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viernes, 25 de octubre de 2013

Argentina: ¿otra vez la violencia?


La sombra de la violencia

por James Neilson


Nadie parece saber muy bien lo que le ocurrió al expreso político Jorge Julio López, el albañil que fue visto en público por última vez en La Plata en septiembre del 2006, pero el que muchos sigan tratándolo como "el primer desaparecido en democracia", cuando no el único, podría tomarse por evidencia de que, durante casi treinta años, la Argentina ha sido en verdad un país ajeno a la violencia política. ¿Lo será por mucho tiempo más? Hay razones para dudarlo. En las semanas últimas, el gobernador santafesino Antonio Bonfatti fue atacado a balazos en su casa, la "luchadora social" jujeña Milagro Sala fue emboscada por exmilitantes de su propia organización, la Tupac Amaru, que a juicio del fiscal a cargo del caso "tiraron a matar" y, en La Matanza, Sergio Massa y dos compañeros fueron heridos al ser apedreados por una banda de oficialistas enfurecidos.

Aunque Bonfatti y Massa procuraron minimizar la gravedad de lo sucedido, dando a entender que se trataba de incidentes aislados, otros temen que, una vez más, el país pueda verse convertido en un campo de batalla disputado por facciones intolerantes, como sucedió en los años que precedieron al Proceso militar en el que la dictadura institucionalizó, por decirlo así, la Triple A creada por "el brujo" José López Rega con la anuencia del general Juan Domingo Perón.

Quienes presienten que estamos en vísperas de una etapa nada tranquila creen que la retórica belicosa, maniquea y en ocasiones muy poco democrática favorecida por los kirchneristas más exaltados ha provocado una situación en que la violencia no sólo verbal, a la que el país está acostumbrado, sino también física, sea virtualmente inevitable. Es de esperar que tales pesimistas se hayan equivocado, que algunos episodios alarmantes se habrán debido a delincuentes comunes y que, una vez apagadas las pasiones electorales, se restaure la calma. Con todo, es lógico que muchos se sientan preocupados, ya que son tantos los motivos para prever que el repliegue de quienes se habían propuesto quedarse por décadas más no sea tan pacífico como lo sería de tratarse de una agrupación política de aspiraciones menos exageradas.
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