Los dilemas de Cristina
Puede que el vicepresidente y a veces presidente en ejercicio Amado Boudou no sea el político más corrupto del país, pero merced a su comportamiento desinhibido le ha tocado desempeñar el papel nada grato del "emblemático" de la etapa kirchnerista, el blanco de críticas despectivas no sólo de opositores sino también de quienes, en teoría, deberían ayudarlo en un momento muy difícil. Desde el punto de vista de los resueltos a asegurarnos que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es irreemplazable, la falta de autoridad de Boudou habrá entrañado ciertas ventajas, pero, fuera del pequeño círculo áulico de la señora, muy pocos compartirán dicha opinión y de todos modos el sueño reelectoral se ha esfumado. Si bien Cristina es claramente irreemplazable en el orden kirchnerista, no podrá serlo en el nacional.
La situación que se ha creado nos retrae a los años setenta del siglo pasado cuando Isabelita, la esposa de Juan Domingo Perón, figuraba como vicepresidenta y por lo tanto su sucesora en el caso de que no resultara capaz de completar su mandato, como efectivamente ocurrió. Por fortuna, en la actualidad la alternativa militar no existe, lo que ha de ser motivo de alivio, pero así y todo, al optar nuevamente por el caudillismo unipersonal, la fracción más poderosa de la dirigencia política se las arregló nuevamente para ensombrecer el futuro institucional del país. Aun cuando, como nos informan distintos voceros oficialistas, la presidenta se haya recuperado plenamente de sus dolencias, su propia voluntad de mostrarlo, combinada con las presiones de sus partidarios, aumentará el riesgo de una recaída. Todos los días Cristina tendrá que elegir entre privilegiar su salud y tratar de brindar la impresión de que no la han afectado sus problemas cardíacos o aquel hematoma craneal por el que fue operada de urgencia. No le será del todo fácil.
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