lunes, 10 de febrero de 2014

Argentina: A Cristina le convendría cortar por lo sano, pero es presa de su propio pasado.


La lucha continúa

por James Neilson

A los defensores del modelo patentado por Cristina,
les encantaría castigar a los mentalmente dolarizados.

Dice Florencio Randazzo que Cristina y los suyos seguirán peleando hasta el final contra “las corporaciones mediáticas y económicas” en nombre de “la política”, de suerte que sería mejor no ilusionarse, ya que no tienen la menor intención de irse antes del día fijado por el calendario constitucional.

¿Trataba así el ministro del Interior y precandidato presidencial de conjurar los fantasmas que merodean por los pasillos de la Casa Rosada y muchos reductos militantes? Puede que sí, pero aludir a tal eventualidad para entonces descartarla no ayuda a la señora. Tampoco ayudó la arenga belicosa que Cristina misma pronunció por la cadena nacional en que fustigó a empresarios, sindicalistas y otros ingratos por no cumplir con la docilidad debida los papeles que les ha asignado en el gran relato presidencial.

En la pelea contra las odiadas “corporaciones mediáticas”, o sea, contra aquellas empresas periodísticas que no han sido anexadas por el imperio oficialista y que no se permiten presionar, los soldados de Cristina parecen haberse resignado a un empate: gracias a los aprietes de Guillermo Moreno, pudieron debilitar a las más temibles, pero no han logrado estrangularlas. En el frente económico, en cambio, les ha ido mucho mejor. El enemigo, que es la economía en su conjunto, está de rodillas, suplicándoles piedad, pero así y todo continúan asestándole golpes certeros. Todo hace pensar que “lo político” está a punto de anotarse un nuevo triunfo histórico sobre “lo económico”, pulverizando no sólo a las grandes corporaciones sino también a una multitud de empresas pequeñas.

Para salvarse de los estragos provocados por los resueltos a liberarlos de la tiranía de los mercados, no sólo los ricos sino también muchos que son relativamente pobres están tratando de aferrarse al dólar; por antipatriótico que le parezca al mandamás económico Axel Kicillof, aquí la mayoría confía más en la Reserva Federal yanqui que en el Banco Central nacional y popular, una aberración que atribuye a la perversidad cultural de los argentinos. Para indignación de Kicillof y el atribulado compañero Jorge Capitanich, sus compatriotas suelen ser tan codiciosos que prefieren ahorrar en una moneda que conserva su valor a perder todo en la hoguera inflacionaria.

A los defensores del modelo patentado por Cristina, les encantaría castigar a los mentalmente dolarizados, pero hasta ahora las amenazas en tal sentido han sido contraproducentes. Lejos de persuadir a los vacilantes de que les convendría apostar al “modelo”, les han brindado más motivos para procurar distanciarse de él cuanto antes.

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