viernes, 25 de julio de 2014

Le Raspoutine de Poutine: l'ultranationaliste Alexandre Douguine est un conseiller occulte du chef du Kremlin. Son but ? Annexer une partie de l'Ukraine et reconstituer l'empire russe.




por Carlos Martínez-Cava




Ruso, disidente del comunismo y asesor de Vladimir Putin, Alexander Dugin es una de las figuras mas controvertidas y movilizadoras de ese universo cultural que se conoce como Nueva Derecha que, de pensadores como Alain de Benoist, Guillaume Faye o Dominique Venner, levantaron todo un frente de contestación ideológica al mayo del 68 y a la modernidad liberal.

Putin como líder una Rusia regenerada

Vladimir Putin no fue ni es solo un mero candidato político que accede el poder. Su voluntad de hacer de Rusia una potencia y romper el unilateralismo norteamericano tiene una explicación ideológica que sustenta esa voluntad. Y Alexander Dugin no es ajeno a todo ello. Su ultima obra, La cuarta teoría política, desarrolla el nuevo escenario ideológico del siglo XXI. Para Dugin, el liberalismo, el fascismo y el comunismo han muerto. Ninguna de esas tres teorías políticas pueden dar respuesta a los problemas de hoy. Como explica en su propia web, “el liberalismo, que siempre ha buscado minimizar la política, decidió, después de su victoria, eliminar por completo la política. Probablemente para no permitir la formación de una alternativa política y hacer eterno su reino, o simplemente debido al agotamiento de la agenda política debido a la ausencia de enemigos, que, según Carl Schmitt, son necesarios para la formación de una posición política”.

Una crítica a las “anteojeras ideológicas”

Es mal frecuente de nuestro tiempo analizar los conflictos sociales con las “anteojeras ideólogicas” de ideas que nacen de la Revolución francesa o que han probado en la práctica o en el campo de batalla su fracaso para ofrecer escenarios de paz y prosperidad. Todo eso, desde 1945 y, más en profundidad, desde 1990 en que cae el Muro de Berlín y la Unión Soviética deja de existir. El desarrollo y comprensión de esta reformulación política requiere modificar la interpretación de la historia política de los últimos siglos, adoptando nuevos puntos de vista, más allá del marco de los clichés ideológicos habituales de las viejas ideologías. También requiere darse cuenta de la estructura profunda de la sociedad global que aparece ante nuestros ojos, descifrar correctamente el paradigma de la era postmoderna y aprender a no oponerse a una idea política, a un programa o a una estrategia, sino al estado de cosas “objetivo”, al tejido social apolítico de la “post-sociedad” fracturada.

La religión frente al ateísmo obligatorio

Para Dugin, la Tradición, como concepto en el que engloba la religión, la jerarquía y la familia, ha sido abatida por la modernidad. Tanto Nietzsche como Max Weber hablaron de esa “muerte de Dios” y del “final de lo sagrado”. Y característica de ese tiempo es no la enemistad con la religión, sino la mas plena indiferencia. En el planteamiento de Dugin, el ateísmo ya no es obligatorio, del mismo modo que las teologías monoteístas no serán instancia de verdad.

Una reivindicación de Heidegger

Si algo tiene la nueva formulación de esta obra de Alexander Dugin es su reinvidicación de Martin Heidegger, con el que coincide en su aborrecimiento por el liberalismo como fuente del pensamiento calculador y del nihilismo occidental. Si se quiere comprender el papel de Rusia en este mundo multipolar tras el desplome de Estados Unidos como guardián del mundo, es de obligada lectura esta obra densa y, en muchos tramos, desconcertante. Siguiendo a Carl Schmitt, Dugin identifica a Estados Unidos y al liberalismo como el gran enemigo al representar “procesos de degradación y degeneración”. Como animador de un gran espacio económico y cultural, considera que la misión del movimiento eurasiático es luchar contra la hegemonía liberal y entablar una alianza estratégica con Irán, Turquía y países árabes de Oriente Próximo, ya que son pueblos con un modelo social más solidario que el capitalismo y la globalización propios del mundo anglosajón.

