viernes, 25 de mayo de 2018

2. Las obras de Shakespeare como mapas, y algunos "sherpas"

2. Las obras de Shakespeare como mapas, y algunos "sherpas"


Quizás se pudiera definir a un escritor clásico, como alguien capaz de escribir una obra tal que esta contribuya de un modo relevante y significativo a encontrar un sentido a la vida (al modo de Viktor Frankl), y a desarrollar una “visión del mundo” coherente y consistente. Los mejores son como “sembradores de trigo”. Los enfoques que nos aportan, nos hacen ver a nuestras vidas como "obras en construcción”, nos ayudan a encontrar el sentido, a ampliar el horizonte, a buscar nuevas perspectivas más allá “de uno mismo”, como cuenta Saint-Exupéry de aquellos que buscan el mar.[1]

Los escritores "clásicos" nos invitan y ayudan a llegar a las cimas del conocimiento humano y de la perfección moral. Las huellas que dejan marcadas en sus obras los que han recorrido ese camino nos ayudan a ascender con más facilidad a picos que -sin su auxilio - nos serían inaccesibles. Cada escritor que haya alcanzado la categoría de "clásico" nos invita a "su" montaña, y nos presenta sus desafíos particulares, de características, riqueza y dificultades específicas. En cada obra vamos descubriendo un nuevo mapa, que nos muestra nuevas vías de acceso y accidentes a recorrer en nuestro camino personal hacia la cumbre.[2]

No recorremos todos los mismos caminos. Cada ascenso es diferente, a la medida de los medios, las fuerzas, la capacidad, y el estado físico de cada uno. Los planteos de los "clásicos" siempre son de envergadura, y pueden ayudar a elevarse tanto al intelectual de fuste como al lector no especializado,  inspirando en ambos los sentimientos de superación que expresaba un gran montañista al referirse a su atracción por el Everest: "deseo escalarlo, simplemente porque está ahí". La necesidad del ascenso es imperativa, como lo es el llamado a la santidad, que está, siempre ahí, esperando. Y las invitaciones de los clásicos, como un auxilio adicional, nos ayudan a ver el camino con mayor claridad... Hay que leerlos "porque están ahí..."

Solo se trata de ponerse en marcha, “con criterio”. Si hay una necesidad que clama al cielo en nuestra época para que nuestro mundo adquiera o retome un sentido, es la de muchas “almas de criterio”. San José María hablaba de “los diversos aspectos de la vida cristiana: carácter, apostolado, oración, trabajo, y virtudes”. Reza el prólogo de  “Camino”, un moderno “clásico” con más de cuatro millones de ejemplares vendidos, y traducido a más de cuarenta idiomas: "No te contaré nada nuevo. Voy a remover en tus recuerdos, para que se alce algún pensamiento que te hiera: y así mejores tu vida y te metas por caminos de oración y de Amor. Y acabes por ser alma de criterio"

Los "clásicos" nos ayudan a que encontremos nuestro camino en las complicaciones de la vida, un sentido al modo de Frankl, y que las nuestras se conviertan en "almas de criterio".

 Otro clásico, por ejemplo, como Dante Alighieri nos invita: “Ponte de pie ‑me dijo mi maestro‑: la ruta es larga y el camino es malo, y el sol ya cae al medio de la tercia. (…) Mi guía y yo por esa oculta senda fuimos para volver al claro mundo; y sin preocupación de descansar, subimos, él primero y yo después, hasta que nos dejó mirar el cielo un agujero, por el cual salimos a contemplar de nuevo las estrellas” [3]

