgica creció rápidamente. En el ámbito de la ingeniería mecánica, se ha producido un rápido crecimiento en los últimos años: el capital de las principales fábricas de máquinas rusas aumentó de 120 a 220 millones en 1911-1914 rublos. El número total de trabajadores en veinte años a partir de dos millones ha llegado a cinco. El presupuesto del estado mejoró también. Año tras año, los ingresos superaron las estimaciones, el estado tenía dinero gratis todo el tiempo. Durante más de diez años (1904-1913) superó los ingresos corrientes sobre los gastos, en más de dos mil millones de rublos. El stock de oro del banco estatal de 648 millones (1894) aumentó a 1604 millones de dólares. (1914). El presupuesto aumentó sin introducir nuevos impuestos, sin aumentar los antiguos, lo que reflejaba el crecimiento de la economía.
La longitud de los ferrocarriles, como los cables de telégrafo, se duplicó. La flota de río paso a ser la más grande del mundo con 317 barcos. El aumento de la educación popular se muestra en las siguientes cifras: para el año 1914, el gasto estatal, terrestre y urbano en educación pública era de 300 millones de personas. En el comienzo del reinado, se estima que era de 40 millones. En el fondo de la imagen general del poderoso crecimiento del Imperio ruso, se destaca especialmente el desarrollo de sus posesiones asiáticas. En veinte años, alrededor de 4 millones de personas desplazadas de las provincias internas han encontrado un lugar en Siberia.”
En otro texto sobre la época, se describe el desarrollo de la flota de submarinos en tiempos del Emperador Nicolás II,  fundador de la misma: “Hoy, los submarinos son el verdadero orgullo de nuestro país. Los portadores de cohetes nucleares portan armas estratégicas y están listos para usarlos en cualquier momento contra un posible enemigo. Los submarinos son uno de los elementos principales del escudo nuclear ruso. Sin embargo, después del golpe bolchevique, los comunistas prohibieron a los contemporáneos mantener viva la historia de los éxitos de la flota submarina desde la época de la Rusia zarista y ordenaron que los logros pre-revolucionarios fueran olvidados. Pero fue precisamente el zar Nicolás II "de voluntad débil" quien fundó la flota submarina de Rusia. ¡Desde 1903 hasta 1917, Nicolás II organizó la construcción de 78 submarinos! Durante estos 14 años, no solo se organizó la producción de los primeros prototipos (un total de 11 piezas), sino también la producción en masa. Las muestras de combate de submarinos se produjeron por primera vez en pequeños lotes, en varias piezas. El proyecto “Killer Whale” - 6 unidades, el proyecto “Som” - 7 unidades, el proyecto “Karp” - 3 unidades, el proyecto “Caiman” - 4 unidades, el proyecto “Walrus” - 3 unidades, el proyecto “Narval” - 3 unidades. En 1915 se organizó una producción en masa para el proyecto Bars. Fueron construidos 24 submarinos. Habiendo evaluado la calidad y la cantidad de la flota submarina de Nicolás II, solo podemos admirar los resultados alcanzados. Más de 70 submarinos en 14 años, a pesar del hecho de que antes de Nicolás II, los submarinos no se producían en Rusia, y en 1914 el Imperio ruso tenía la primera flota de submarinos más grande (78 barcos), mientras que Inglaterra, que ocupaba el segundo lugar, tenía 77. Los éxitos soviéticos en el campo de la construcción submarina se deben, entre otras cosas, a los logros de Nicolás II, en el que no solo se creó este tipo de tropas, sino también la base técnica que creó las unidades de combate, algunas de las cuales pasaron por dos guerras mundiales.”
En 1917 ya era posible conocer la dimensión y la profundidad de la revolución rusa

