lunes, 26 de agosto de 2013

Argentina - “¡Pero Ingeniero!, Usted siempre propone la misma receta” - “Es que el problema es siempre el mismo”

La Argentina: 500 veces contra la misma piedra. 

Completo informe sobre nuestra decadencia

Por Nicolás Márquez


La vergüenza de haber sido y el dolor del ya no ser.

La economía de mercado tiene por base fundamental tres componentes supremos: 1) la preeminencia e inviolabilidad de la propiedad privada, 2) la libre iniciativa y 3) el equilibrio fiscal.

Bajo el amparo de esta tríada, con picos y valles, desde 1853 y hasta principiar los años 40, el país vivió un proceso de desarrollo y esplendor como nunca jamás en su historia conoció. Si bien ya durante la década del ’30 la Argentina no fue ajena a la influencia internacional del estatismo, lo cierto es que hasta 1943 el país gozó de una prosperidad que deslumbró al mundo.

Por esa época, en octubre de 1929 EE.UU. estrenaba una terrible y prolongada depresión sin precedentes; Europa padeció hitlerismo, mussolinismo, comunismo, guerra civil española, y la segunda Guerra Mundial que estalla en 1939 con un saldo de miserias y muertes inédito; Latinoamérica por su parte, vagaba entre la pobreza y la ignorancia administrada por caricaturescos dictadores.

En contraste, la Argentina en esos tiempos había logrado un posicionamiento excelente: superó rápidamente la gran depresión. En 1939 el PBI real de la Argentina era un 15% superior al de 1929 (en ese lapso el PBI de EE.UU. sólo creció un 4%). En 1937, el PBI per cápita de Italia no alcanzaba el 50% de Argentina, y el de Japón no llegaba al tercio. Fluían a borbotones construcciones, teatros, palacios e imponentes edificios. La movida cultural estaba a la vanguardia mundial. Se filmaban 50 películas por año (desde 1937 ocupó el primer lugar en la producción hispanoparlante), el arte y el buen gusto brillaban, la industria editorial Argentina se convirtió en la primera de habla hispana. En 1939, la posición Argentina era equivalente al de toda Sudamérica, teniendo el 14,2% de la población y el 15.3% de la superficie total. No había desempleo, casi no existía analfabetización, miles de europeos que escapaban del totalitarismo y la miseria eran recibidos a diario. Las desigualdades sociales eran por lejos menores a las del resto de Latinoamérica. Entre 1930 y 1943 la inflación fue nula. El crecimiento del salario real tuvo un promedio del 5% anual entre 1935 y 1943.

¿Y que pasó con aquella envidiable pujanza que hoy quedó reducida a una mínima y empobrecida expresión? Curiosamente, el pensamiento hegemónico vernáculo, monotemáticamente carga tintas culpando de todos los males actuales a la economía de mercado y al peyorativamente llamado “neoliberalismo” (aquel mismo que en su tiempo nos condujo al progreso).

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