Y otro clásico contemporáneo, Alexander Solzhenitsyn, en su “Disertación sobre la literatura”, [4]señala que  “…la literatura universal posee el poder de ayudar a la humanidad en estas horas de angustia.”… “Aparte de las antiquísimas literaturas nacionales, siempre existió, aún en eras pasadas, el concepto de la literatura universal como una antología que emanaba de las cumbres de las literaturas nacionales a modo de suma total de las influencias literarias mutuas. Pero solía existir una discontinuidad temporal: lectores y escritores llegaban a conocer a escritores de otras lenguas sólo después de un lapso de tiempo, a veces sólo después de siglos, de modo tal que las influencias mutuas también se demoraban y la antología de las cumbres literarias nacionales quedaba revelada solamente a los ojos de los descendientes y no ante los contemporáneos. Pero hoy, entre los escritores de un país y los escritores y lectores de otro, hay una reciprocidad poco menos que instantánea.” (…) “…la literatura universal ya no es una antología abstracta, ni una generalización inventada por los historiadores de la literatura. Es más bien un cuerpo común y un espíritu común, un sentimiento íntimo común que refleja la creciente unidad de la humanidad.” ( ...) “…la literatura universal posee el poder de ayudar a la humanidad en estas horas de angustia. Ayudar a que se vea a si misma tal como realmente es, a pesar del adoctrinamiento de personas y partidos prejuiciosos. La literatura universal posee el poder de aportar experiencia concentrada, de un país a otro, para que dejemos de estar escindidos y confundidos; para que las diferentes escalas de valores puedan ponerse de acuerdo y cada nación aprenda correcta y concisamente la verdadera historia de la otra, con tal intensidad de reconocimiento y de punzante conciencia como si ella misma hubiera experimentado lo mismo, para que pueda liberarse de cometer los mismos errores. Y quizás, bajo esas condiciones, nosotros los artistas estaremos en condiciones de cultivar en nosotros mismos un campo de visión que abarque a todo el mundo: colocándonos en el centro para observar como cualquier otro ser humano lo que está cerca, comenzaremos a integrar en la periferia aquello que está sucediendo en el resto del mundo. Y correlacionaremos y respetaremos las proporciones universales.”  

Como las de otros clásicos, las obras de Shakespeare constituyen una preciada ayuda para emprender -o continuar- el ascenso intelectual y espiritual a las cumbres más exigentes. Su guía nos puede facilitar el camino de ascenso a la cima. Las obras de este autor universalmente traducido y apreciado a través de diferentes épocas y culturas alcanzan y sobran al hombre de nuestro tiempo para ayudarlo a penetrar los meandros de la naturaleza humana en funcionamiento, y las vicisitudes de las diferentes experiencias de la humanidad en el ámbito más amplio de la creación y de la revelación. Al lector inquieto, los textos de Shakespeare le servirán -de un modo ágil y ameno- para encontrarse inmerso en un escenario de humanidad y trascendencia, particularmente en un siglo XXI sometido al desafío existencial de "ser espiritual o no ser". Hay quien opina que debería ubicárselo a la altura y como complemento de Dante Alighieri.

Vamos a recorrer tres etapas en nuestro camino. En la primera avanzaremos en el terreno de la antropología natural. Lego ascenderemos incorporando los elementos de una visión del mundo inspirada en el cristianismo. Finalmente intentaremos el asalto a la cumbre.  Veremos si de la mano de Shakespeare podemos encontrar las pistas para que nuestro camino sea seguro, y si nos lleva efectivamente a donde debemos llegar. Al promediar el camino, nos detendremos a prestar atención a algunas indicaciones que el autor hace a los gobernantes, y que sirven -por extensión- a quienes tienen la responsabilidad de dirigir.[5]

Comenzaremos por ver lo qué pasa cuando entre el bien y el mal se opta por este último. Macbeth es como un espejo donde es posible ver reflejada la conducta humana y las consecuencias inevitables de los actos relacionados con la ética. Nos muestra el camino de la virtud y el pecado, el impacto que este tiene en la vida individual y social, y los necesarios atributos virtuosos del buen gobernante. Veremos luego el caso de Hamlet, en su inquieta búsqueda de su misión, "del mejor bien", recorriendo el camino difícil hacia su propia cumbre... Ambos casos, nos plantean la alternativa siempre presente entre el sempiterno "no serviré" (non serviam) y la confiada entrega a la Providencia en el medio de las tentaciones, la tribulación y la prueba.

Dejamos a los estudiosos la precisa, meritoria, exigente y erudita tarea literaria, porque buscamos herramientas concretas para resolver los desafíos del hombre común, que busca llegar a la cima de su propia montaña, lo que requerirá una aproximación más parecida a la del explorador que del académico y del científico.

