La república está en peligro
por Rogelio Alaniz
La llamada reforma judicial está en marcha. Los diputados y senadores oficialistas levantarán la mano para aprobar disciplinadamente el proyecto enviado por el Ejecutivo. Tal como están previstos los tiempos, el trámite será breve y efectivo. El Poder Judicial quedará sometido a la voluntad política del gobierno y los legisladores promotores del cambio jurarán lealtad a un gobierno cuya voluntad y legitimidad de poder pretende ser superior al de la Constitución Nacional.
¿Alguien esperaba algo diferente? ¿Alguien tiene derecho a sorprenderse? Si así fuera lo siento por ellos. De los Kirchner se pueden decir muchas cosas menos que no sean sinceros a la hora de referirse al ejercicio del poder. Las señales en ese sentido son abrumadoras. Lo que ahora intentan hacer en la Nación ya lo hicieron en su momento en Santa Cruz. Su iniciativa es la puesta en práctica de su consigna “vamos por todo” susurrada con tono sombrío y amenazante por la señora. Diana Conti que se cansó de decir lo mismo. Horacio Verbitsky y Ernesto Laclau lo han repetido hasta el cansancio. Miguel Ángel Pichetto se dio el lujo de decirlo en todos los tonos posibles. Como le gustaba decir al general, “los que quieran entender que entiendan”.
No, en la Argentina del siglo XXI nadie tiene derecho a sentirse sorprendido por los arrebatos autoritarios de un gobierno que nunca ocultó sus intenciones. Un senador peronista alguna vez me dijo que el menemismo era un burdel en el que siempre había en la puerta un rufián que te hacía señas para que entraras a jugar. Una vez adentro te desplumaban. ¿Quién tenía la culpa? ¿Los rufianes o quienes creían o se ilusionaban con la banda de los rufianes?
El senador era menemista entonces y ahora es kirchnerista. Su itinerario no es diferente al de Miguel Pichetto, Aníbal Fernández, Oscar Parrili, Daniel Scioli, Enrique Albistur o aquel señor de mirada estrábica que alguna vez no vaciló en calificar a Menem como el mejor presidente de la historia. Capítulo aparte merece la señora Alicia Kirchner, incontaminada de menemismo pero diligente funcionaria de la dictadura militar.
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Leer aquí: www.ellitoral.com
¿Alguien esperaba algo diferente? ¿Alguien tiene derecho a sorprenderse? Si así fuera lo siento por ellos. De los Kirchner se pueden decir muchas cosas menos que no sean sinceros a la hora de referirse al ejercicio del poder. Las señales en ese sentido son abrumadoras. Lo que ahora intentan hacer en la Nación ya lo hicieron en su momento en Santa Cruz. Su iniciativa es la puesta en práctica de su consigna “vamos por todo” susurrada con tono sombrío y amenazante por la señora. Diana Conti que se cansó de decir lo mismo. Horacio Verbitsky y Ernesto Laclau lo han repetido hasta el cansancio. Miguel Ángel Pichetto se dio el lujo de decirlo en todos los tonos posibles. Como le gustaba decir al general, “los que quieran entender que entiendan”.
No, en la Argentina del siglo XXI nadie tiene derecho a sentirse sorprendido por los arrebatos autoritarios de un gobierno que nunca ocultó sus intenciones. Un senador peronista alguna vez me dijo que el menemismo era un burdel en el que siempre había en la puerta un rufián que te hacía señas para que entraras a jugar. Una vez adentro te desplumaban. ¿Quién tenía la culpa? ¿Los rufianes o quienes creían o se ilusionaban con la banda de los rufianes?
El senador era menemista entonces y ahora es kirchnerista. Su itinerario no es diferente al de Miguel Pichetto, Aníbal Fernández, Oscar Parrili, Daniel Scioli, Enrique Albistur o aquel señor de mirada estrábica que alguna vez no vaciló en calificar a Menem como el mejor presidente de la historia. Capítulo aparte merece la señora Alicia Kirchner, incontaminada de menemismo pero diligente funcionaria de la dictadura militar.
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