miércoles, 30 de octubre de 2013

El verdadero proyecto de la modernidad alcanza su objetivo sólo si la diástasis entre el empirismo y sus derivados, - el materialismo, el positivismo y el racionalismo -es superada.






El «nuevo ateísmo», dice, es el viejo materialismo de Hume

Gerhard Ludwig Müller, antes de su famoso artículo sobre la santidad del matrimonio indisoluble, publicó otro en L´Osservatore Romano, también de gran calado, sobre las tendencias del llamado "nuevo ateísmo", un ateísmo militante, proselitista, por lo general bastante grosero y de bajo calado filosófico e intelectual.

Müller confuta esa «visión del mundo seudocientífica» que tiene el «programa político totalitario» de «poner en cuarentena» a quien cree en Dios. Lo publicamos aquí por su interés, a partir del texto italiano (con traducción de Helena Faccia Serrano).

Al Dios cristiano, desde el ateísmo moderno

por Gerhard Ludwig Müller

Decía, entre otras cosas, Johann Wolfgang von Goethe: «La vida es demasiado breve para beber vino malo». En esta sugestiva agudeza se reflejan las visiones multicolores de tipo epicúreo que caracterizan a las élites postmodernas.

A la obstinación infantil de este nihilismo quisiera oponer el optimismo de la visión cristiana del mundo y del hombre. El optimismo que San Pablo expresa con entusiasmo en su Carta a los Romanos: «[Vuestra caridad sea] con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad» (12, 12-13).

Es un hecho que la vida sobre la tierra es breve; y a medida que pasa el tiempo el hombre percibe cada vez más la brevitas vitae como un desafío existencial.

Pero éste es, precisamente, el punto: el beneficio del tiempo tiene sentido como recurso para despertarse del sueño de la ideología de la autorrealización, de la visión del hombre que se apoya en sí mismo.

«La vida es demasiado breve para desperdiciarla con una mala filosofía». Diciéndolo con palabras de la Gaudium et spes: «Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?» (n. 10).

El ateísmo es la afirmación de que Dios no existe. No hay nada nuevo en esto. El salmo de David (14, 1), hace tres mil años aproximadamente, ya hablaba de esto: «Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!».

Las estadísticas más recientes revelan un aumento vertiginoso de los “convertidos” al ateísmo: más del diez por ciento de la población mundial se declara atea.

¿Por qué cada vez más personas son ateas? ¿El ateísmo es realmente esa actitud lógica que los ateos sostienen que es?
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