viernes, 17 de julio de 2015

Unión Europea: ¿Cómo hemos llegado a este punto y cuál es el camino para salir de él?


Grecia, Ucrania, crisis... ¿pero Europa no era un sueño de democracia, paz y prosperidad?

por Rodolfo Casadei

En 2004, las insistentes intrigas de una comisión del Parlamento europeo consiguieron que se le negara el nombramiento como comisario de justicia, libertad y seguridad, discriminándole en virtud de sus convicciones religiosas y morales, pero Rocco Buttiglione nunca dejó de ser un ferviente europeísta. Toda su carrera política se ha desarrollado en Italia, donde ha sido ministro dos veces, diputado en cinco legislaturas (incluida la actual) y senador en una, más un periodo de dos años, entre 1999 y 2001, que pasó en el Parlamento europeo.

Durante décadas, la Unión Europea ha representado un sueño posible de democracia, paz y prosperidad. Ahora la prosperidad ya no está asegurada, como vemos en el caso de Grecia y otras economías de la Europa meridional. La paz está peligro, como vemos con la guerra en Ucrania; y la democracia corre el riesgo de hacerse irrelevante en un momento en que todas las políticas más importantes se deciden en Bruselas. ¿Cómo hemos llegado a este punto y cuál es el camino para salir de él?

Después de la gran etapa de los padres fundadores (De Gasperi, Adenauer y Schumann), en los años ochenta, con el pontificado de Juan Pablo II, vivimos un gran empuje para redescubrir las razones de la unidad de Europa, que es ante todo una unidad cultural, y solo después económica. Estas razones se presentaron bajo la forma de una nueva evangelización, que volvió a actualizar el encuentro con la fe cristiana, que constituyó a los pueblos europeos como tales, y las relaciones de fraternidad que los han convertido en una familia de pueblos. Este redescubrimiento de la fe cristiana generó un gran testimonio frente al comunismo, provocando su caída. La mayor potencia policial del mundo se derrumbó ante un testimonio indefenso.

Cuando sucedió esto, en Europa una clase política responsable, encarnada por Helmut Kohl, supo atraer la energía moral necesaria para realizar un gran proyecto político, que debía ligar indisolublemente Alemania con Occidente. Con la caída de la Unión Soviética, era inevitable que Alemania volviera a moverse hacia el este, con el riesgo de dividir Europa con el nacimiento de un nuevo imperio alemán en su centro. En cambio, Kohl optó por una Alemania europea, en vez de por una Europa alemana, y quiso el euro como instrumento para unir firmemente a Alemania con la Europa occidental. La ampliación de la Unión al este no representaba una expansión, sino una reunificación de Europa: eran los pueblos del este yendo hacia Europa, y no Alemania avanzando hacia el este. Fue un gran éxito. Hay que recordar la Europa de 1991: los pueblos del este habían perdido las seguridades que, aun en la indigencia, el comunismo les garantizaba, y todavía no había un nuevo sistema económico. El peligro de que la Europa centro-oriental se dividiera en dos, con unos países acercándose a Berlín y otros volviendo bajo el ala de Moscú, llenos de resentimiento, en cuanto Rusia volviera a ser una potencia de nivel mundial, era muy fuerte. Pero fueron capaces de construir, con nuestra ayuda, sistemas funcionales, dando lugar a un extraordinario desarrollo económico que ha dado esperanza a millones de personas.

Luego esta serie de éxitos se interrumpió y empezaron las derrotas. Entre 1998 y 2005 encajamos unas cuantas. Primero se decidió dejar los valores cristianos fuera de la constitución europea y luego los pueblos rechazaron la constitución. Hay una lógica que subyace a estos dos hechos. Si no nos une la fe cristiana, ¿qué es lo que mantiene unida Europa? ¿Por qué debería sentir como un hermano, por ejemplo, a un búlgaro? Al decaer el ímpetu ideal, decayó también el ímpetu político. Y así hemos tenido quince años marcados por los egoísmos nacionales, durante los cuales la clave europea no ha sido la tradición cristiana común sino el fin de todos los valores, y lo máximo que hemos logrado expresar ha sido apertura a los derechos LGBT. Europa es como un magnífico castillo que guarda dentro obras de arte, muebles y tapices maravillosos, pero donde falta el techo. Mientras luce el sol puede funcionar, pero cuando llueve todo se descompone. Y la lluvia ha llegado con la crisis financiera y económica. Ante esta crisis Europa parece indefensa, sin espíritu de solidaridad ni voluntad de reaccionar.

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