La importancia de la Geopolítica en la interpretación de la Historia

Con el libro de Dugin, uno tiene la sensación de estar ante una obra que se anticipa al porvenir o que es, sin duda, una antorcha de cómo pensar las futuras sociedades europeas. Es imposible interpretar la Historia de los últimos setenta años sin la participación de la Geopolitica. En ese mundo unipolar nacido de la dominación comercial y política de Estados Unidos sobre la Europa que fue ocupada tras Normandía, ésta es vista como parte misma de la America del Norte rica y próspera. Pero ahora esas viejas retóricas ya no funcionan. Ya no existe el comunismo, el ‘mal supremo’ al que apelar y con el que cerrar filas ante la presencia del miedo al secuestro de las libertades formales. El gran mérito de la obra de Dugin, como la de Alain de Benoist, es evidenciar la necesidad de una visión alternativa del mundo futuro que nos ofrece Norteamérica. Un mundo donde las raíces clásicas y la civilización de Europa hablan de otros modelos de carácter multipolar. Donde las diferencias entre civilizaciones no terminan en su arrasamiento cultural sino en colaboración y respeto.

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Aleksandr Duguin


Índice 


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El Occidente actual debe ser aniquilado y la humanidad debe ser reconstruida en un terreno diferente 

[Aecio] Excelente entrevista que realiza la revista lituana Radikaliai a Alexander Dugin, donde con un toque más personal se habla del posible colapso del mundo occidental, la Cuarta Teoría Política y sus fundamentos, la situación actual del Eurasianismo de la mano de Rusia y la visión del mundo post-moderno que nos depara. 

Mindaugas Peleckis : Estimado profesor, ¿podríamos iniciar la conversación con su muy interesante biografía? Antes que nada ¿es cierto lo que está escrito en Wikipedia y otras fuentes oficiales? ¿Qué es verdad y qué no lo es? ¿Padre, que trabajaba en la GRU, nazi del círculo dirigido por E. Golovin, muchas perturbaciones políticas, un buen amigo del Sr. Putin?

Alexander Dugin: Todo es pura mentira. Ni Putin, ni nazi, ni padre en el GRU y así sucesivamente. Mi biografía es mi bibliografía (cf. J.Evola). No cambio nada en Wikipedia por dos razones:

1) Hay un grupo de administradores Wiki liberales que restablecerán de inmediato todas las mentiras para conservar la imagen peyorativa de mí persona (la guerra cibernética – es sólo una democracia, no es nada personal, pero la democracia es siempre una mentira).

2) El individuo (Yo mismo) no importa para mí, sólo importa la misión.

Hasta ahora no me siento inclinado a hablar de mí persona. Lea mis libros, forme su opinión personal acerca de mis ideas (primero) y la personalidad del autor (segundo – es opcional).

De todas maneras lo principal a discutir en esta entrevista son Sus ideas, las cuales considero bastante interesantes y de importancia global a medida de que el mundo occidental parece estar colapsando. ¿Lo es? El fin de la civilización occidental se predijo bastante tiempo atrás. ¿Cuánto tiempo tenemos que esperar? ¿Hay algo que tiene que suceder? ¿La Tercera Guerra Mundial? ¿Revolución mundial? ¿Nada (significando el colapso como un proceso natural)?

Yo más bien creo que no pasará nada, nada en absoluto. Eso es algo que es realmente terrible. La eternidad es el momento perpetuo del aburrimiento. Heidegger estudió en su obra “Die Grundbegriffen der Metaphysik” el fenómeno del aburrimiento profundo. Como la función existencial del Dasein moderno. El gnóstico Basílides describió al mundo DESPUES del fin como completamente equilibrado, el mundo sin ningún acontecimiento. Eso no quiere decir que no haya más eventos, significa más bien que no vivimos los acontecimientos como eventos. El colapso duradero es bien analizado por el escritor Inglés Alex Kurtagić.

El verdadero problema viene cuando nadie percibe que es un problema. Así que estamos aquí. El Occidente es el centro del aburrimiento. No explota, más bien implosiona cada vez más y más profundo.

Tienen razón en que durará para siempre. El fin del Mundo es la imposibilidad del Mundo a acabarse. El mundo sin fin ya no es más el mundo, es la suma de los fragmentos sin sentido del todo inexistente. Estamos viviendo en las hipótesis 6-9 de “Parménides” de Platón – hay multitudes (πολλά), pero no hay ninguna unidad (ἓν). Tal mundo no puede existir (según los neoplatónicos). Estoy bastante de acuerdo con ellos, no con los medios de comunicación y la cultura prêt a porter o con los intelectuales hegemónicos.