Cuando un espectador se “ubica” frente al proceso histórico de la revolución rusa tal como esta se estaba desarrollando en los años de la infancia de Solzhenitsyn, y analiza su evolución tanto en la misma Rusia como en Europa, puede verificar que era posible contemporáneamente a los hechos conocer y evaluar sus características, la gravedad y el impacto previsible de los planteos. Cualquier observador medianamente informado en Europa también podía hacerlo. En efecto, el alcance y la envergadura de la revolución rusa se podían ver en su integridad desde la misma Rusia y también en Europa Occidental (particularmente desde Francia) ya en 1917.
Al sobrevolar la historia de la revolución, se ve que ésta ya había comenzado siglos antes con el debilitamiento de la cristiandad, con un hito mayor en Francia, a partir del debilitamiento de las raíces de un sistema político que explota en en siglo XVIII, particularmente en 1789. Luego continúa con la erosión del régimen monárquico en toda Europa en el siglo XIX, con La Comuna y las ideas de Marx, y pasa a ser universal en el siglo XX, cuando la revolución rusa monta rápidamente su sistema de dominio a través del terror planificado en 1918, mucho antes que Hitler, manteniendo el régimen de campos de concentración más de setenta años, hasta 1991[14].  
Alexandre Zévaès[15],  un abogado, político socialista, periodista, escritor e historiador francés que estaba en Rusia en tiempo de la revolución y que entrevistó a Lenin, siendo encarcelado por las preguntas efectuadas en el reportaje, escribió de “En prisión bajo el terror rojo, 1920” a partir de su experiencia. Zévaès, en 1917, publicará también un libro sobre la revolución[16], en el que nos muestra su visión sobre los problemas que se allí se planteaban, y en particular los principales que veía en Rusia (julio de 1917).
Destaca que “en julio de 1917, el gobierno provisorio surgido de la cámara legislativa enfrenta serios problemas: un ejército absolutamente desorganizado, fatigado, sin ánimo para combatir, que permite a los alemanes concentrarse en el frente occidental; un problema de separatismo con una veintena de nacionalidades cada una con su idioma; el problema de la tierra y de la economía.” En ese momento, se esperaba que la asamblea constituyente a reunirse en otoño pudiera brindar el marco para la solución paulatina de los problemas, y se deseaba que “el heredero de las pasiones populares” no fuera obstáculo a la reorganización nacional. Por el “heredero de las pasiones populares” se refería a las minorías de la vanguardia que se encaminaban a la toma del poder.  Señalaba que “ se veía ya con claridad que “el peligro parecía radicar en ese “heredero”,  un ´comité de fortuna´, el Comité de Obreros y Soldados, donde “…al lado de los elementos socialistas propiamente dichos que constituían la mayoría, un núcleo de extremistas y maximalistas dirigido por el pro-alemán Lenin y sus neófitos Kamenev y Zinoviev, se agita con una audacia y un frenesí increíbles, entra en guerra con el gobierno provisorio, y en el nombre de la lucha de clases lo denuncia como burgués, y se esfuerza para arrastrar al soviet a las peores extravagancias, a los gestos más funestos de demagogia.”   
La toma del poder por los soviets no fue algo espontáneo ni fruto del azar, aunque la historia podría haber sido distinta. Ya en el siglo XIX se había producido en Francia la insurrección popular de la Comuna (1871) que Marx consideró como un paso adelante hacia la revolución proletaria mundial    y en Rusia las sociedades secretas llevaban a cabo sus intentos de desgaste y demolición desde la sombras con ataques al régimen vigente.
En 1917 se podía ver con total claridad el papel que iban a desempeñar los que se contarían entre los principales dirigentes de la revolución. Se pregunta Ludovic Naudeau[17] al respecto: “¿Hay que negar la influencia de Lenin, Zinoviev, Kamenev? … Este pequeño grupo y su órgano (Pravda) ejercen su influencia deletérea sobre los espíritus infantiles de las masas rusas, desprovistas de juicio y experiencia, y preocupadas sobre todo por el interés material inmediato. Bastaría con poco para reaccionar contra el envenenamiento, y los hombres consecuentes y comprometidos que se esforzaran por oponerse a esta actividad nefasta seguramente tendrían éxito”
Zevaes ve con claridad en 1917 la diferencia entre la revolución francesa y la rusa. En Rusia, se planteaba la lucha por el poder de quienes se atribuían la representatividad del sector proletario obrero que había surgido en Rusia con la industrialización, “alimentado con la doctrina socialista; pero no la de un socialismo positivo y reformista, sino la de un socialismo nebuloso y quimérico, iluminista y mesiánico, que se abstrae de la realidad, que desdeña las contingencias, y que por intermedio del “absoluto” prosigue la búsqueda de sus sueños, y tiende, no a una revolución política y democrática, sino a una revolución social y comunista”. Constata que el problema radicaba en la yuxtaposición de “Tercer y Cuarto Estado, burguesía y proletariado, clase media y clase obrera”, entreverados en la lucha por el poder. 
Para Zevaes, “el gobierno provisorio surgido de la cámara legislativa, puede invocar los títulos de lo que más se acerca a la legitimidad: ha sido designado por la Duma. El “comité de delegados y obreros”, puede invocar la pura espontaneidad de sus orígenes populares. Aunque no nos mezclaremos en esa discusión en la que solo parece participar la decisión de las “fuerzas de la calle”, se nos permitirá observar que la ventaja de la experiencia y el conocimiento parecía pertenecer al gobierno provisorio, más profundamente representativo del conjunto del espíritu nacional que un “comité de fortuna”, intérprete azaroso de una minoría violenta librada a todos los riesgos, a todos los sacudones y complicaciones, y a todos los peligros provocados por las escaladas entre apuestas, reivindicaciones y exigencias”.  
Poco tiempo después Zinoviev sería designado como Presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y haría de la revolución un proyecto mundial, como veremos más adelante.


