jueves, 21 de febrero de 2013

Argentina - El canciller Héctor Timerman completó la demolición de la credibilidad oficial con su actitud descalificatoria de quienes cuestionan el acuerdo con Irán

Credibilidad cero

por Sergio Crivelli

Se creía que la Justicia argentina ya había individualizado a los terroristas que perpetraron el atentado y a sus mandantes, pero el Gobierno quiere abrir una instancia que podría exculparlos.

El debate parlamentario por el acuerdo entre Argentina e Irán para esclarecer el atentado a la AMIA se iniciará mañana a la sombra de una sospecha generalizada. Ni la oposición, ni buena parte de la opinión pública creen que el entendimiento con un estado teocrático, fundamentalista y acusado de respaldar al terrorismo islámico sirva para llegar a ninguna verdad y mucho menos para señalar a los culpables de la masacre.


A la desconfianza que genera el fanatismo de los ayatolas hay que sumar en este caso la baja credibilidad del gobierno kirchnerista, para el que la realidad -cuando no coincide con sus deseos- tiene un marcado carácter alucinatorio. Por ejemplo en el caso de la inflación, que pretendió ocultar con la destrucción de las estadísticas y erradicándola del vocabulario de los funcionarios.

El kirchnerismo cree, como un famoso filósofo irlandés de la primera mitad del siglo XVIII, que el ser de las cosas está en ser percibidas, que no tienen existencia propia, que son una creación de los medios. Una proyección de la malévola voluntad del señor Magnetto.

Así durante largo tiempo sostuvo que el aumento de los precios era una patraña de la prensa desafecta, un invento de los diarios para engañar a los incautos lectores, lo que no impidió, sin embargo, que finalmente optara por recurrir al viejo e inoperante remedio del congelamiento de precios. Otro tanto sucedió con la inseguridad: la atribuyó a una "sensación" de las víctimas de asaltos, secuestros y otras formas de delitos violentos y no a la impunidad de los delincuentes y la ineficacia (cuando no la corrupción) policial.

Con estos antecedentes a la vista el canciller Héctor Timerman completó la demolición de la credibilidad oficial con su actitud descalificatoria de quienes cuestionan el acuerdo. Con un estilo despectivo que está en las antípodas de cualquier concepción posible de la diplomacia despotricó de la peor manera contra sus críticos. Tampoco dio explicaciones convincentes sobre la urgencia de resolver un problema pendiente desde hace casi dos décadas.

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