Usted publicó muchos libros – Ni siquiera puedo contarlos (¿Usted podría?). Recuerdo el primero que leí – era sorprendente en 1999, sobre Conspirología. ¿Usted cree en una conspiración global seria como Bilderberg/Masones/ Illuminati o cualquier otro que esté realmente pasando en este momento? Si es así, por favor explique cómo funciona y qué debemos esperar más adelante.

No recuerdo la cantidad de mis libros, recuerdo su calidad. La calidad es muy diferente, ya que los libros fueron escritos para públicos diversos. La conspirología es descrita por mí como una especie de sociología primitiva. Para la sociología, hay un punto muy importante: lo que la sociedad piensa sobre lo que está sucediendo a su alrededor es importante, no menos de lo que sucede realmente o lo que los expertos científicos piensan. Así que estudiando las teorías de conspiración estudiamos la mente de la gente, los mitos, la cultura, los miedos, las estructuras gnoseológicas y cognitivas. La gente cree en conspiraciones. Eso significa que “existen” o ” subsisten ” (de acuerdo a la ontología diferenciada de Alexius Meinong).

Se le considera como el padre del Eurasianismo y la Cuarta Teoría Política. ¿Podría explicar los fundamentos de sus ideas?

AD: El Eurasianismo no ve a Rusia como país, sino como una civilización. Por lo tanto, debe compararse no con países europeos o asiáticos, si no con Europa o el islam o las civilizaciones hindúes. Rusia-Eurasia consiste en elementos modernos y pre-modernos, de culturas y etnias europeas y orientales. Esta identidad particular debe ser reconocida y reafirmada en el marco de un nuevo proyecto de integración. El eurasianismo niega la universalidad de la civilización occidental y la unidimensionalidad del proceso histórico (dirigida hacia el liberalismo, la democracia, los derechos humanos, la economía de marcado y así sucesivamente).

Hay diferentes culturas con diferentes antropologías, ontologías, valores, tiempos y espacios. El Occidente no es otra cosa que el mundo hipertrofiado e insolente con megalomanía. Es el caso más abyecto del hybris. La humanidad debe luchar contra Occidente con el fin de poner sus pretensiones en los límites legítimos. El mundo debe convertirse en lo que es -la provincia, el caso aislado histórico, la elección – no el destino universal y normativo o el objetivo común.

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Alexandre Douguine, chantre de l’eurasisme anti-américain en Russie



Le géopoliticien inonde les médias officiels de ses thèses ultranationalistes depuis le début de la crise en Ukraine.

«Imaginez que, dans un pays voisin de la France, la Belgique par exemple, peuplé de Français, ces derniers soient menacés de déportation et de génocide.» C’est ainsi que le géopoliticien-philosophe Alexandre Douguine explique pourquoi Vladimir Poutine n’a tout simplement pas le choix dans sa politique ukrainienne : tout comme il a été obligé de répondre à l’appel des habitants de Crimée, que la «junte de Kiev» s’apprêtait à «exterminer», de même il est forcé d’intervenir dans le sud-est de l’Ukraine pour protéger les russophones. «La manière dont les représentants de l’Ukraine de l’Ouest ont décidé de traiter les russophones de l’Est rappelle les pires moments du IIIe Reich, qui a été célébré sur le Maidan, avec des portraits de Hitler et des croix gammées. La Russie ne peut pas rester passive. Il s’agit de son peuple, près de chez elle», poursuit Douguine, qui ne s’embarrasse guère de la réalité des faits, parle neuf langues et porte fièrement une longue barbe de prophète.

Décadent. Longtemps marginal pour ses positions extrémistes, cet intellectuel a désormais le vent en poupe et a envahi les médias officiels. Pour ce théoricien du «néo-eurasisme», le jeu de la Russie en Ukraine, certes dicté par les circonstances, obéit surtout à des impératifs géopolitiques, historiques et eschatologiques, qui dépassent de loin le Maidan.

Intellectuel moscovite porté dans sa jeunesse sur l’ésotérisme et le mysticisme, Alexandre Douguine est le père de la version moderne et dépoussiérée de l’eurasisme, une idéologie formulée dans les années 20 par des penseurs russes en exil (Georges Florovsky, Nikolai Trubetskoï, Piotr Savitsky). 