Desde el mismo principio también se conoció el terror como herramienta

Razones del terror: ¿Y por qué un comisario, por qué un tribunal revolucionario, y no un simple proceso?  Se pregunta Bounine[18]. “Porque solo esas sacrosantas palabras revolucionarias permiten con valentía, chapalear en la sangre hasta las rodillas. … y franquear los límites que impone la sensibilidad al mal y a la violencia. ”
Lioudmila Saraskina señalaba en su biografía de nuestro escritor, que el sistema de campos de concentración se conocía desde el principio, como lo destaca el propio Solzhenitsyn en “Archipiélago Gulag”. Destacaba que la “Instrucción provisoria sobre la privación de la libertad” del 23 de julio de 1918, llegaría como un hijo de la revolución, a los nueve meses[19]. 
A quienes afirman que la brutalidad extrema empezó con Stalin y no con Lenin, les bastará con leer un telegrama de este último al Presidente del Comité Ejecutivo del Soviet de Nizhny Novgorod de fecha 9 de agosto de 1918 en circunstancias en que el presidente del Consejo de Ministros del Soviet acababa de informarle de incidentes en los que participaban campesinos en protesta contra las requisas:

"Es obvio que un levantamiento de la Guardia Blanca se está preparando para Nizhny Novgorod. Hay que crear inmediatamente una troika dictatorial (usted, Markine y otro), e introducir inmediatamente el terror masivo: fusilar o deportar a cientos de prostitutas que hacen beber a los soldados y a todos los ex oficiales. No hay un minuto para perder. Debemos actuar resueltamente: perquisiciones masivas, ejecución por portación de armas. Deportaciones masivas de los mencheviques y de otros elementos sospechosos”.

Al día siguiente, 10 de agosto, Lenin envió otro telegrama del mismo contenido al Comité Ejecutivo del Soviet de Penza:

“¡Camaradas! El levantamiento Kulak en vuestros cinco distritos debe ser aplastado sin piedad. Lo requieren los intereses de toda la revolución, porque en todas partes está comprometida ahora la lucha final con los kulaks. Debemos dar el ejemplo.
1 / Colgar (digo colgar para que la gente lo vea) a no menos de 100 kulaks, ricachones, bebedores de sangre conocidos.
2 / Publicar los nombres.
3 / Apoderarse de todos sus granos.
4 / Identificar a los rehenes como indicamos en nuestro telegrama de ayer.
Hagan esto para que a cientos de millas las personas vean, tiemblen, sepan y digan que matan y seguirán matando a los kulaks sedientos de sangre.
Telegrafíen que han recibido y ejecutado estas instrucciones.
Atentamente, Lenin.
P.S. Encuentren a personas duras.”

También Lioudmila Saraskina al comienzo de su biografía de Solzhenitsyn dedica un capítulo al año 1918, el primero del escritor y de la revolución en marcha. Entre otras referencias, incluye una cita del fascículo bimensual de Vasili Vasilievitch Rozanov[20], que describía la magnitud y la profundidad del proceso en personas e instituciones, en las clases sociales y en la economía. Afirmaba Rozanov que “no hay ninguna duda que todo lo que pasa en estos momentos tiene como origen profundo el hecho que el vacío colosal dejado por el cristianismo de otros tiempos, se formó en el seno de la humanidad europea (que comprende a los rusos). En ese vacío, todo se derrumba: los tronos, las clases, los  estratos sociales, el trabajo, las riquezas. Todos están agitados. Todos perecen, todo perece. Pero todo eso colapsa en el vacío del alma humana, que se encuentra privada de su antiguo contenido”. “Rozanov, enfermo, moribundo, veía realizarse la profecía sobre su país invadido por los poseídos[21]: “con crujidos, golpes, chillidos, una cortina de hierro cae sobre la historia rusa. La comedia ha terminado.”… “El paso al socialismo, y en consecuencia al ateísmo total, se efectuó en los mujiks y en los soldados de un modo tan fácil que es como si solo  “hubieran ido simplemente a bañarse con una nueva agua”. Es perfectamente exacto, es la realidad, y no una espantosa pesadilla.”
Destaca asimismo la escritora, que desde el comienzo se podía conocer por anticipado la destrucción material que provocaría la revolución, evocando a Ivan Alexeïevitch Bounine[22], quien recordaba una  “…frase bíblica[23] que ilustraba con una precisión matemática ese resultado desolador y notoriamente previsible: que el saqueo de lo que ha sido saqueado no disminuye el número de pobres; la igualdad ganada por la violencia es una igualdad en la miseria, no en la prosperidad; la profanación y la destrucción del viejo mundo no engendran ni mas felicidad, ni más libertad, ni igualdad, ni fraternidad. “Entonces, en un solo mes, hemos organizado todo: ni fábricas, ni trenes, ni tranvías, ni agua, ni pan, ni ropa – nada.”: "Y las siete vacas flacas y feas se comieron a las siete vacas gordas. Pero una vez que las tuvieron en su vientre, no se notaba en absoluto, pues seguían tan flacas y feas como antes.”
Para completar el panorama, nos ratifica el conocimiento de la radicalidad del cambio de época que se estaba produciendo la mencionada Saraskina agregando también un comentario profético de Alexandre Blok: “El artista debe saber que la Rusia que fue no es más, y no será más. La Europa que fue no es, y no será más. Ambas realidades corren el riego de manifestarse con un horror decuplicado, que volverá la vida insoportable. … El mundo entró en una nueva era. La civilización, el estado y la religión como existían están muertos… han perdido toda la vida.[24]
O sea que a los que hoy todavía se preguntan, ya transcurrido un siglo acerca de cuántos podían haberse enterado de lo que pasaba, y cuándo supo el mundo civilizado del horror y de las consecuencias de la revolución rusa, la respuesta debería ser: “todos y siempre” (por lo menos todos los que querían enterarse  podían hacerlo desde el principio…)




