miércoles, 31 de julio de 2013

Argentina - Los hechos han ido minando la consistencia del discurso oficial

Volver a la realidad 
Los peligros de un nuevo relato

por Daniel Gustavo Montamat

Los hechos han ido minando la consistencia del discurso oficial.
En consecuencia, toda propuesta superadora debería edificarse no sobre sus
ruinas, sino a partir de datos objetivos que permitan trazar un diagnóstico certero

"La realidad es la única verdad", decía Aristóteles asumiendo la objetividad del mundo que nos rodea. Los críticos del relato oficial recurren a esa frase -que Perón repetía- para graficar el divorcio entre la "realidad" que propala el Gobierno y los datos que la desmienten. Pero el planteo de propuestas superadoras corre el peligro de sustituir un relato negador de la realidad por otro. Si la "realidad objetiva" sigue subordinada al discurso que hegemonice el nuevo turno político, como sociedad corremos un doble riesgo: aceptar muchas de las falacias del relato sustituido y seguir emparchando el presente sin definir un proyecto futuro.

En los tiempos de la "modernidad líquida" no hay una realidad objetiva, sólo hay puntos de vista sobre los datos que ofrece la evidencia empírica. El mundo para los posmodernos es una construcción humana. Lo creamos con las historias que inventamos para explicarlo, según cómo elijamos vivir en él. Los semiólogos afirman que este mundo es contingente, todo deviene; por lo que no hay verdades objetivas. En cierto sentido es un mundo creado por el lenguaje, unido por metáforas y significados consensuados y compartidos, que mutan con el paso del tiempo. La realidad no es una herencia que recibamos, sino algo que creamos nosotros al comunicárnosla. Con este paradigma, el relato predominante, el que prevalece sobre los otros, termina imponiendo su versión de la realidad.

El relato K, populista y posmoderno, abreva en esta visión; por eso ha hecho uso y abuso del armado comunicacional de lo que nos acontece: con información adulterada (que refleja sus "puntos de vista"), enemigos de ocasión (útiles para exculparse) y recurrencia a las "sensaciones", para negar problemas concretos (inseguridad, inflación, estancamiento). 

El relato ha dejado de ser creíble para propios y extraños por la abrumadora evidencia empírica que desnuda su ficción.
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