domingo, 27 de abril de 2014

“La felicidad es un hermoso y ligero cervatillo. Cuando logras cazarlo se convierte en una pobre presa desesperada y, después de morir, en un hediondo pedazo de carne”.


Malcolm Muggeridge lo dijo hace 40 años: 
sin orden moral no hay orden social

por Eulogio López

El 26 de septiembre de 1971, 30.000 personas caminaban desde Trafalgar Square hasta Hyde Park en una manifestación por la renovación moral británica, conocida como Festival de la Luz. Mientras, el Frente de Liberación Gay y otros grupos de ‘rebeldes’, no antisistema, sino en el corazón del mismísimo sistema imperante, les insultaban y lanzaban bombas fétidas (hoy me temo que le lanzarían objetos más contundentes). Eran los indignados del momento, y Elena Valenciano, la amiga de todos los sufrientes, todavía no nos narcotizaba con su filantropía inmoral.

Poco después, el periodista británico de TV más reconocido, Malcolm Muggeridge, dentro de los actos del mismo festival, intervenía en el Central Hall de Westminster. Un grupo de señoritas disfrazadas de monjas subieron al escenario y se pusieron a bailar un danza obscena para impedirle hablar. No, no eran las Femen, tenían un poco menos de desvergüenza y un poco más de mala leche que las Femen.

Al final, Muggeridge consiguió hablar y pronunció, entre otras cosas, las palabras que encabezan este artículo: “Sin orden moral no hay orden social”. Para ser exactos, sus palabras fueron: “En una sociedad sin orden moral es imposible que haya orden de ningún tipo”… ni dignidad de tipo alguno. Una buena enseñanza para los políticos de entonces y para los de ahora.


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