La destrucción total como herramienta política

Quizás estaba sucediendo en Rusia algo similar a la situación que planteaba Chateaubriand respecto de la revolución francesa, cuando eran imposibles de compatibilizar las posturas conservadoras, reformistas o profundamente radicales que tenían los protagonistas de la historia. Chateaubriand pensaba que las revoluciones no solucionaban los problemas “de siempre”, en los que hay dos partes o partidos ligados a un futuro que hay que imaginar o a un pasado que se conoce. Las revoluciones, lejos de resolver el problema, lo agravan invariablemente: “Cada época es un río que nos lleva a donde nos llevan nuestras tendencias cuando nos abandonamos a ellas. Pero me parece que estamos todos fuera de su curso. Los unos, los republicanos, lo han atravesado con impetuosidad y se lanzaron a la costa opuesta. Los otros permanecieron de este lado sin querer embarcarse. Los dos partidos gritan y se insultan, según que se encuentran en una costa o en la otra. Así, los primeros nos transportan lejos de nosotros hacia perfecciones imaginarias, haciéndonos avanzar respecto de nuestra época actual, mientras que los segundos, rechazando la lucidez y queriendo permanecer como personas del siglo XIV en el año 1796, nos retienen atrás[25]
Cuanto peor, mejor…
La historia del siglo XX provee una muestra completa de cómo la destrucción del orden existente actuó como una de las causas eficientes para la creación de los regímenes comunistas y el logro de su irreversibilidad, partiendo de la simple idea de que lo que ha requerido tiempo y esfuerzo en su construcción, no se repone con facilidad ni automáticamente. Y si la destrucción necesaria exige llegar a una escala suficiente, hay que llegar a esa escala…  Las naturalezas optimistas no advirtieron este razonamiento.
Entre los optimistas estaba Gregorio Alexinsky[26], participe y testigo de su época como político y diputado de la Duma, que constata los terribles primeros años de la revolución, y publica un libro en 1923 “Del zarismo al comunismo” donde describe sus causas y efectos. Curiosamente, luego de plantear con objetividad y cierto detalle la destrucción de Rusia, las hambrunas y la emigración, pronostica la desaparición del régimen comunista, porque un pueblo “al que le producen sufrimientos inauditos se pone en contra”. Hoy sabemos lo que pasó: con ponerse en contra no fue suficiente. La destrucción total formo una parte esencial en la implantación del comunismo. Entre otras cosas obligó a un cambio radical de las reglas del juego, expulsando a las clases más acomodadas que ocupaban los espacios de dirección, y ahuyentando a gran velocidad  a los capitales privados que prefieren establecerse bajo un marco favorable de protección jurídica.
El mencionado Gregorio Alexinsky señala algunos “argumentos” que -entre otros-  sirven para ver como se articuló la cadena de  causas y efectos de la revolución:
·         Las exigencias de renunciamiento a la “continuidad” del zarismo sirvieron para desalojar totalmente el poder vigente: El zar renunció al trono, el gran duque Miguel renunció a su derecho a sucederlo y la Duma renunció a su función.

·         La amnistía indiscriminada de emigrados políticos como Lenin, Trotsky, Zinoviev y otros permitió que, enviados por Alemania, se ocuparan de organizar la paralización de la defensa militar rusa y la inclusión en el proceso de criminales de derecho común: 300.000 perdularios alimentaron las filas del partido bolchevique, la Checa y los tribunales revolucionarios.

·         La imposición de la disminución de la jornada laboral combinada con reclamos de aumentos de salarios, que produjeron los consiguientes incrementos desmesurados de los costos de producción y la disminución del rendimiento laboral.

