domingo, 10 de marzo de 2019

Cien años y cien millones de muertos después, ¿por qué el comunismo sigue siendo una ideología respetada?



Federico Jiménez Losantos: 

"Dejé de ser marxista por ser español"



por Jorge Bustos

Lo peor del sistema de Lenin no es que se crea con derecho a imponer su dictadura y a matar a sus opositores, sino que las sociedades democráticas acepten ese derecho a robar y matar de los comunistas. 



No hay necesidad alguna de presentar al comunicador más influyente de la derecha española en las últimas tres décadas. Pero sí la hay de leer 'Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos' (La Esfera de los Libros), porque librará a muchos incautos de perder el tiempo y la moral por culpa del vigente influjo de la ideología más criminal de la historia. Losantos la profesó, salió con vida y aquí explica cómo lo hizo.


P. Presentas el comunismo como una «teología de la sustitución». Aron y Steiner afirman que más que una ideología, es una religión política. ¿Sin catolicismo no hay comunismo?
R. En mi generación sin duda. El catolicismo popular español tiene unos ingredientes -igualitarismo, ayudar al débil, obras de misericordia...- que entre nosotros estaban profundamente arraigadas. El protestante se salva por la fe; el católico, por la fe y por las obras. El católico, cuando deja de creer en Dios, tiene que seguir creyendo en hacer el bien. Russell decía que el comunismo se parece más al islam porque es una religión despótica, que te organiza la vida, mientras que el catolicismo, al creer en el libre albedrío, te deja libertad para hacer el bien o no. Si la salvación no llega en el más allá de la religión, tiene que venir en el más acá de la política, que en el comunismo se vive como una forma de redención: propia y de los demás.
P. Eres de los pocos que se ha leído entero 'El capital'. Dedicaste años a la formación teórica: Engels, Althusser, Derrida, Foucault... ¿Cómo recuperas el castellano limpio en el que hoy escribes tras semejante exposición a la jerga marxiana?
R. Mi tesis doctoral sobre las acotaciones en los esperpentos de Valle-Inclán la hice a base de Kristeva, Barthes y los formalistas rusos, porque entonces la filología seguía la senda de la semiología, que era una mezcla de marxismo y psicoanálisis. En esa época escribía muy mal, por eso no he publicado nunca mi tesis. Esa jerga universitaria debería ser delictiva. Uno necesita aprender a escribir claro, no para presumir de que escribes sino para que alguien te lea, y eso es lo más difícil. Tienes que ir a los clásicos españoles, que es donde se aprende realmente a escribir.
P. Podías haber caído en una mezcla (muy común en el antifranquismo) de nacionalismo y marxismo, o bien haber defendido un cómodo internacionalismo. Pero eras una cosa muy rara: un marxista español.
R. Claro. Y dejé de ser marxista por ser español. Yo nunca me avergoncé de mis orígenes, que era lo primero a lo que te obligaban. Porque yo no tengo nada contra mi padre ni contra mi madre ni contra mi pueblo ni contra mi lengua. Todo lo contrario: gracias a la lengua española un chico pobre de un pueblo remoto de Teruel puede estudiar. ¿Y me dicen que tengo que renunciar a eso? Un día en un congreso clandestino se levantó uno de Comisiones y pidió perdón por ser español. ¡Pero so mamarracho! Otra vez la Fundación Miró, que ayudé a fundar, me mandó una carta a nombre de «Frederic Jiménez». ¿Cómo que «Frederic»? Le pregunté a uno del Partido y me contestó que era una deferencia hacia mí. ¿Deferencia? ¿Vosotros quejándoos de que Franco no os deja usar el catalán y a mí no me dejáis usar el español, que por cierto vale 20 veces más? Además, el mundo bohemio de Las Ramblas en el que me movía era absolutamente español, despreciaba a los progres catalanes porque era más libre y culto que ellos, que eran unos acomplejados. Las locas bajaban de los barrios altos de Barcelona a entender los sábados, pero no los domingos, no fueran a decir.
P. Una de las tesis centrales del libro es que el problema del comunismo es el comunismo mismo, no su aplicación. ¿Por qué aún reviste cierto prestigio intelectual? Según Aron porque el capitalismo se enjuicia por sus efectos y el comunismo por sus intenciones.
R. Fundamentalmente el comunismo te presta una superioridad moral y te pone del lado del Bien. Por el hecho de ser comunista automáticamente tú ya eres sabio: sabes más de la clase obrera que cualquier obrero, aunque no hayas trabajado jamás.
P. Háblame de Münzenberg, del que aprendió Goebbels la esencia de la propaganda, que no consiste en afirmar lo propio sino en negar lo ajeno. O sea, no hay que defender el comunismo sino atacar el fascismo, o el franquismo, o la globalización.
