jueves, 13 de febrero de 2014

En la España de Franco hubo algunos que se murieron esperando una "revolución pendiente" que nunca llegó. Pienso que en la Iglesia de Francisco les va a ocurrir lo mismo a unos cuantos.




El cardenal de Boston pasa por ser de los de más confianza con el Papa. Y es uno de los integrantes del G8. Pues acaba de hacer unas declaraciones que tranquilizarán a los alarmistas y consternarán a los ilusos. Como no me tengo por lo uno ni por lo otro a mí no me dicen nada. Era lo esperable.

Es absurdo creer que llegará un Papa que vaya a cambiar la Iglesia convirtiéndola en otra contraria a lo que es. Y en casi un año de pontificado Francisco no ha hecho nada en ese sentido. Será más populista o menos, más o menos próximo, más viajero o menos pródigo en viajes, le gustará una liturgia solemne o la preferirá sencilla... Son anécdotas. Y los católicos podemos concordar con los gustos del Papa o preferir otros. Por supuesto que desde el respeto a los suyos. Con nada de eso se toca lo fundamental de la Iglesia. En lo que está el Papa. Que si quiere cambiar algo es el corazón de los católicos haciéndoles más próximos a Dios y a los hermanos. Pues, qué bien.

El cardenal de Boston indica dos posibilidades para el futuro. Que se agilicen las nulidades matrimoniales. Me parece perfecto. Estoy convencido de que muchos de los matrimonios canónicos son nulos. Porque los contrayentes no quieren contraer un matrimonio católico. Pienso también que la agilización de esas nulidades no resolverán la grave cuestión que se plantea a algunos. Declarada esa nulidad, aquellas personas a las que se les disuelva el vínculo podrán contraer un nuevo matrimonio canónico y acercarse a la comunión. Pero eso no resuelve nada o casi nada. Porque es muy probable que el nuevo matrimonio sea tan nulo como el primero. Y, además, esas personas que nunca o casi se acercaron a la comunión cuando existía el primer vínculo no tienen la menor intención de acercarse tras el segundo.

El problema está para quienes sintiéndose católicos, y con vida sacramental, tras el primer matrimonio se divorcian y conviviendo con su nueva pareja, tras un matrimonio meramente civil, quisieran poder comulgar. Esos conocían perfectamente el sacramento que contraían y será muy difícil apreciar en él causas de nulidad. Claro que no están excluidos de la Iglesia por su nuevo matrimonio civil. Pero sí lo están de la comunión. Por todo ello pienso que la facilitación de las nulidades resolverá poco. Permitirá la comunión de quienes no van nunca a comulgar y la seguirá impidiendo a quienes quisieran comulgar. Pues no hemos arreglado nada. O muy poco.

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