·         La supresión del orden y la disciplina en el ejército en operaciones, lo que además de deprimir a los oficiales que debían conducir a los soldados al combate, preparó para el fin de la guerra una retirada desordenada y anárquica, con una avalancha humana volcándose sobre la propia Rusia. El lema utilizado para los paisanos-soldados fue: "volvamos a casa para aprovechar la libertad y la tierra”

·         Desde el principio se produjo una ola de víctimas del terror y la violencia: A principios de 1923, Alexinsky confirmó la existencia de "decenas de miles de prisioneros políticos y de rehenes", "en las prisiones y en los campos de concentración”... Estima un total de 1.700.000 personas asesinadas. Entre ellos, "1.243 miembros del clero, 314.650 militares, 59.000 policías, 12.950 propietarios rurales, 193.350 obreros y paisanos y 370.825 intelectuales (y entre estos, 8.800 médicos)

·         También destaca especialmente Alexinsky, el encarnizamiento con la destrucción del sistema económico vigente.
El 25 de enero de 1920 se reunió en Moscú un congreso de delegados de la economía nacional, de uniones profesionales obreras y del Soviet e Moscú. Los informes presentados reconocían el desperdicio de las riquezas nacionales y la ruina de las fuerzas vivas y materiales, debido a la destrucción, los incendios y la aniquilación de valores y de bienes por sumas incalculables. Algunas cifras respecto del transporte ferroviario son significativas. Antes de la guerra el stock de “locomotoras en reparación” alcanzaba al 15 % del total. En 1920 era el 60 %. Y las que estaban en reparación, antes de la guerra era el 8 % y en 1920 solo el 2 %, y no era porque había mejorado este ratio, sino por la disminución de la actividad de los talleres. Como consecuencia se pierde la capacidad de transportar el trigo, las materias primas, los combustibles, y en particular el lino, la lana y los cueros provenientes de Rusia Central. La disminución de transporte de lino había disminuido un 25 % y la de cueros un 50 %. En la industria, nacionalizada, trabajan 2000 empresas. Las empresas confiscadas y nacionalizadas eran 1125 en 1918 y 4000 en 1920. Pero más allá de la cantidad, lo destacable era las condiciones en que se trabajaba. En 1919 las empresas metalúrgicas accedían al 15 % del metal que realmente necesitaban para la producción. La reserva de metales necesarios ascendía al 25 % del requerido para mantener el sistema en funcionamiento. Y respecto de los altos hornos, a principios de 1920 en la región del Ural, sobre 97 solo había 14 encendidos, y la producción era solo el 20 % de la de 1913
Sin embargo, a pesar del reconocimiento de la magnitud de la destrucción, Alexinsky albergaba esperanzas y predecía que el estado de cosas al que se había llegado, debía “necesariamente desarrollar el espíritu conservador”. Afirmaba (¡1923!) que “en la Rusia del mañana, las ideas sociales no serán revolucionarias, y el derecho de propiedad prevalecerá de la manera más absoluta. Las concepciones comunistas y socialistas no gozarán de las simpatías de la población, a los ojos de la cual están fuera de consideración, gracias a la experiencia bolchevique”. “La Rusia del mañana será un país verdaderamente democrático y verdaderamente libre, cuyos principales resortes económicos y sociales serán la iniciativa privada y la libre competencia en todas las áreas”. “La Rusia del mañana protegerá su genio nacional y cultivará apasionadamente las manifestaciones más preciosas y más bellas: la ciencia, el arte, las letras, las fuerzas de defensa, y tantas cosas dejadas de lado hoy que constituyen el alma de una nación”. El papel muestra que aguanta todo lo que se quiera escribir sobre él, sin quejarse... Después, vino Stalin y todos conocemos la continuación de la historia.
Transcurrido un siglo, y a pesar que le costó muy cara su revolución a Rusia, también cabe preguntarse si habrá terminado el pueblo ruso de pagar por las consecuencias. Repetir los errores de apreciación, así como un optimismo ciego similar al que mostraba Alexinsky, pueden volverle a costar caro a Rusia, a Europa, y al resto del mundo. En particular si  todo el proceso de desarmado de las URSS se hubiera tratado simplemente de un “aterrizaje suave y auto administrado” que evitó los juicios internacionales que hubiera mostrado al juicio de Nuremberg como una práctica infantil en comparación con un hipotético juicio a los revolucionarios rusos.
En 1925 la revolución ya es un proyecto mundial en ejecución