R. Lenin ha muerto, Münzenberg no. Su técnica es genial: nunca digas que eres comunista, di que estás con los pobres. Lo que dice Pablo Iglesias: «Yo lo único que quiero es que los niños no tengan que buscar la comida en los contenedores de los hoteles de cinco estrellas». Puro comunismo. Münzenberg se entiende muy bien con Lenin, cuya mente proyecta en los demás lo que les quiere hacer. Lenin acusa a la Iglesia de querer cargarse el comunismo... cuando es el comunismo el que quiere cargarse a la Iglesia; Lenin dice que los socialistas quieren acabar con los bolcheviques... cuando son los bolcheviques los que quieren acabar con los socialistas. Ese mecanismo de proyección consiste en poner al otro a la defensiva y forzarle a elegir entre darte la razón, en cuyo caso queda desactivado, o bien llevarte la contraria, en cuyo caso tiene que asumir que es una basura fascista y capitalista, mientras tú quedas como único depositario del bien.
P. Ese mecanismo se ve a diario en las redes...
R. Todos los días. Es una superioridad autoproclamada: el izquierdista es bueno porque lo ha dicho él. Y los demás son los malos.
P. ¿Por qué los primeros que dejan de vivir como comunistas son siempre los jerarcas comunistas?
R. Porque son los que saben la verdad. Es como eso que se decía de los cardenales, que pierden la fe porque ellos están en el secreto. Desde ahí arriba conoces el mecanismo de la propaganda. Sabes en qué consiste la mentira, cómo se ha urdido; si estás abajo sólo conoces el terror, y el terror solo funciona con la mentira: voluntariamente ningún país ha querido ser comunista.
P. En tu caída del caballo fueron decisivos el libro de Solzhenitsin y la visión de aquella chica presa en una granja de reeducación en las afueras de Pekín...
R. El franquismo nos daba cierto nivel de vida a los pobres, y becas para una excelente educación pública. Pero yo quería libertad. Y cuando leo a Solzhenitsyn descubro que el problema no es Moscú o Mao, lo que arrebata la libertad es el comunismo mismo. Y cuando viajo a Pekín encuentro a aquella pobre chica, mi musa del escarmiento, una belleza a la que solo vi apenas unos minutos, hija de un brigadista. Y al despedirnos nos miramos y me juré que sería anticomunista toda mi vida. Me dije: «No hay derecho a que una chica cuyo único delito es ser hija de alguien tenga que quedarse en este campo de concentración gélido y pueda ser fusilada mañana».
P. El comunismo sabe que solo puede resucitar borrando el recuerdo de sus víctimas. ¿Pero es eso posible con 100 millones de muertos?
R. Bueno, se ha borrado desde el momento en que cinco millones de personas votan a Podemos, que es el comunismo más rancio desde Bullejos. El comunismo que yo conocí era el de la reconciliación nacional, el que pedía superar la Guerra Civil porque fue una tragedia entre hermanos. El PCE condenó la invasión de Praga; Pablo Iglesias felicita a Maduro por las masacres en Caracas. Y sin embargo lo han votado cinco millones, cuando el comunismo en España nunca ha pasado de los dos millones. Claro, no saben que es comunismo porque Iglesias es un embaucador televisivo. Lenin es el primero que entiende que el periódico es el verdadero partido: la propaganda. Iglesias es un muy buen vendedor de humo; ahora está en baja forma, pero al principio iba por las teles diciendo con aparente buena intención cosas muy gordas que a la gente le gustaba oír. Era como un videojuego. El problema es que el comunismo arruina y mata de verdad.
P. ¿De dónde nace la superioridad moral de la izquierda, esa conciencia de bondad, esa justificación por la fe que recuerda un poco al protestantismo?
R. Y también un poco al judaísmo, que está en Marx, esa conciencia del pueblo elegido y el destino manifiesto. No necesitas ni siquiera decir la verdad: la mentira es una herramienta revolucionaria, dice Lenin. Así que tienes la conciencia blindada.
P. El éxito del comunismo quizá lo explique el concepto de «servidumbre voluntaria» de Étienne de La Boétie. ¿No será que a la gente en el fondo no le gusta tanto la libertad como creen los liberales?
R. Ni siquiera a todos los liberales les gusta. Al liberal académico lo que le gusta es el beneficio. Algunos han perdido de vista que la libertad es un hecho moral, no económico. La libertad no es una condición del desarrollo, por más que sólo hay desarrollo económico en libertad; hay una condición moral previa, que es la dignidad de la persona, desarrollada magníficamente por nuestros clásicos de la Escuela de Salamanca. De ellos sale -en un castellano espléndido- la teoría del favorecimiento de la libertad unida a la propiedad: el rechazo de la inflación, la limitación del poder, la ley por encima del poderoso, etcétera. Pero muchos liberales no aman la libertad: no entienden que la libertad es el fin. De ahí el equívoco de China. Dicen: «Es que en China ya comen todos». Y qué, si no pueden hablar. Eso no es liberalismo, es una tiranía gansteril.
