sábado, 2 de junio de 2018

Nuestra Señora de Kazán, en San Petersburgo, fue durante 60 años Museo del Ateísmo, con 700.000 visitantes anuales



Cuando la URSS se llenó de Museos del Ateísmo: se reían de la fe y vendían la ciencia como un culto




Los colocaban en iglesias; el de Leningrado recibía hasta 700.000 visitantes al año
Hoy muchos visitan la catedral de Nuestra Señora de Kazán, en San Petersburgo, un edificio muy especial, que por fuera imita a San Pedro del Vaticano, con cúpula y columnata, y por dentro está lleno de iconos, velas e incienso como cualquier otra iglesia ortodoxa.

En este siglo XXI, los diáconos revestidos toman las listas de peticiones escritas por los feligreses y las salmodian ante el altar de Dios. Los ejecutivos jóvenes con maletín y mujeres con tacones altos y pañuelo en la cabeza entran a poner velas, con un iPhone en la mano no siempre silenciado.

Pero durante casi 60 años, este edificio se utilizó para reírse de Dios y enseñar a estudiantes y obreros rusos que la religión era una tontería, e incluso una maldad.
En enero de 1932 se cerró al culto y en noviembre se abrió como Museo del Ateísmo.



Nuestra Señora de Kazán, en San Petersburgo, con su aire vaticanesco, fue durante 60 años Museo del Ateísmo, con hasta 700.000 visitantes anuales

Hubo cientos y se colocaron en lugares sagrados, como mofa

El de San Petersburgo y el de Moscú fueron los más famosos y visitados, también por los invitados extranjeros (fervientes comunistas por lo general), pero lo cierto es que toda la URSS se llenó con cientos de museos del ateísmo. Y casi siempre eran templos (incluyendo sinagogas, mezquitas y templos budistas) reconvertidos para ello, no locales civiles de otro tipo.

En una primera fase, en 1929 los museos del ateísmo eran solo unos 30 en toda la enorme URSS. En 1932, cuando se transforma Nuestra Señora de Kazán, ya son 45. En los cuarenta años siguientes llegaron a ser cientos, según explica la historiadora Victoria Smolkin en su libro de 2018 "Un espacio sagrado nunca está vacío: una historia del ateísmo soviético" (aquí en Princeton Press).

"Se consideraban más eficaces [los museos] cuando ocupaban espacios religiosos que habían sido reutilizados para uso ateo", escribe Smolkin. Pero puede que en muchos casos sucediera lo contrario: los objetos y los plafones del museo, por muy mal que hablaran de la religión, a menudo parecían muy poca cosa, fea y prosaica, frente a la magnificencia y la belleza del templo.

Por otra parte, aunque ocupar un espacio sagrado con los signos del nuevo poder tiene un efecto claro de control, la religión cristiana es, al final, una religión "del corazón": Dios no necesita las piedras, pero sí los corazones.

Entretener y adoctrinar con museos

Los bolcheviques muy pronto habían entendido que los museos no eran lugares para almacenar trastos confiscados a los ricos y burgueses, sino un método de formar, informar y entretener, es decir, de adoctrinar. De 1918 a 1923, en plena guerra civil, abrieron unos 250 museos de distintos tipos, todos adoctrinadores y activos. Hacían pasar por ellos a la población, a veces analfabeta, y con charlas les explicaban lo que debían entender.

Ya desde 1920 muchas iglesias y monasterios se convirtieron en museos (no necesariamente "ateos" pero sí desacralizados), empezando por la Laura de San Sergio, el "vaticano ortodoxo" no lejos de Moscú. En esa primera fase la mujer del poderoso León Trostky, Natalia I. Sedova, era la encargada de musealizar estos edificios.



Objetos católicos más o menos amontonados en uno de los museos; los Museos del Ateísmo eran 30 en 1929, pero llegaría a haber cientos en toda la URSS en las siguientes décadas

Muchos datos sobre este activismo y adoctrinamiento ateo los podemos encontrar en el libro de 2016 Science, Religion and Communism in Cold War Europe , de Paul Betts y Stephen A Smith, con varios de los autores que citamos aquí.

El historiador Cristin Paine (en su artículo de 2010 "Militant Atheist Objects: Anti-Religion Museums in the Soviet Union") escribe que muchos museos del ateísmo se especializaban en demostrar los "trucos" con los que los curas, según el Partido, fingían milagros y engañaban al pueblo. Por ejemplo, sacos de huesos que eran el cuerpo supuestamente incorrupto de tal o cual santo. O momias de monjes, desecadas por razones naturales, muy deformes, riéndose de la categoría de "cuerpo incorrupto".

A Charles Seely, un oficial marino norteamericano que a finales de los años 30 visitó el museo del ateísmo de Moscú,  un guía le mostró un icono que parecía llorar, y luego le enseñó un mecanismo de cuentagotas que generaba las lágrimas falsas. A Seely le convenció la argumentación y así lo escribió en un libro de 1942, convencido de que los monjes se dedicaban a esos engaños. "El objetivo de este engaño colosal era convencer al pueblo que aún sucedían milagros", escribió Seely.


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