En Francia, con motivo de la muerte de Lenin en 1924, los comunistas de la sección del distrito 20 de París confían la custodia al Soviet de Moscú de una auténtica bandera de la Comuna: "… una simple tela roja - verdadera bandera de insurgentes - [que] vieron las barricadas de fuego "en torno al cual se agruparon " los últimos defensores de la Comuna en los barrios de Belleville y Pere Lachaise " . 
A través de este gesto, los comunistas franceses sostienen la existencia de una relación directa entre el levantamiento de París de 1871 y la Revolución de Octubre de 1917.” “… los comunistas de París organizaron 24 de de mayo de 1924 una gran ceremonia. … Se reunieron en la sala de la Bellevilloise más de 2.000 revolucionarios para prestar "juramento a la bandera de la Comuna de dedicar todos sus esfuerzos a la defensa de la revolución rusa y la preparación de la revolución comunista en todos los países"[27].  
Desde los comienzos, la revolución, con una visión mundial, se organizó para la conquista. En efecto, a los pocos años del fin de la primera guerra y a pesar de las condiciones económicas muy precarias que obligaron a implantar la NEP[28] o “Nueva Política Económica” con incentivos a la actividad “privada”, el proyecto comunista se transformó en mundial.
Gustave Gautherot expone este proyecto integral, incluyendo los detalles de las principales tareas revolucionarias en su libro[29]. Comienza describiendo la proyección geográfica del proyecto en marcha: “… el bolchevismo pretende ganar todo el universo y conduce contra la civilización moderna una lucha a muerte. … la URSS… avanza en el corazón del continente amarillo, anexa la Mongolia exterior; dirige la revolución china; trabaja para arrancar de los imperialismos occidentales Indochina y las Indias; sacude las barreras que la separan del Golfo de Omán, del Mar Rojo y del Mediterráneo”. Gautherot describe en su obra los detalles de la acción revolucionaria en las distintas regiones del globo terráqueo, partiendo desde la misma Rusia para continuar con Asia (Mongolia, China, Japón, Asia Meridional), África del Norte, América, Europa (Gran Bretaña, España, Italia, Suiza, Bélgica, Holanda, Alemania, Austria, Hungría, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia, Croacia, Bulgaria, y con el mayor detalle, Francia), y cita a Zinoviev, Presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, quien afirmaba en esos días: “…el tiempo está cerca en el que se escuchará la convocatoria revolucionaria de Shanghái a Calcuta, de Hankow a Madrás, de Tsing-Tao al Cairo, de Pekín a Alejandría. Y al mismo tiempo, la llamada sonará más fuerte en Londres, New York, Paris…”
Del bolchevismo soviético al bolchevismo cultural (de Lenin a Gramsci)
A los métodos de Lenin y Stalin se sumará luego la revolución cultural de Gramsci. Con los Zares y los Duques fuera de juego, deteriorado y disgregado el ejército, eliminada la asamblea, los soviets tomaron el poder, y finalmente Rusia abrazó el comunismo por la fuerza, y el marxismo leninismo hizo pie en una gran potencia. Como señala Javier Petrella, todo sucedió no sin que se produjera una gran resistencia a la colectivización. En un artículo publicado en El Manifiesto “Lecciones de la Revolución de Octubre”, Petrella sintetiza el final de la etapa revolucionaria con algunos conceptos que sintetizan el fenómeno con claridad: “Los años que median entre 1914 y 1917 produjeron el deterioro y la disgregación del elemento fundamental del zarismo: el ejército. Durante los inicios de su gobierno, los bolcheviques suprimieron la Asamblea Constituyente, donde resultaron muy minoritarios tras las últimas elecciones libres que iba a conocer Rusia (175 diputados de 707). En los propios soviets, los sacrosantos consejos de obreros, soldados y campesinos fueron reconducidos manu militari por los acólitos de Lenin. Las disposiciones del comunismo de guerra, anteriores a la propia guerra civil, provocaron numerosos levantamientos campesinos y hasta obreros. Colectivización de las tierras, expropiaciones forzosas de industrias y comercios, requisas de cosechas, intervención burocrática del comercio, liquidación de ingenieros, contables y demás cuadros burgueses en beneficio de un supuesto control obrero, medidas todas que acentuaron el caos de la economía rusa y exasperaron a una población que no estaba dispuesta a dejarse avasallar por la dictadura alimentaria de los bolcheviques. La minoría dirigida por Lenin, que se atribuyó sin pestañear el nombre de bolchevique (“mayoritaria”) -siempre han estado muy atentos los déspotas rojos a la batalla del lenguaje- , optó por una revolución socialista radical y violenta, por destruir el régimen democrático-burgués y por establecer una dictadura del proletariado al margen de las condiciones objetivas de la realidad rusa. … El partido bolchevique no era una organización socialista obrera de masas, sino un pequeño ejército de empollones dedicados en cuerpo y alma a la revolución (revolucionarios profesionales). Lenin no fue un genio infalible, pero sí tenía más que clara la dinámica de las revoluciones, algo que estudió toda su vida. Sin embargo, su triunfo no se comprende sin la destrucción del cuerpo social y político ruso que se produjo entre 1914 y 1917. Las derrotas y desastres de este período habían aniquilado al elemento esencial en todo Estado: el ejército. Las calamidades padecidas durante la guerra derrumbaron al cuerpo político, y Lenin se apoderó de su cadáver en descomposición. Los bolcheviques tenían las ideas claras y una entrega verdaderamente devota a su causa. Vladimir Ilich tenía las ideas claras y concentraba en su persona las decisiones finales, aparte de que no le faltaban sentido práctico ni formación histórica: una sola cabeza y un firme propósito guiaban a los bolcheviques, que no carecieron de un espíritu mesiánico, menos contagioso que el anarquista o el naródniki, pero que sirvió para inocular una dosis indispensable de idealismo, dureza y autosacrificio en sus partidarios”. 
 “Hasta 1941, la URSS fue la cobaya del mayor experimento político conocido hasta entonces: la construcción del socialismo en un solo país, tarea que implicó la colectivización de las tierras, el genocidio por hambre de ucranianos y rusos, el exterminio de los kulaks, la implantación del Estado policial más severo jamás conocido, la creación de un gigantesco universo carcelario y la dictadura del tirano más grande de la Historia: José Stalin.  El comunismo se impuso por la fuerza del Ejército Rojo sobre países radicalmente hostiles a esas doctrinas como Hungría, Polonia o Rumanía, de sólidas raíces campesinas y cristianas, además de empedernidamente rusófobos. Rusia volvía a ser un gran imperio mundial y el Ejército unido al Partido —la nueva iglesia ortodoxa—  recreaba los mejores tiempos de Pedro el Grande o de Nicolás I. Los países de la órbita soviética se volvieron nacional comunistas y, a la larga, han acabado resultando más preservadores de la herencia cultural patria que las democracias occidentales. … Todo lo que inspiró la ideología del régimen tuvo que ser desechado y reducido a simple retórica, pero el eterno patriotismo ruso logró sostener al sistema durante los últimos y decadentes decenios del siglo XX, cuando la URSS apenas disfrazaba un ineficaz despotismo militar y policíaco lastrado por una economía marxista. Donde de verdad ha triunfado el marxismo es entre nosotros. Y no por la rebelión de las masas, sino por la degradación de las élites. No es a Lenin a quien tienen que dedicar estos petimetres sus aquelarres, sino a Gramsci, el hombre que conquistó Europa para el bolchevismo cultural.”[30]