P. Vázquez Montalbán. Fue una contradicción viviente: un pujolista-leninista, un burgués-comunista. Hoy lo reivindica mucho Podemos.
R. Encaja en la definición que Bergamín daba de Dámaso Alonso: un cerdito con nostalgia de jabalí. Tenía el genio de la propaganda. El discurso separatista catalán lo crea él. Explota el gran negocio intelectual del progre: vivir a todo plan sin dejar de sentirse ideológicamente superior. El catalanismo no lo crea Pujol: lo crea el PSUC de Montalbán, con esa idea de que hay que arrepentirse de ser español y de que el español es una lengua maldita.
P. Incluyes un anexo con el mapa -calle y número- de las 200 checas del Madrid rojo. ¿Para cuándo un itinerario de esta memoria histórica?
R. Es que la derecha tampoco se ha preocupado de eso. Ni Cs. Se podría hacer un callejero del terror rojo, muchas checas se conservan porque la gente no se ha atrevido a destruirlas, por respeto.
P. El Che, hoy mero producto de consumo y postureo, confesaba fascinación por las armas. ¿Fue antes el pistolero o el comunista?
R. Se hizo comunista porque eso le permitía usar armas y encima quedar bien. Era un niño de mamá, fascinado por la guerra de España, donde habría querido estar. Era un imbécil integral. El comunismo fabrica clones: Mao tiene la misma infancia que Lenin, igual que Castro, muy parecida a la de Pablo Iglesias: son niños-dioses, gente que no ha trabajado nunca, rodeados de mujeres que les hacen la vida fácil.
P. Iglesias. ¿Qué habría pasado si hubiera adoptado una estrategia más nacional y menos nacionalista?
R. Si hace dos años, en lugar de unirse al separatismo, saca la bandera de España, hoy está en el poder. Y no nos lo quitamos ya de encima. Si la izquierda española no vuelve a ser española, nunca mandará. En los últimos meses hemos visto que España es mucha España. Iglesias no es tonto, pero tampoco lo suficientemente listo como para poner la inteligencia por encima de sus sentimientos. Él se da cuenta de que le convendría defender España, pero le repugna. Tiene esa tara. Y un tío que odia España lo mejor es que se vaya a Cuba. O con Echeminga a Rosario. Acabará dirigiendo tesis sobre sí mismo y sus distintos momentos: mi vida con Tania, mi etapa con Irene...
P. Mises fue el primero que se dio cuenta de que el peligro del comunismo lo representaban los profesores y no los tanques. Esa adicción al opio de clases que no cesa. ¿Por qué la propiedad tiene tan mala prensa?
R. La deslegitimación de la propiedad es obra de profesores y periodistas, oficios de comunistas; los socialistas sí vienen del proletariado. Hoy se da por hecho que quien es propietario ha hecho algo malo. ¡Lo malo es robar lo que no es tuyo! Es imposible que haya libertad individual si no se respeta la propiedad.
P. Llevas contigo la herida de la violencia ideológica. No es metáfora: te pegaron un tiro. ¿Aquello ha marcado el fondo y la forma de tus análisis políticos?
R. No: mi atentado es en el 81 y para entonces yo ya había escrito Lo que queda de España.
P. Más que nada te dio la razón entonces...
R. Tuve que dejar pasar un tiempo para reafirmarme. El síndrome del estrés postraumático es real. Yo además cometí un error, que es no ir al psicólogo. Después de un episodio así en que te secuestran, te disparan, sobrevives de milagro... tienes que ir al psicólogo. Yo había estudiado psicoanálisis y me negué, como si no lo necesitara. Se lo recomendé a Aznar cuando el bombazo y no me hizo caso: malos resultados. Pero en fin, consejos vendo, para mí no tengo.
P. A los criados en democracias prósperas obsesionadas con Instagram nos cuesta demasiado creer que pueda volver a correr la sangre... ¿Es verosímil?
R. Por supuesto. Todos los países que han padecido un régimen comunista, en la misma víspera de su llegada decían: «Esto aquí no puede pasar».
P. Pero el ser humano, al menos según Pinker, se vuelve cada vez menos violento...
R. Menos cipotudo, dirías tú. Aprecio a Pinker, pero hay una cosa que no entiende: que el hombre es malo. Desde niño empieza a abusar. La civilización es un ejercicio de represión. Y esta sociedad instantánea tiene algo infantil. Antes los ciclos políticos exigían un poso y por tanto permitían cierta capacidad de reacción. Iglesias estuvo a punto de llegar al poder en 10 meses a través de la tele y las redes sociales. En el 1936 se vivía mucho mejor que en 1736 y fuimos a la guerra. En Cataluña una mitad odia a la otra. Recuerdo lo que le contaba un etarra no sé si a Juaristi o a Yanke: «¡Es que, si no matamos, esto en 10 meses es Burgos!». Y es verdad: sólo te tomas en serio a la raza elegida si te puede matar. ¿Por qué Lenin necesitó la violencia? Coño, porque no le votaban lo suficiente.


