lunes, 26 de agosto de 2013

La extraordinaria figura de San Luis, rey cristiano y cruzado, justo y honrado, dio considerable prestigio a la corona francesa






Cuando se alude a la Corona de España se dice también “el trono de San Fernando” y cuando se habla de la corona francesa se usa el símil “el trono de San Luis”. Resulta que San Fernando y San Luis (cuya festividad recuerda el orbe católico cada 25 de agosto) eran primos hermanos, por sus madres, la infanta Berenguela y la infanta Blanca, hijas del vencedor de las Navas. Ambas fueron reinas y regentes y tuvieron un papel destacadísimo en la Historia. Está en todas las librerías la extraordinaria biografía que H. Salvador Martínez le ha dedicado a Berenguela la Grande, a la que debemos nada menos que la unión definitiva de Castilla y León en la persona de su hijo San Fernando. En cuanto a Blanca de Castilla, se puede afirmar que sin duda fue la mejor reina de Francia.

Blanca nació en 1188 en Castilla, viajó siendo todavía una niña a la corte del rey de Francia. La casaron con Luis VIII el León, que murió cuando su heredero contaba sólo doce años. Blanca gobernó Francia durante la menor edad de su hijo, Luis IX, a cuya consagración no asistieron algunos de los principales señores de Francia, a los que Blanca tuvo que meter en cintura. La reina fue a lo largo de su vida fiel consejera de su hijo, más allá de su mayoría, y no dudó tampoco en tomar de nuevo las riendas de Francia cuando el futuro San Luis dejó su patria para acudir a la séptima Cruzada (1248-1252). La extraordinaria figura de San Luis, rey cristiano y cruzado, justo y honrado, dio considerable prestigio a la corona francesa —en gran parte gracias a la política seguida por la reina Blanca— amplió considerablemente sus dominios y reafirmó su poder sobre los grandes señores feudales.

Tocó a Blanca gestionar la cruel Cruzada contra cátaros y albigenses promovida por el Papado, en la que se había involucrado su difunto esposo, a la que puso fin por el tratado de París (1229); dominó la “Cruzada de los pastorcillos” (1250), venció al conde de Bretaña, al de La Marche, a los Mauclerc, Coucy y Lusignan y aplastó a los rebeldes del Languedoc.

San Luis gastó ingentes sumas en obtener reliquias de la Pasión de Cristo, como la Corona de Espinas, e hizo edificar en el corazón de París una capilla que las custodiara: es la Sainte Chapelle, una maravilla del gótico. 



Quien visite su coro observará que la decoración consiste en flores de lis y en castillos de oro sobre fondo de gules: son las armas de Francia y las de Castilla, las armas de un Rey de Francia hijo de una infanta castellana. Además San Luis es ascendiente directo de los monarcas de la casa de Borbón, de ahí que en un Real Sitio como La Granja, tan vinculado al primero de nuestros borbones, se celebre todos los años una festiva semana en honor de su Santo Patrón.
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