[1] Jacques Maritain, Filosofía De La Historia, Club De Lectores, 1985)
[2] Martín Malia fue profesor en la Universidad de Berkeley, California, desde 1958 hasta 1991.  Luego de escribir varios libros sobre su especialidad: Rusia, dejó antes de morir en noviembre de 2004 una obra que fue editada con el nombre de "Locomotoras de la historia – las revoluciones y la realización del mundo moderno" (History's Locomotives, Revolutions and the making of the modern world, por Martin Milia, Yale University Press, 2006) en 2006 por Terence Emmons, profesora emérita de la Universidad de Stanford. Trata el tema de la revolución con gran erudición y profundidad, y me ha sido de gran utilidad para estas reflexiones. Uno de los aportes de Malia es el análisis histórico de los principales acontecimientos y sus efectos en la sociedad que constituyen la realidad en la que se da el fenómeno revolucionario.
Malia obtuvo su licenciatura en francés de Universidad Yale en 1944 y un Master y Doctorado en Filosofía en historia de la Universidad de Harvard en 1947 y 1951. Fue profesor de historia ayudante en Harvard a partir de 1954 hasta 1958 y ayudante especial para adquisiciones de libros rusos en la Biblioteca de Congreso en Washington, D.C., antes de afiliarse a la facultad de Berkeley UC en 1958. Los trabajos principales de Malia incluyen "Rusia bajo Ojos Occidentales," (1990), que la Revisión de Libros del New York Times llamó "el libro más profundo publicado en cualquier lengua hasta ahora sobre el lugar de Rusia en la historia intelectual y política europea." Sus otros trabajos incluyen "la Tragedia soviética: una Historia del Socialismo en Rusia, 1917-1991" (1994) "y Alexander Herzen y el Nacimiento de Socialismo ruso 1812-1855" (1961), considerado como una obra maestra. Carlos Semprún dirá de el: " Malia fue anticomunista, y por lo tanto antimarxista, como Dios manda, o sea, en nombre de la libertad y de la democracia".

[3] Los orígenes de la Reforma Protestante  - Ensayos de una Summa Católica contra los Si-Dios, Spes, 1936
[4] El profesor universitario, especialista en la Segunda Guerra Mundial y el Antiguo Régimen, director honorario de investigación en el CNRS y director científico del Memorial de Caen, autor de una decena de volúmenes históricos, ha publicado en la editorial Tallandier Perrin Crois ou meurs! Histoire incorrecte de la Révolution Française [¡Cree o muere! Historia incorrecta de la Revolución francesa].