Pour ces derniers, la géographie de la Russie - un «troisième continent» entre l’Occident et l’Asie - est sa destinée : tous ses dirigeants sont condamnés à conquérir puis assimiler les populations dangereuses limitrophes. 

Et surtout l’Etat doit être fort, centralisé, résistant aux velléités démocratiques et libérales délétères d’un Occident décadent. 

L’Eurasie de Douguine comprend tout l’espace postsoviétique et doit même étendre son influence sur l’Union européenne : «Le projet de réunifier la grande Russie est évidemment enclenché. Nous attirons ceux que nous pouvons par l’amitié et la paix, mais si nos intérêts sont menacés, alors l’intégration se fera par morceaux. Ceux qui sont hostiles à la Russie et à ses intérêts, comme l’avait été Saakachvili [ex-président de la Géorgie, qui a perdu des territoiresaprès l’intervention militaire russe de 2008, ndlr], ou comme aujourd’hui la junte de Kiev, doivent comprendre qu’ils ne pourront pas exister en tant qu’Etats antirusses. Tout Etat de l’espace postsoviétique, s’il décide de s’opposer violemment à la Russie, ne pourra exister que sous forme tronquée», prévient Douguine, qui précise que «l’intégrité territoriale de tous les Etats postsoviétiques sans exception dépend en premier lieu de Moscou. 

Ce qui ne veut pas dire que la Russie est prête à les démembrer. Mais sans accord avec Moscou (pas forcément une soumission totale au Kremlin ou à Poutine), l’intégrité territoriale ne peut être garantie.» 

A l’instar de ses maîtres à penser, Alexandre Douguine formule une idéologie anti-occidentale et antilibérale en prônant des valeurs sociales traditionalistes pour une Russie dont la mission est de dominer le monde, en luttant contre le «mal mondial» que représente l’Amérique. Dans cette perspective, «la crise ukrainienne n’est qu’un petit épisode d’une confrontation très complexe entre un monde unipolaire et multipolaire, entre la thalassocratie [civilisation de la mer, l’Amérique, ndlr] et la tellurocratie [la civilisation de la terre, la Russie]».

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Le Raspoutine de Poutine


Chantre d'un fascisme panslave, l'ultranationaliste Alexandre Douguine est un conseiller occulte du chef du Kremlin. Son but ? Annexer une partie de l'Ukraine et reconstituer l'empire russe.

Il hait l'Occident et ses valeurs "dégénérées". Depuis toujours, il milite pour l'annexion de l'Ukraine par la Russie. Il veut un "empire eurasiatique" dominé par Moscou. Longtemps, Alexandre Douguine, intellectuel ultranationaliste, fut cantonné aux marges de la vie politique de son pays. Aujourd'hui, il est au centre du grand jeu russe.

Depuis le retour de Vladimir Poutine au Kremlin en 2012, cet extrémiste, ami du pamphlétaire "national-socialiste" français Alain Soral, est constamment invité dans les médias d'Etat russes. Sa barbe de vieux-croyant et ses concepts fumeux font fureur. Il est très en cour jusqu'au sommet du pouvoir. Ce chantre de Mussolini et de l'orthodoxie - que son ancien acolyte Edouard Limonov surnomme "le Cyrille et Méthode du fascisme" - est devenu un propagandiste majeur du régime. Selon la revue américaine "Foreign Affairs", il serait même le "cerveau" du président russe.

Le Raspoutine de Poutine ?

"On ignore si les deux hommes se voient souvent, dit Marat Guelman, un ancien conseiller en relations publiques du Kremlin qui les connaît depuis quinze ans. Mais, à l'évidence, l'influence de Douguine est considérable, surtout depuis quelques mois. Dans ses derniers discours, le président adopte ses thématiques et même sa phraséologie. C'est effrayant."
"Mes idées ont triomphé, toutes"

Douguine, qui est officiellement titulaire d'une chaire de sociologie à l'université Lomonossov à Moscou, explique qu'effectivement il voit les "gens du pouvoir au moins une fois par semaine", qu'il a beaucoup travaillé avec l'ancien conseiller politique de Poutine, Vladislav Sourkov, aujourd'hui en disgrâce. Il assure aussi qu'il a refusé plusieurs postes importants au Kremlin parce qu'il déteste la "bureaucratie".

Mais, quand on l'interroge sur ses rencontres avec le "tsar" lui-même, il esquive. 

