lunes, 29 de diciembre de 2014

El gobierno de la Iglesia universal no se lleva a cabo en reuniones colectivas, sino en encuentros personales


Francisco trabaja a destajo desde las cinco de la mañana e impone su austeridad en el Vaticano



Al Papa Francisco le gusta madrugar. En Buenos Aires se levantaba a las cuatro y media de la mañana, y dedicaba largos ratos a rezar y estudiar antes de celebrar la misa. Ahora, como Papa, tiene que descansar un poco más.

Se levanta en torno a las cinco, reza en privado y celebra cada día la misa de las siete de la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta. Suelen concelebrar algunos sacerdotes y asisten los empleados de la Casa, aparte de grupos de invitados: los barrenderos del Vaticano, los jardineros, las telefonistas, los periodistas y los fotógrafos de «L’Osservatore Romano».

Al terminar la misa, el Papa se sienta entre los fieles en los bancos del fondo de la capilla para hacer un rato de acción de gracias en silencio por haber recibido la comunión. A los diez minutos sale de la capilla y espera en la puerta para saludar a cada uno de los asistentes. Así empieza su día.

A continuación baja a desayunar al comedor de la casa-residencia en la que vive y hace sus comidas, muy contento de vivir con medio centenar largo de personas –sacerdotes y obispos- que trabajan en el Vaticano. Lo considera mucho más vivificante que estar aislado en lo alto del Apartamento pontificio.

Sin derroches
Uno de los primeros días de trabajo, el Papa llegó a las oficinas de la secretaria de Estado poco después de las ocho de la mañana. No había ningún monseñor ni ningún oficial. Tan sólo un bedel. Y estaban todas las luces encendidas. El Papa pregunto por qué estaban encendidas, y el bedel le contesto que «siempre se ha hecho así».

Francisco respondió que «con el dinero que se gasta de modo inútil se podría pagar el sueldo de un sacerdote», y fue apagando personalmente las luces innecesarias. El suceso circuló por la Curia vaticana como la pólvora, y ahora la gente empieza a darse cuentan de los derroches innecesarios, y a evitarlos.

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