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sábado, 9 de noviembre de 2013

Los cristianos temen cotidianamente por su vida en Siria y Egipto, dos sociedades que están en implosión donde las facciones y sectas musulmanas mayoritarias están de acuerdo sólo en una cosa: se ha levantado la veda a la caza de cristianos









Todos los números de la admirable revista ecuménica Touchstone incluyen una sección titulada “La Iglesia que sufre”. Es un título que los católicos asocian al purgatorio, pero en el vocabulario de Touchstone “la Iglesia que sufre” es la que es purificada aquí y ahora por la persecución. Es un recuerdo útil de un tema desagradable.

Este tema desagradable, de hecho, influye raramente en la autoconciencia cristiana, y mucho menos en la conciencia cristiana de la Iglesia cómoda, Iglesia tolerante o Iglesia amable, aunque la comisión histórica instituida por Juan Pablo II en el Gran Jubileo del 2000 mostró claramente que los cristianos viven hoy en el periodo de máxima tribulación de su historia. La comisión afirmó que ha habido más cristianos asesinados por su fidelidad a Cristo en el siglo XX que en los 19 siglos precedentes de historia cristiana. El “martirio” no es una cuestión relativa a Richard Burton y Jean Simmons que dan la espalda al loco Calígula interpretado por Jay Robinson mientras que Michael Rennie /San Pedro mira benévolamente en el clásico de Hollywood “La Túnica”; el “martirio” continúa en torno a nosotros, siempre.

Una sola página de un número reciente de Touchstone destacó que casi 1200 protestantes han sido apresados en los campos del desierto eritreo en los que “la tortura es una rutina”; que Mustafá Bordbar, un cristiano convertido de 27 años fue arrestado y acusado de “reuniones ilegales y de haber participado en una iglesia doméstica” en Irán (un recordatorio que debe hacer reflexionar a los que ven una nueva “moderación” en Teherán en estos días); que a los cristianos kazaki, muchos de ellos convertidos del Islam se les “anima” a abstenerse de la evangelización arrestando a sus pastores; que un líder musulmán de la Nigeria central rapta regularmente a chicas y mujeres cristianas y las tiene prisioneras en su casa para obligarlas a convertirse o a volver al Islam.

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