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viernes, 15 de febrero de 2013

La Función Pública no tiene nada de inocente....

Algo que se pudre: la Función Pública

Aurelio Barral

Discretos. Corporativistas. Intocables. Es el modelo del funcionario al que la estabilidad que le ha otorgado el puesto de trabajo obtenido tras haber aprobado unas oposiciones; el trabajo que le da un futuro seguro, estable y sin sobresaltos. Una perspectiva buena, sin duda: trabajar por una vocación de servicio público, hacer cumplir la ley y desempeñar un puesto de carácter técnico; y, sobretodo, un sueldo fijo. Está agradecido: para él, lo máximo es la Función Pública. Y lo peor, trabajar en la empresa privada.
Cuando se hace el cursillo selectivo, son varios los eslóganes que se oyen repetidamente. Uno de ellos, es que no tenemos más interés que el del servir al Estado. Otro, (aplicado a los que pertenecemos a los Cuerpos superiores), el de tenéis que llegar a ser jefes, que se repite como un mantra, como si los aspirantes que aprueban la fase de oposición no lo tuviesen claro. Ésa es una parte: la otra es cuando empiezas a trabajar en tu primer destino. Comienza el camino.

Los primeros años son cruciales, para los que entran más jóvenes. Puede ser una carrera fulgurante, que sube como la espuma...o un auténtico descreimiento. No es verdad que sea el factor competencia; tampoco la valía profesional o el amor a las cosas bien hechas. Desde el primer momento, el funcionario sabe que es la política lo único que cuenta: los contactos (mucho más fácil si eres un hijo del Cuerpo, donde parece que tienes patente de corso), lo bien o mal que caigas al jefe, la disponibilidad para hacer pasillo...y un cúmulo de tretas sin fin para ganar el favor de los superiores. Si se tienen destreza y agallas (la capacidad de asombro no tiene límites cuando encuentras a personas que harían cualquier cosa por ascender), el camino va como la espuma. Eso sí, saltando por encima de aquellos que trabajan discretamente (que son los que realmente aportan algo de humanidad al entorno y al trabajo). A un precio muy alto: la completa deshumanización de quien lo practica. En este sentido, son abundantes los perfiles de "psicópatas", que no compartirían información alguna con nadie del que puedan tener sospecha alguna de poder hacerles sombra.
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