viernes, 21 de junio de 2013

Qué escuela pública, pregunto. Pregunta que, más que oportuna, es pura exigencia de cualquier profesional que se pretenda.

Qué “escuela” pública?



A la vista de lo que acontece diríase que a la “escuela pública” le espera un futuro muy halagüeño, pero quia.Si con ella sucede como con la Física, el asunto (…)

A la vista de lo que acontece diríase que a la “escuela pública” le espera un futuro muy halagüeño, pero quia.Si con ella sucede como con la Física, el asunto de mi formación en el que la experiencia soporta la predicción, su futuro no es que sea sombrío, es que presagia ruina absoluta. Toda una trayectoria, toda una vida en el aula de la “escuela pública”, ora como alumno, ora como profesor, me conducen a ello.

Cuando el año pasado se puso en marcha la estólida “marea verde”, pregunté a mi entorno, públicamente, sin recibir respuesta.

¿Qué escuela pública? ¿La que ofrece vías de promoción a quienes carecen de recursos económicos y disponen de recursos intelectuales, o la que socializa la ignorancia, (no podemos decir que la universaliza porque siempre hay quien puede evitarlo)?

¿La que se fundamenta en los recursos universales de los que dispone la especie, esfuerzo, trabajo y mérito, responsabilidad en suma, que estimula y dirige hacia el saber, el conocer, o la que disuade a quienes tratan de usarlos?

¿La que trata de instruir para la libertad o la que fomenta adoctrinar para el sometimiento?

¿La que ofrece como fruto de su labor genuinos ciudadanos, individuos capaces de insertarse y desenvolverse responsablemente en la convivencia organizada que representa la vida en sociedad, o aquella de la que surgen medrosos sujetos tributarios, más dispuestos a una supuesta seguridad en la servidumbre que a la incertidumbre en la libertad?

¿La que se desenvuelve con pautas de convivencia bien establecidas, comúnmente aceptadas y plenamente vigentes -la escuela es un ámbito de convivencias forzadas-, o la que consagra ínsulas de permisividad que rayan en la impunidad? ¿O acaso lo que rige en un partido de baloncesto, por ejemplo, reglas, rayas, reglamento y árbitro, no es aplicable en aulas y pasillos?

¿La que propicia establecimientos bien organizados y dirigidos, en los que la transferencia de saber de quienes conocen a quienes han de aprender -si lo desean tanto mejor- se pueda llevar a cabo con total normalidad, o aquella que se confía a equipos en los que su escasa autoridad y poder están permanentemente en entredicho (porque el poder es algo de lo que se dispone según una voluntad y la autoridad, algo que se reconoce…)?”



Qué escuela pública, pregunto. Pregunta que, más que oportuna, es pura exigencia de cualquier profesional que se pretenda.

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Leeraquí: www.fundacionburke.org


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¿Qué Escuela Pública? (2)


“Bienvenido, Mister Marshall” forma parte de la historia de oro del cine español por sus indudable méritos cinematográficos, de ello no hay duda. Ahora bien, “Bienvenido,…” contiene un par de (…)

“Bienvenido, Mister Marshall” forma parte de la historia de oro del cine español por sus indudable méritos cinematográficos, de ello no hay duda. Ahora bien, “Bienvenido,…” contiene un par de escenas de “escuela” que merecen comentario.En la 1ª, la cámara, tras mostrar a algunos destacados personajes de Villar del Río, entra en la escuela -niños todos de edad similar en aquella aula “unitaria” propia del mundo rural de la época-. La voz en off recita:

“Ese niño castigado con los brazos en cruz por no saber quién mató a Sigerico, y esos otros niños con la lengua fuera, son los discípulos de la Sta. Eloísa. Y ese asqueroso niño de gafas, con la lengua dentro, es Pepito, el primero de la clase, el monstruo en Hª Natural.

La Sta. Eloísa, la maestra, es muy mona, es muy buena, es muy lista y aún así está soltera, a pesar de lo cual, y aunque sea primavera, multiplica siempre sin equivocarse.”…

En la 2ª, se muestra el aula en la que se han congregado los lugareños para escuchar, por boca de la maestra, datos y cifras de la patria del esperado Mister Marshall… Bajo la mesa, Manolito, a gatas, que sigue la disertación a la par que ojea la “enciclopedia”, oficia de apuntador. D. Cosme, el cura, interrumpe a la Sta. Eloísa para complementar su exposición. Absolutamente todos escuchan, entre la atención y el asombro, la prédica de D. Cosme, en tanto que Manolito asoma por debajo de la mesa para no perder detalle de lo que sucede.

[Bienvenido, Mister Marshall. 1952. DIRECTOR Luis García Berlanga. GUIÓN Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura, Luis García Berlanga]

¡Qué imagen de la escuela y de sus protagonistas! La Sta. Eloísa, que pese a todo precisa de un apuntador en los momentos clave, aun siendo muy lista, carece de la suficiente inteligencia ¿emocional? para escapar del celibato en un “Lugar del Río” plagado de expectativas. Manolito resulta asqueroso. ¿Por llevar gafas?, ¿por tener la lengua dentro?, ¿por ser el primero de la clase?

La imagen cinematográfica que se ofrece de la “escuela” no me puede resultar más lamentable.
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Leer aquÍ: www.fundacionburke.org/


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¿Qué “Escuela” pública? (3)



La “escuela” no es otra cosa que la prolongación de la familia en el propósito específico de formación, de preparación del futuro, herramienta cooperativa por excelencia…Los dos propósitos básicos de (…)

La “escuela” no es otra cosa que la prolongación de la familia en el propósito específico de formación, de preparación del futuro, herramienta cooperativa por excelencia…Los dos propósitos básicos de la escuela, a la que confiamos los niños, ya quedaron indicados [porque los niños se confían, se ponen en manos de personas extrañas, “profesionales”, con la esperanza -confianza- implícita, o explícita, a priori, de que van a recibir lo que se anhela para ellos; que tal transferencia se llevará a cabo sin discrepancia entre lo que realmente ofrece la institución en general, el establecimiento concreto y quienes protagonizan su actividad, y los enfoques esenciales de sus progenitores, de sus responsables].

No es la “escuela” otra cosa que la prolongación de la familia en ese propósito específico de formación, de preparación del futuro, herramienta cooperativa por excelencia para asegurar la pervivencia del organismo social. [Es este un punto de partida esencial que, a mi modo de ver, se ignora, que no impregna la concepción de la institución, lo que supone otra causa más de su debilitamiento. De hecho lo que sin duda se aprecia es una pura mecánica: hasta los 6 años (+ o -) “toca” guardería o escuela elemental; entre los 6 y 12, escuela primaria; y entre los 12 y 18, instituto o colegio…]

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