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Entrevista a Federico Jiménez Losantos por el libro 'Memoria del Comunismo' (Parte 1)

Nuria Richart entrevista a Federico Jiménez Losantos, autor del libro Memoria del Comunismo. De Lenin a Podemos, con las aportaciones de Andrés Amorós, Gabriel Albiac y Antonio Escohotado.


https://youtu.be/uCXFcLw6Cyc




Entrevista a Federico Jiménez Losantos por el libro 'Memoria del Comunismo' (Parte 2)

Segunda parte de la entrevista de Nuria Richart a Federico Jiménez Losantos por la publicación de Memoria del Comunismo. De Lenin a Podemos (La Esfera de los Libros).

https://youtu.be/6Ss9xQiYKo8




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Cien años y cien millones de muertos después, ¿por qué el comunismo sigue siendo una ideología respetada? 

Buceando en las fuentes originales -de Marx, Bakunin y Lenin al Che o Pablo Iglesias- este libro explica la naturaleza real del comunismo, sus raíces filosóficas y políticas, los errores habituales sobre su historia y el hecho más terrible: que, cien años y cien millones de muertos después, siga siendo una ideología respetada entre políticos, profesores y periodistas. 

En dos países europeos, Rusia y España, se intentó crear en el siglo xx un régimen comunista. 

En Rusia, tras cinco años de feroz guerra civil de Lenin contra su pueblo, el comunismo triunfó. 

En España, tras una atroz guerra civil de tres años, perdió. 

Pero se discute el papel de Stalin en la guerra -de Paracuellos y la muerte de Nin al oro del Banco de España- y se oculta la actuación de los dos comunismos españoles: el marxista del PCE, el PSOE bolchevizado o el POUM; y el bakuninista de la CNT-FAI, que impuso el terror rojo en Cataluña con la ayuda entusiasta de Companys. 

Ni la Rusia bajo la Cheka ni la España bajo las checas se recuerdan hoy. Solo eso y el éxito de la propaganda soviética desde 1917 explican la irrupción y el éxito de Podemos. 

¿Por qué se creían los bolcheviques con derecho a imponer a todos su idea de sociedad y a asesinar a los que la rechazaban e incluso a los que no llegaban a hacerlo? 

Esta es la gran cuestión del siglo que el mundo lleva a cuestas desde que Lenin tomó el poder: ¿por qué los comunistas se creen legitimados para robar y matar en nombre de una utopía que apenas esconde su afán de poder ilimitado? 

Lo peor del sistema de Lenin no es que se crea con derecho a imponer su dictadura y a matar a sus opositores, sino que las sociedades democráticas acepten ese derecho a robar y matar de los comunistas. 

Esta Memoria del comunismo recuerda por qué sucede. Y cómo, conociendo su historia y la de España, cabe evitarlo.

https://www.amazon.es/Memoria-comunismo-Historia-Federico-Losantos/dp/8491641785





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