domingo, 30 de noviembre de 2014

Alguien que no sabe que existen el bien y el mal como características objetivas consustanciales a la naturaleza humana está en un estado prehumano


La disolución del concepto de familia

Por: Benigno Blanco | Fuente: Foro de la Familia

Quien cree que existe la naturaleza humana, porque sabe que el mundo ha sido pensado, y que por tanto es razonable, y que en consecuencia nosotros por ser racionales podemos conocer en qué consiste de verdad el mundo


El tema que se nos propone en esta mesa redonda es “la disolución del concepto de familia”.

Agradezco la ocasión que se me ofrece de hablar de esta materia pues el diagnóstico sobre qué le pasa hoy a la familia subyace a todas las actividades e iniciativas del Foro de la Familia, la entidad que me honro en presidir en estos momentos; y, por ello, hablar de los problemas actuales de la familia me permitirá también compartir con ustedes el espíritu de esta institución que me atrevo a calificar como la mayor movilización social en defensa de la familia en la Europa de nuestros días. Tras compartir con ustedes mi diagnóstico sobre la familia hoy, me atreveré a hacer algunas consideraciones sobre cómo superar los problemas para hacer familia que deben afrontar los hombres de hoy.

Con referencia al título que enmarca esta mesa redonda – la disolución del concepto de familia- debo decirles que en mi opinión la disolución actual del concepto de familia, realidad innegable, no es un fenómeno primario, sino secundario. Me da la sensación de que el problema singular de nuestra época, lo que caracteriza a nuestra época como señal distintiva respecto a cualquier otra época precedente, es que estamos siendo testigos de un proyecto de disolución del hombre, un proyecto de reconstrucción de lo humano sobre bases ideológicas ajenas a la naturaleza de las cosas. Puede sonar fuerte o apocalíptico decir esto, pero una atenta observación de la realidad indica –a mi entender- que ésta es la clave radical de nuestra época; época difícil de entender para nuestros contemporáneos en esta su dimensión radical última pues carecemos de precedentes de algo similar en la historia pasada.

Me da la sensación de que el gran problema de nuestra época es que una gran parte de nuestros contemporáneos no tienen ni la más remota idea de en qué consiste ser un ser humano; y este es un problema muy serio, obviamente. ¿Y por qué una gran parte de nuestros contemporáneos no saben en qué consiste ser un ser humano? Porque una gran parte de nuestros contemporáneos se han desarraigado intelectual y moralmente de la mejor tradición humanista de Occidente, ésa que nos ha permitido ir profundizando s1bbdurante siglos, con aciertos y errores, pero en clave cada vez más constructiva, en un conocimiento cierto sobre lo humano, que no es tan fácil, dicho sea de paso, porque, entre otras cosas, para conocer al ser humano hay que creer que el ser humano consiste en algo, que el ser humano tiene una naturaleza, que existe la naturaleza humana. Si fuésemos un fenómeno individual, meramente de tipo físico-químico, fruto de una evolución ciega y caótica, no seriamos comprensibles. Lo absolutamente singular no es definible, como nos enseña la vieja –y acertada- lógica de Aristóteles.

Por eso me parece muy acertado traer a este debate la memoria de Ockam, como ha hecho el ponente anterior, Ignacio Sánchez Cámara. Me parece que la gran crisis intelectual de Occidente en que todavía vivimos empieza con el nominalismo, con la extraña rebelión frente a la razón que encarnan el voluntarismo y el nominalismo que afloran en el siglo XIV. En ese siglo, con una estúpida soberbia que me cuesta entender, algunas personas empezaron a dudar sobre el carácter razonable del mundo tal y como era contemplado por la síntesis tomista, ese monumento de fe en la razón tan mal entendido y pronto olvidado. Los adalides de la rebelión frente a la razón en ese siglo XIV pensaron -¿por qué?, ¡gran misterio!- que el mundo no es razonable y que por tanto no podemos definirlo con conceptos y categorías generales; que sólo existe lo individual; que las palabras que designan lo colectivo, lo común, son flatum vocis, – así dice Ockam-, palabras sin contenido, vacías. Ahí empieza el gran problema de nuestros días: la desconfianza en la consistencia razonable de todo lo existente, la desconfianza en la capacidad de la razón para conocer con certeza la consistencia real de lo existente, la duda sobre la verdad de los universales, de los conceptos que describen lo común a todos los individuos, la desconfianza hacia los conceptos que describen la realidad tal y como es.

De esa desconfianza en el carácter razonable de lo existente al subjetivismo contemporáneo, al relativismo ambiente, hay pocos pasos. Duda metódica cartesiana, idealismo kantiano, empirismo epistemológico, materialismo marxista o economicista, evolucionismo ideológico, estructuralismo, cientificismo,..son nombres o etapas de un mismo proceso: el abandono de la fe en el carácter razonable del mundo por su condición de pensado y creado, de querido.

El gran problema de nuestra época es la autoimpuesta incapacidad de muchos de nosotros para entender lo humano.

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