Dans un excellent français, qu'il a appris seul en lisant "les Poètes maudits" de Verlaine, il dit : "Peu importe le comment : l'important, c'est que toutes mes idées ont triomphé, toutes." 

De fait, c'est bien son idéologie "rouge-brune" radicale qui inspire aujourd'hui l'action extérieure et intérieure du pouvoir russe. Il faut donc écouter Alexandre Douguine pour comprendre vers quel funeste destin le Kremlin veut entraîner son pays - et toute l'Europe.

Nous l'avons rencontré pour la première fois en septembre 2008, juste après la guerre russo-géorgienne. A l'époque, il peste contre Poutine qui "n'ose pas aller jusqu'au bout" et "restaurer l'empire". "Il hésite à franchir le Rubicon, à affronter l'Amérique", dit-il alors. Douguine appelle déjà - c'est son obsession - à une invasion de l'Ukraine, d'où il est banni depuis plusieurs années. Il répète que seule une "révolution" ultranationaliste peut sauver le pouvoir russe - pas ces maudites idées occidentales en vogue à Moscou.

"C'était trop tôt"

Il n'est pas écouté. "C'était trop tôt." Il manque un déclic. Il aura lieu trois ans plus tard. Le 10 décembre 2011, l'opposition libérale organise à Moscou une grande manifestation contre Poutine. Pour la première fois, la foule exige que l'homme fort du pays "dégage", comme Moubarak ou Ben Ali. Un choc pour le "leader national" russe. "Entre les libéraux et nous, il ne pouvait plus hésiter, dit aujourd'hui Douguine. 
Notre heure était arrivée."

Dès que Poutine redevient président, en mai 2012, les ultranationalistes sortent de l'ombre. Ils prospèrent vite. Ils créent plusieurs clubs politiques. Le plus en vue, le cercle Izborski, est lancé par l'écrivain antisémite Alexandre Prokhanov et son ami Douguine. La première réunion est présidée par le nouveau ministre de la Culture, Vladimir Medinski, un historien révisionniste. Un pope est aussi là et pas n'importe lequel : l'archimandrite Tikhon, un intime de Poutine, son "confesseur", dit-on.

Le club adopte le texte fondateur du cercle Izborski. Il y est écrit : 

"Aujourd'hui, la construction d'un empire eurasiatique peut être l'idéologie de la Russie." 

Le compte à rebours est lancé. Dix-huit mois plus tard, la Crimée sera annexée, une opération que l'archimandrite Tikhon célébrera comme "une victoire".

Pour Alexandre Douguine, c'est d'abord un acte géopolitique "révolutionnaire". "Une rupture définitive avec le système occidental." Il veut aller plus loin. Annexer l'Ukraine de l'Est et du Sud, la "Nouvelle Russie" comme dit désormais Poutine. Sur place, il a des "centaines" de partisans, de jeunes séparatistes issus de son Mouvement eurasiatique. "Certains sont à la pointe des actions en cours", affirme-t-il.

Empire soviétique

Douguine leur donne des directives depuis Moscou ou sur place (son interdiction de séjour a été levée par Ianoukovitch en 2010). "Le mieux, assure-t-il, serait que l'armée russe franchisse la frontière." Quand ? "Dès que les conditions seront réunies." Après ? Comme il est désormais un propagandiste presque officiel, Douguine parle avec prudence. Il assure qu'il ne souhaite pas une avancée militaire vers d'autres "terres russes".

Il confie seulement que Poutine "a amorcé le retour à une éthique impériale (sic)". Comprenne qui peut. En 2008, il était plus disert :
L'empire soviétique, expliquait-il alors, se reconstruira par différents moyens : la force, la diplomatie, les pressions économiques... Cela dépendra du lieu et du moment."
Il parle plus ouvertement des visées russes sur l'Europe, "terrain majeur de la guerre contre l'atlantisme". Il regrette que "Staline n'ait pas eu les moyens militaires d'envahir l'Europe occidentale". Aujourd'hui, il veut la neutraliser, la détacher des Etats-Unis. Comment ? En aidant les partis d'extrême droite du Vieux Continent à conquérir le pouvoir ou, au moins, à déstabiliser les gouvernements en place. Il dit : "Nous allons soutenir la révolte des peuples dans la grande crise économique et sociale qui approche."

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