Nos aproximaremos primero desde una visión fundamentalmente antropológica, y recorreremos el camino de búsqueda de la belleza, de la verdad y del bien, para incorporar luego una visión sobrenatural.[6] Seremos testigos así de una pedagogía que se las ingenia para destacar a través de las situaciones, personajes, expresiones, diálogos, o de la misma acción, la presencia de los tres obstáculos que se interponen en la búsqueda de la perfección humana y de la santidad de todos los hombres: el demonio, el mundo y la carne, de cuyas manifestaciones Shakespeare siembra múltiples ejemplos que vemos repetirse en las vidas concretas de todos los hombres desde el inicio de los tiempos.

Dos guías ingleses nos ayudarán a acercarnos a la comprensión de ese mensaje humano y espiritual: Theodore Dalrymple y Joseph Pearce serán nuestros sherpas. Cada uno tiene una visión del mundo diferente. Ambos nos plantean el desafío de una doble aproximación a sus obras: con el primero, intentaremos un enfoque simplemente antropológico; con el segundo planteamos la posibilidad de que Shakespeare esté aportando también una visión del mundo a la luz de la moral cristiana tradicional. Veremos finalmente si es compatible con la de nuestro autor, la visión salvífica del cristianismo en general y del catolicismo en particular.

Theodore Dalrymple, médico psiquiatra muy experimentado y excelente escritor contemporáneo, nos acerca a Shakespeare como si este mismo fuera un gran observador del funcionamiento de la naturaleza humana y de las consecuencias de nuestras elecciones de vida. Sin tener fe él mismo,  nos sugiere la importancia de impulsarnos por los caminos de la "antropología filosófica" y la "antropología teológica" a quienes tenemos la gracia de la fe, y afirma: "yo no creo que Dios exista, o al menos, no tengo evidencia para sugerir que Dios exista; pero me gustaría muchísimo creer en Dios porque soy muy consciente de que la vida sin Dios es problemática". Probablemente sin saberlo, aplica el consejo de Benedicto XVI que es mejor y más fácil -aun sin ser creyente- asumir como verdadera la existencia de Dios. Así, la visión de Theodore Dalrymple nos ayuda a llegar en la mejor forma al campamento base, para, desde allí, intentar el asalto a la cumbre.

Dalrymple nos ayudará en una primera etapa de la ascensión a un estadio superior que va a incluir el mundo sobrenatural, comenzando por destacar que como señalara Orwell, “se requiere esfuerzo y determinación para ver lo que está delante de la cara de uno. Y entre los esfuerzos que son requeridos, uno es descartar las lentes de una teorización excesiva o falsa".

¿Son cristianas las obras de Shakespeare? Joseph Pearce, conocido escritor católico, está expresa y particularmente interesado en una visión "sobrenatural" de Shakespeare, y explora "las claves católicas de su literatura". Nos muestra al autor bajo esta dimensión, y profundiza el contexto histórico, en el marco de la persecución que sufrían los católicos en la Inglaterra de su tiempo, que los llevaba en no pocos casos al martirio. Pearce asume el riesgo de interpretar al Bardo a partir del análisis de los textos y del contexto histórico, y realiza inferencias y plantea significados que no osamos poner en duda, aunque para algunos las conclusiones a las que él llega podrían ser discutibles.

Si el hombre se restringe a lo que esta solo a su alcance, le falta la eternidad. El hombre vive en un universo que va mucho más allá de sus capacidades. El mundo trascendente y sobrenatural se abre a un orden en que la revelación ha ampliado el horizonte humano, pero al mismo tiempo le ha dado a conocer un mundo en el que tiene leyes que obedecer y cumplir, que son para el hombre pero que no son impartidas por el mismo. Tom Jay cita al gran filósofo católico Etienne Gilson: "Tan pronto como el universo se reduce a las leyes de la mente, el hombre, ahora convertido en creador, ya no tiene ningún medio de elevarse por encima de sí mismo. Legislador de un mundo al que ha dado a luz su propia mente, es a partir de ahora el prisionero de su propio trabajo, y nunca, nunca más, se escapará de ello... si mi pensamiento es la condición de ser, nunca seré capaz de trascender los límites de mi ser por el pensamiento, ni mi capacidad de infinito será jamás satisfecha."

