Menos ansiedad y más perseverancia
Por Alberto Medina Méndez
Juan Bautista Alberdi, un indiscutible referente de la historia, decía “la libertad no brota de un sablazo, es el parto lento de la civilización”. Sin embargo, muchos aún creen que se pueden obtener cambios significativos sólo quejándose y con un mínimo de empeño. Es de una ingenuidad increíble que cierta gente que parece inteligente piense que semejante caos puede ser superado sólo por un mero capricho infantil.
No existen grandes logros sin monumentales esfuerzos. Lo que llega fácil, lo que surge casi de casualidad, no se podrá sostener por demasiado tiempo. Si se pretenden transformaciones duraderas, de esas que suponen avanzar en serio y que dejan atrás las malas experiencias del pasado para no repetirlas, se precisa mucho más que algo de suerte.
Las grandes reformas en la sociedad, casi nunca son producto del azar. Puede ocurrir un hecho fortuito de esos que de tanto en tanto sorprenden, una circunstancia cualquiera que ayude, empuje o abrevie los ciclos naturales, pero no será ésa la explicación profunda, sino en todo caso sólo un elemento adicional que haga su aporte complementario.
Se percibe hoy una ansiedad desmesurada por lograr cambiar el rumbo de los acontecimientos. Es posible que ese apuro tenga justificación. Cierto entendible cansancio, un notable agotamiento social, la saturación propia de políticas que se repiten, pueden explicar en parte esa actitud acelerada.
Las ansias no logran cambios, pero sí lo hacen el esmero y la constancia. Las cosas suceden porque se trabaja para ello. Los logros son la consecuencia esperable de tanto sacrificio y no de una dosis de fortuna. El mundo no funciona bajo las pautas del berrinche infantil. Que se desee algo con anhelo, no hace que ello ocurra. Hace falta bastante más que eso.
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Leer aquí: www.laprensapopular.com.ar
No existen grandes logros sin monumentales esfuerzos. Lo que llega fácil, lo que surge casi de casualidad, no se podrá sostener por demasiado tiempo. Si se pretenden transformaciones duraderas, de esas que suponen avanzar en serio y que dejan atrás las malas experiencias del pasado para no repetirlas, se precisa mucho más que algo de suerte.
Las grandes reformas en la sociedad, casi nunca son producto del azar. Puede ocurrir un hecho fortuito de esos que de tanto en tanto sorprenden, una circunstancia cualquiera que ayude, empuje o abrevie los ciclos naturales, pero no será ésa la explicación profunda, sino en todo caso sólo un elemento adicional que haga su aporte complementario.
Se percibe hoy una ansiedad desmesurada por lograr cambiar el rumbo de los acontecimientos. Es posible que ese apuro tenga justificación. Cierto entendible cansancio, un notable agotamiento social, la saturación propia de políticas que se repiten, pueden explicar en parte esa actitud acelerada.
Las ansias no logran cambios, pero sí lo hacen el esmero y la constancia. Las cosas suceden porque se trabaja para ello. Los logros son la consecuencia esperable de tanto sacrificio y no de una dosis de fortuna. El mundo no funciona bajo las pautas del berrinche infantil. Que se desee algo con anhelo, no hace que ello ocurra. Hace falta bastante más que eso.
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