Años flacos
Lo que el gobierno nacional califica de una "década ganada" fue, en opinión de muchos opositores, una "desperdiciada", porque, en vez de aprovechar una coyuntura internacional extraordinariamente favorable para mejorar las estructuras económicas y sociales del país, los kirchneristas prefirieron estimular el consumo, lo que, desde luego, es mucho más fácil y, en términos políticos, más rentable. Así, pues, de estar en lo cierto quienes advierten que ya ha terminado el boom de los commodities que tanto benefició a los países "emergentes", nos aguarda una etapa muy complicada. Como señalaron diversos economistas que participaban del 49º Coloquio Anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA) en Mar del Plata, el que sea poco probable que aumente el precio de la soja o que Brasil logre salir de su letargo significa que tendremos que resignarnos a una tasa de crecimiento decididamente inferior a la de más del 5% previsto por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner poco antes de su internación en el hospital de la Fundación Favaloro. Por desgracia, no es verdad que "esta Argentina crece al 5%, en un mundo que se cae, cualquiera que sea el índice con el que quieras medirlo". Antes bien, parecerá que, hasta nuevo aviso, nos veremos obligados a acostumbrarnos a una tasa más europea que china.
Cuando sopla un viento de cola, todos los veleros, hasta los más raquíticos, pueden avanzar a un buen ritmo aun cuando los tripulantes sean inexpertos, pero de cambiar las condiciones climáticas, se separan enseguida los más capacitados de los demás.
Es lo que está ocurriendo en América del Sur. Mientras que algunos países, encabezados por Chile, invirtieron bien el dinero procedente de la venta de commodities, otros, entre ellos la Argentina y Venezuela, subordinaron todo a los intereses políticos inmediatos de sus mandatarios. Puede que, desde el punto de vista de los Kirchner y su amigo venezolano Hugo Chávez, resultara acertada la decisión de dar prioridad a lo político por encima de lo económico, ya que merced a ella ganaron una serie de elecciones clave, pero desde aquel de quienes dependen por completo del desempeño de las economías respectivas, cometieron un gravísimo error estratégico. En ambos casos se fortaleció la parte menos competitiva de la economía a costa de la más moderna, de tal modo erigiendo obstáculos –intereses creados multitudinarios que, como es natural, lucharán contra los eventuales esfuerzos por desmantelarlos– que harán mucho más difícil el desarrollo futuro.
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