Por esto cabe suponer que sin poder definirse a las obras de Shakespeare como "espirituales", se ve claramente que abarcan al mundo trascendente, si buscamos esta dimensión en las expresiones, diálogos y monólogos que el autor ha distribuido a lo largo de sus obras. ¿Porque le damos importancia al posible catolicismo del Bardo? Si no hubiéramos tenido en cuenta este aspecto, nuestro ascenso al "Mount Shakespeare" hubiera sido como participar de un espejismo. Si el análisis de Pierce es acertado y Shakespeare ha sembrado efectivamente sus textos con pistas a ser interpretadas en el marco del catolicismo -en tiempos de persecución-, el análisis literario de Shakespeare está llamado a ser muy diferente al realizado por siglos en el marco del anglicanismo. Por algo destaca Pierce la diferencia del análisis según se trate de un lector "protestante" o "anglicano". Y porque queremos concentrarnos en el ascenso, no analizaremos si se encuentran en las obras del Bardo críticas más o menos veladas a la Iglesia Católica de Inglaterra como causantes del cataclismo espiritual de su tiempo.

Sin embargo queremos resaltar, como afirmara Hilaire Belloc, que “para un hombre familiarizado con la Iglesia Católica y la sociedad que es su producto, nada resulta más claro que el hecho de que las obras de Shakespeare fueron escritas por un hombre evidentemente católico en sus hábitos mentales, y para audiencias de mentalidad igualmente católica.” … “… Hamlet fue escrita muy poco antes de la muerte de Isabel. Pero Rey Lear es del año de la Conspiración de la Pólvora, y el gran final, La Tempestad, es aún posterior.” [7]

Los diversos autores constituyen auxilios que brindan visiones complementarias. Pero de lo que no cabe ninguna duda, es que de la mano de Shakespeare podemos acercarnos a las crestas del conocimiento humano.




[1] "Conozco a los que buscan el mar al paso lento de sus caravanas, y que necesitan el mar. Y cuando llegan se maravillan. Y sus corazones son lavados de la esclavitud de las cosas pequeñas. Entonces cargan provisiones de inmensidad y traen a su casa la felicidad plena que han encontrado. Y la casa se cambia porque existe en algún lugar la salida del sol en la llanura, y el mar. Porque todo se abre a algo más amplio que uno mismo. Todo se hace camino y ventana sobre algo distinto de uno mismo." Antoine de Saint - Exupéry, Ciudadela
[2] Afirmaba Isaías: "Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán: « ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas.» (Lectura del libro del profeta Isaías 2, 1-5)"
[3] Dante Alighieri, Fin del Infierno
[4] Entregada a la Academia Sueca con motivo del otorgamiento del Premio Nobel en 1970
[5] El ascenso no es "en solitario". No estamos solos en el camino, ni nos dirigimos todos al mismo lugar. En un mundo en el que se está convirtiendo en algo difícil ponerse de acuerdo acerca de lo que es un hombre o una mujer, o la familia, o la educación, o la verdad, o las maneras de conseguir el bien de la sociedad, a suponer que ya estemos de acuerdo en que la verdad y el bien existen y pueden conocerse, es importante encontrar caminos que contribuyan a la vida en común. Afirma Josh Craddock que la armonía social "no puede siempre encontrarse en una nación de comerciantes a no ser que su punto de vista se eleve a través de la vida religiosa y filosófica. Debe ser refinado y ampliado por sabios estadistas como Portia, o por grandes poetas como Shakespeare", que además "nos informa acerca de las cualidades de los buenos gobernantes, el destino de los tiranos, las obligaciones de los ciudadanos, e incluso sobre la naturaleza de un régimen justo, tanto como este pueda ser posible, dada la fragilidad humana." (http://www.thepublicdiscourse.com/2016/02/16313/  )
[6] Nos podemos preguntar también si en el discurso de Macbeth no hay además de una visión antropológica, una "sobrenatural", y si así fuera, si en la intención del autor existía la voluntad de manifestarla. Como afirmara el Cardenal Newman en una conferencia en la Facultad de Filosofía y Letras, el discurso, y por lo tanto la literatura, es esencialmente un trabajo personal -la expresión de ideas y sentimientos de la propia persona a la que le pertenecen- y expresa la "verdad subjetiva" y no la objetiva; nos manifiesta los pensamientos del autor y no las cosas en sí mismas: "sus puntos de vista de las realidades externas; sus juicios sobre la vida, las costumbres y la historia, sus propios ejercicios de ingenio, de humor, de profundidad, de sagacidad".
[7] Así ocurrió la Reforma,  Hilaire Belloc, Ediciones Thau, 1984

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