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martes, 5 de marzo de 2013

Debemos empezar ya, antes de que sea demasiado tarde


por Václav Klaus, 

Hayek argumentó bien que “la libertad no puede sostenerse, 
a menos que cada generación reafirme y subraye cada vez su valor”.
Ahora es nuestro turno: nuestra generación y la de nuestros hijos tienen que hacerlo. Y debemos empezar ya, antes de que sea demasiado tarde.

Más de 20 años atrás, dos años después de la caída del comunismo en este país y en esta parte del mundo, tuvimos aquí la Reunión Regional de MPS, en la que estuvieron algunos de Uds. Estábamos en los momentos cruciales de nuestra transición radical del comunismo a la sociedad libre, en muchos aspectos sobre la base de ideas conectadas a la MPS. Aquella reunión nos dio un apoyo moral importante, y nos ayudó en nuestros esfuerzos para deshacernos del pasado y construir una sociedad libre en el sentido de la MPS.
Y en cambiar el país sustancialmente en esa dirección tuvimos éxito: como Uds. pueden ver, la República Checa ha dado un visible paso adelante. Sin embargo, sería inapropiado cantar victoria.
Para alguien como yo, que después de la caída del comunismo participó activamente en preparar y organizar cambios políticos y económicos radicales, este mundo de ahora es una decepción: vivimos una sociedad mucho más socialista y estatista de lo que por entonces imaginamos. Tras prometedores comienzos, retrocedimos en varios aspectos, y nos fuimos de vuelta al pasado; a un pasado que habíamos creído ya “pasado”, y para siempre. Subrayo que no tengo en mente sólo mi país, sino toda Europa y Occidente.
Hace 20 años, nos pareció que el tremendo cambio de gran alcance ante nuestros ojos era en dos ejes, político y económico: “opresión vs. libertad”, y “Estado vs mercado”.
Era una sensación justificada. Y reforzada porque nuestra “Revolución de Terciopelo” había sucedido en ese momento único en la historia, cuando Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
Gracias a ellos dos, y en el mundo de las ideas gracias personas como Hayek, Friedman, Stigler y otros más, creíamos que el capitalismo, al menos durante un tiempo, lograría defenderse contra la marea mundial de socialismo. La gente como yo sabíamos que todas aquellas personas eran únicas y excepcionales, pero no esperábamos que lo que ellos lograron fuese a olvidarse tan rápido. Porque teníamos la errada convicción de que los cambios eran irreversibles.
Hoy, muchos ya no tenemos este sentimiento, a lo menos yo no. Porque otra vez más, de modo casi invisible y en silencio, el capitalismo y la libertad se han debilitado mucho. Mi amigo Pascal Salin, ex presidente de MPS, debe haber tenido esa sensación, cuando en su discurso presidencial en 1996 en Viena, dijo: “Ahora no somos ganadores”.
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