viernes, 30 de enero de 2015

Una definición y una visión cristiana de la conciencia moral


«El católico de a pie acoge mejor el Magisterio que los teólogos sofisticados» 
(R. Esteban Duque)







En el año 2013, una entrevista al papa Francisco enLa Repubblica por parte de su director Eugenio Scalfari, llevó a muchos a la perplejidad: “cada uno -decía el Papa- tiene su propia idea del bien y del mal”.

Esto era algo capaz de originar una propuesta peligrosa de autonomía absolutizadora de la conciencia. Semejantes declaraciones fueron el acicate perfecto para que el moralista Roberto Esteban Duque, sacerdote y doctor en Teología de la Diócesis de Cuenca, escribiera el libro La voz de la conciencia, que publica ahora la editorial Encuentro.

- "Cada uno tiene su idea del bien y del mal"... ¿Qué piensa usted de estas palabras que, según Scalfari, dijo el Papa?

-Dicho así, como usted lo presenta, el papa Francisco parecía invitar a obedecer la conciencia creativa; es decir, la verdad moral no dependería de una verdad establecida por Dios, sino que sería “creación” de la conciencia subjetiva y autónoma. La conciencia como juez infalible del bien y del mal era una propuesta del calvinista Rousseau.

»Pero a mí no me gusta interpretar lo que dice el Papa; ya lo hace con actitud pertinaz Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, y después el juglar mercenario de los medios de comunicación. Como comprenderá, resulta un poco esperpéntico colaborar en la ceremonia de la confusión.

- Pero, ¿no está de acuerdo en que la conciencia es autónoma?

-No si esa autonomía se comprende como un valor absoluto, convirtiendo a la persona en norma de moralidad. La conciencia moral es la norma última y decisiva de la moral, pero no la norma suprema, porque está sometida a la ley divina; la conciencia será el juicio último, de obligatorio seguimiento, pero no el juicio definitivo de moralidad, de ahí que podamos hablar de conciencia verdadera y errónea. La dignidad de la conciencia está en la apertura a la verdad. La conciencia no es creadora de los valores morales, ni fuente autónoma del juicio moral. Es testigo de una verdad que la precede y supera, y que es Dios mismo y su ley.

»El punto crítico de una concepción subjetivista de la moral consiste en la negación de la posibilidad de una conciencia moral errónea. No podemos pensar, como afirma el jesuita Bruno Schüller, que la conciencia no puede engañarse sobre el bien y sobre el mal, que lo que ella ordena es siempre e infaliblemente bien moral. Tal reivindicación de infalibilidad de la conciencia moral es típica del subjetivismo moderno.

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