[5] https://www.tempi.it/i-diritti-umani-portano-dritti-alla-ghigliottina/ --- https://www.religionenlibertad.com/cultura/896294606/moderacion-crimen-revolucion-francesa-guillotina.html
[6] Tocqueville, Lettres chosies, Gallimard, 2003
[7] L’Express, 30 août 2004, à propos de son livre Au nom de l'Autre. (Alain Finkielraut, La sabiduría del amor, Gedisa, 1993  (fecha de publicación original, 1984))

[8] Gaël Nofri, Une histoire des Révolutions en France, Les éditions du Cerf, juin 2018, 464 pages. https://www.contrepoints.org/2019/01/17/334878-une-histoire-des-revolutions-en-france-de-gael-nofri
[9] ) Maurice Thorez (28 de abril de 1900 - 11 de julio de 1964) político francés, líder del Partido Comunista Francés (PCF) desde 1930 hasta su muerte
[10] (Las Révolte des canuts es el nombre las revueltas de los trabajadores de la seda de Lyon en 1831, 1834 y 1848 n del a)
[11] A pesar del protagonismo y el lugar central de Rusia en el proceso histórico de la revolución, elegimos como título “La revolución de 1917” porque la revolución fue internacional antes que rusa, si bien fue desde Rusia que en el siglo XX se propagó el incendio por todo el mundo. Ahora, en el siglo XXI, volvió a ser internacional.
[12] John Reed nació en Estados Unidos en 1887. Escritor y periodista, fue organizador de la IWW (International Workers of the World) y luego miembro del Partido Socialista norteamericano. En 1917 viajó a Rusia, junto a su compañera Louise Bryant y como partícipe directo de la Revolución rusa, escribió Diez días que estremecieron al mundo.

[14] Ya durante la guerra civil de 1918 a1921, se encarcelaron entre 150 000 a 400 000 « enemigos del pueblo : menchevique, contrarevolucionarios, desviacionistas del propio partido comunista, victimas de la depuración, y enemigos de clase y el ultimo campo de trabajo correccional se cerró en 1991. Los campos nazis se crearon a partir de 1933 y se cerraron al final de la segunda guerra mundial, aunque Speziallager Sachsenhausen, Speziallager Mühlberg y Internierungslager Buchenwald, fueron campos que los sovieticos continuaron utilizndo de 1945 à 1950, dependiendo del NKVD, y luego del MVD.
[15] Su verdadero nombre era Alexandre Bourson y fue reportero de la guerra ruso-japonesa de 1904-5 y periodista en Temps y en L´Ilustration.
[16] La Révolution Russe, Alexandre Zévaès (1873-1953), 1917
[17] Ludovic Naudeau, Una reunión de extremistas, Le Temps, 22 de junio de 1917
[18] Ivan Alexeïevitch Bounine, Jours maudits (1925-1926) 
[19] Saraskina menciona el texto original, en el que se establecía que: “las personas privadas de libertad y en estado de trabajar estarán obligatoriamente empleadas en trabajos físicos”

[20] Muerto de hambre en un monasterio por la hambruna que siguió a la Revolución y  publicado en 1917 y 1918 (L'apocalypse de notre temps).
[21] Alusión a “Los Poseídos” de Dostoievski
[22] Jours maudits (1925-1926) 
[24] mayo de 1918
[25] « Chaque âge est un fleuve qui nous entraîne selon le penchant des destinées quand nous nous y abandonnons. Mais il me semble que nous sommes tous hors de son cours. Les uns (les républicains) l'ont traversé avec impétuosité et se sont élancés sur le bord opposé. Les autres sont demeurés de ce côté-ci sans vouloir s'embarquer. Les deux partis crient et s'insultent, selon qu'ils sont sur l'une ou sur l'autre rive. Ainsi les premiers nous transportent loin de nous dans des perfections imaginaires, en nous faisant devancer notre âge, les seconds nous retiennent en arrière, refusent de s'éclairer, et veulent rester les hommes du XIVe siècle dans l'année 1796. » Essai sur les révolutions, 1797 - Oeuvres complètes de François-René, vicomte de Chateaubriand (1839), Volume 1
[26] Gregorio Alexinsky, Del zarismo al comunismo, 1923

[27] https://anrpaprika.hypotheses.org/3901 
[28] La Nueva Política Económica (NEP) fue una política económica a la que se denominó “capitalismo de Estado”.  Se permitieron algunas empresas privadas, mientras el Estado controlaba el comercio exterior, los bancos y las grandes industrias. Fue oficialmente decidida en el curso del 10° Congreso del Partido Comunista de la URSS, y se promulgó por decreto el 21 de marzo de 1921. https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Pol%C3%ADtica_Econ%C3%B3mica
[29] “Le monde communiste”, Spes, Paris, 1925

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